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Brianna, quería el dinero de Bienvenido. Decide ser la secretaria del Ceo, encontrandose con un hombre con el rostro lastimado y feo. Ignora su apariencia, omitiendole un detalle importnte: es la esposa de su hermano. Ella cae en sus propias redes de mentira,sintiendo algo por Bienvenido.
-Entonces ¿vas a salir con él? -pregunta.
-Si -explico, salgo del coche, estoy rodeando el vehículo para entrar a la empresa, pero él me lo impide.
Me toma de la cintura, y cierra la puerta. Estamos los dos solos en el pasillo oscuro. No habíamos entrado por la puerta principal, y Bienvenido, no me deja ni siquiera pensar. Apoya su mano derecha de mi mejilla, y me levanta el rostro en dirección a sus ojos.
-¿De verdad vas a seguir con este juego? -pregunta, acercándose a mis labios y mirándome de arriba a abajo.
-¿Q-qué juego?
-Quiero devorarte ahora Brana, deja de fingir que no te afecta mi cercanía, se que se te moja la ropa interior...
-N-no...
Quiero que me bese, quiero que pase mil cosas a la vez en ese momento, pero no puedo.
-No quiero nada de ti -explico, y me alejo. Pero él me lo impide.
Me aprisiona contra la pared, puedo sentir su cuerpo cálido en contra del viejo. Se siente tan bien, su pierna, se coloca entre medio de la mía, y yo, no puedo evitar sentirme extasiada.
Levanta mi largo vestido, con tanta ansiedad que me estremece. Sus manos cálidas, tocan mis frías y descubiertas piernas. Gimo, cuando sus dedos acarician mi tela de encaje rosa pálido. Mis piernas se abren más para él, y le digo:
-P3néntrame..
-A sus órdenes hermosa.
Lo dice de forma tan ronca, me besa el cuello. Succiona con fuerza y cierro los ojos, apoyo ambas manos en su espalda, abrazándolo con fuerza a mi pequeño cuerpo. Toca mis pliegues con sus dedos, hasta que encuentra mi punto débil y gimo.
-Oh...
Me muerdo los labios y él se separa un poco de mí, para mirarme y acerca sus labios a mis pechos, no tenía bra. Quería saber cómo se sentirían mis duros pezones en sus labios carnosos, y la curiosidad no duró demasiado. Tomó uno, succionando con fuerza pero sin lastimarme.
-Mas... -pedí desesperada, estaba tan placentera que me asustaba.
-Que bien sabes ¿abajo como será?
-¿A-abajo? -pregunto tartamudeante.
Se pone de rodillas, abre mis piernas y desplaza a un lado mi ropa interior. Su lengua sin demora, recorre mis labios vaginales. Cierro los ojos presa del placer que me está dando, tomo su cabeza con mis manos. Lo empujo para que me succione más fuerte.
-Oh...
Él sigue entretenido con mi vulva, succiona y explora. Pero no se conforma, mete unos dedos mientras muerde con cuidado mi botón. Mis piernas enteras tiemblan, hasta que no puedo soportarlo más. Me vengo, el saborea mi sabor, saca su p3ene y me hace el amor en el medio del pasillo, aún con mis piernas temblorosas.
Unos meses antes...
Con inercia, el cuerpo de Bienvenido se desplazaba ágilmente por el largo pasillo. No solo habían arruinado su asistencia con el nombre, sino también con un accidente que le había dejado el rostro marcado. Se había ocultado de la sociedad durante mucho tiempo y, a veces, ni siquiera sabía cómo tratar a las personas. No era lo que él quería, sino que así había sido su triste destino.
Miró con nostalgia el cielo, que le parecía más maravilloso que nunca. La ciudad parecía brevemente despejada, los vehículos no se movían con tanta frecuencia. Observó con recelo aquella invitación. Su tío misteriosamente lo había llamado. Nunca había tenido contacto con él más allá de un encuentro familiar frustrado. Tomó su abrigo y se embarcó en una aventura desconocida.
Al llegar a la gran mansión, miró todo con recelo, pero también con empatía. Sabía que el anciano seguramente estaba solo. Aunque siempre se había preocupado por él, le molestaba que nadie más se hubiera preocupado, y su última discusión había sido sobre llevárselo a la ciudad, a lo cual su tío Leonardo se había negado.
"¿Hola, cómo estás?" saludó Bienvenido. "Mi tío me ha pedido que te vea".
"Por favor, sígueme a la habitación".
El abogado indicó dónde ir, y él siguió sus instrucciones. Al llegar, observó con curiosidad que su tío no estaba, sino alguien desconocido.
"Disculpe, ¿quién es usted?", preguntó Bienvenido.
"Soy el abogado de la familia de Leonardo", respondió el hombre. "Falleció hace un mes".
"¿Qué? ¿Y por qué nadie me avisó?", preguntó enojado.
"Así lo quiso él. Así lo creemos nosotros, los empleados. Después le entregaré sus restos", explicó el abogado.
"Ese viejo siempre fue así. Malhumorado, cascarrabias. Y no fue capaz de avisarme que se había muerto", murmuró Bienvenido, molesto.
-Necesito que te sientes y dialoguemos sobre esto...
Fueron las palabras que escuché ¿Por qué mi tío me ha dejado como único heredero? Siempre supe que le importaba, pero no entiendo cómo pudo decidir no repartir su herencia. Me pregunté en silencio, sin entender por qué fui el único elegido. A pesar de vivir lejos y no tener hijos, él decidió que yo fuera el único heredero. Como resultado, ahora me convertiré en el nuevo CEO de la empresa. No pedí nada de esto, además, no suelo socializar con nadie. Me dieron la bienvenida y me dijeron que era el único heredero. Me advirtieron que si no asumía la responsabilidad, todo lo que él construyó con tanto esfuerzo a lo largo de los años se perdería. Pero no es mi culpa, ¿por qué tengo que hacerme cargo de algo que no me corresponde? Tal vez no, pero mi tío confió en mí lo suficiente como para dejarme todo. No puedo creerlo, pensó con desgano. Lamentó la situación y se dio la vuelta. No podía creer que su tío cascarrabias, incluso después de su muerte, le hubiera dejado tanta responsabilidad. Pensó que eso sería algo bueno para él. Maldijo en voz baja mientras caminaba por los largos pasillos de la casa, observando cada rincón y dándose cuenta de que tendría que trabajar mucho para mantener todo en orden.
-Y lo harías, simplemente porque adoraba a tu tío, aunque no lo demostraras abiertamente. Durante años, ibas a visitarlo todos los días, incluso cuando eras adolescente y te escapabas de la escuela para ir en bicicleta a verlo.
-Yo... no quería heredad todo.
Narrador.
No había podido viajar durante el último mes debido a que estaba enfermo y bastante deprimido. Se vió al espejo, contemplo la imagen de un hombre extraño, con una cicatriz que atravesaba cada extremo de su rostro. Sus ojos azules se perdían, uno ligeramente más claro que el otro, como si estuvieran invisibles.
"Me odio", protestó mientras seguía adelante y subía a su vehículo.
Una semana después, ya era parte de la administración de la empresa como CEO. Sin embargo, preferia que ningún empleado le viera. La única excepción era su secretaria, quien, a primera impresión, se había asustado.
"Gracias, Lucía. Puedes retirarte", comentó mientras revisabas los papeles. "Con permiso", respondió Lucía, desapareciendo.
De repente, escuchaste la voz de Lucía diciendo:
"Señor, no puede entrar así", y al prestar atención, te encontraste con tu hermano menor.
"¿Cómo puede ser que Leonardo te haya dejado todo? Él también era mi tío", protestó tu hermano.
"Hola, hermanito, qué gusto verte", comentaste con sarcasmo.
"¿Para qué quieres tanto dinero? Dame un poco a mí", dijo tu hermano.
"¿Necesitas algo?", preguntaste siempre atento.
"Quiero dinero", afirmó tu hermano.
"¿Para qué? ¿Para comer? ¿Para comprar alcohol o algo peor?", replicaste.
"Cállate, yo no consumo nada de eso", comentaste tambaleándote.
-No podés ni siquiera estar de pie, ¿cómo podés sentarte?
-No quiero mi dinero, esa factura me correspondía a mí, no a ti -gritó.
-Entonces díselo al tío Leonardo, ah, pero está muerto -comentó- y se dio la vuelta con su silla.
-Claro, como tú lo visitaste todos los días para poder cobrar su herencia.
-Odio esta herencia, ¿quieres toda mi responsabilidad? Te la regalo. Deja de ser un niño y compórtate -comentó sin verlo.
-Date la vuelta. Eres un cobarde. Bienvenido -suspiró- y quiero la silla de ruedas.
- Vete -comentó.
Después de unas horas fingiendo amor frente a su jefe y de un pico después de decir "acepto", la noche pasó sin ningún otro contratiempo. Se marcharon en un Ford descapotable de los años sesenta y finalmente llegaron a la casa de Lionel. Tan pronto como pisaron el suelo, él la observó con aburrimiento y se giró para irse a dormir. No le gustaba estar rodeado de personas, a menos que fueran bailarinas en poca ropa. -¡Oye! -protestó Alexa, pero él no se giró para seguir avanzando-. Se supone que estamos casados -murmuró temblorosa. Finalmente, él se detuvo y Alexa se acercó a pasos firmes, rodeándolo. Lionel bajó la vista para fijarla en ella. Le resultó... ¿Bonita? Supuso que ese era un adjetivo acorde a esa mujer, aunque le parecía insoportable y aquello restaba la belleza que poseía. -¿Qué? ¿Quieres acostarte conmigo? -preguntó él. Ella levantó una ceja para negar, pero ya era tarde. Lionel la tomó entre sus brazos y la recostó sobre la pared. Una mano detrás de su cintura bajó hasta sus glúteos y los apretó. Alexa rodó los ojos para darle un empujón. -Al cabo que ni quería... puedo cogerme mujeres de verdad -se burló, pero no esperó recibir un cachetazo de la dama. Alexa observó sorprendida la mejilla roja de su ahora esposo. Su piel se volvió más pálida de lo normal y retrocedió un paso, luego otro. Lionel se limpió un hilo de sangre que caía en la comisura de sus labios y la observó furioso. Era raro verlo así. Corrió a su lado y la tomó del cuello con brusquedad. Poco a poco, Alexa pudo sentir que el oxígeno no pasaba por su garganta y que estaba quedándose sin aire. -P-por favor... -suplicó, pero Lionel siguió presionando hasta que la soltó arrojándola al suelo. Se limpió el saco, como si ella lo hubiera ensuciado, y se dio la vuelta. Alexa, perpleja por haber sido estrangulada por su esposo, se levantó. -¡Soy tu esposa! ¡Te guste o no! -gritó a todo pulmón. Lionel se giró, buscó algo en su bolsillo y dijo: -Bien. Ten, son diez mil dólares. El próximo mes te daré más, ahora vete. No me interesa tenerte en esta casa. -Somos marido y mujer. Merezco y debo estar aquí -susurró con la voz quebrada y los ojos llenos de sufrimiento. Él le lanzó una sonrisa ladina mientras avanzaba, pero ella, a pesar de temblar por ese hombre, no se dejó intimidar. -Entonces... -comentó mientras bajaba el cierre de su pantalón, sacando su enorme miembro frente a ella-... mételo en tu boca... -canturreó divertido. Lionel se rió de la desgracia de aquella mujer. Y ella lo sabía.
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