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Después de unas horas fingiendo amor frente a su jefe y de un pico después de decir "acepto", la noche pasó sin ningún otro contratiempo. Se marcharon en un Ford descapotable de los años sesenta y finalmente llegaron a la casa de Lionel. Tan pronto como pisaron el suelo, él la observó con aburrimiento y se giró para irse a dormir. No le gustaba estar rodeado de personas, a menos que fueran bailarinas en poca ropa. -¡Oye! -protestó Alexa, pero él no se giró para seguir avanzando-. Se supone que estamos casados -murmuró temblorosa. Finalmente, él se detuvo y Alexa se acercó a pasos firmes, rodeándolo. Lionel bajó la vista para fijarla en ella. Le resultó... ¿Bonita? Supuso que ese era un adjetivo acorde a esa mujer, aunque le parecía insoportable y aquello restaba la belleza que poseía. -¿Qué? ¿Quieres acostarte conmigo? -preguntó él. Ella levantó una ceja para negar, pero ya era tarde. Lionel la tomó entre sus brazos y la recostó sobre la pared. Una mano detrás de su cintura bajó hasta sus glúteos y los apretó. Alexa rodó los ojos para darle un empujón. -Al cabo que ni quería... puedo cogerme mujeres de verdad -se burló, pero no esperó recibir un cachetazo de la dama. Alexa observó sorprendida la mejilla roja de su ahora esposo. Su piel se volvió más pálida de lo normal y retrocedió un paso, luego otro. Lionel se limpió un hilo de sangre que caía en la comisura de sus labios y la observó furioso. Era raro verlo así. Corrió a su lado y la tomó del cuello con brusquedad. Poco a poco, Alexa pudo sentir que el oxígeno no pasaba por su garganta y que estaba quedándose sin aire. -P-por favor... -suplicó, pero Lionel siguió presionando hasta que la soltó arrojándola al suelo. Se limpió el saco, como si ella lo hubiera ensuciado, y se dio la vuelta. Alexa, perpleja por haber sido estrangulada por su esposo, se levantó. -¡Soy tu esposa! ¡Te guste o no! -gritó a todo pulmón. Lionel se giró, buscó algo en su bolsillo y dijo: -Bien. Ten, son diez mil dólares. El próximo mes te daré más, ahora vete. No me interesa tenerte en esta casa. -Somos marido y mujer. Merezco y debo estar aquí -susurró con la voz quebrada y los ojos llenos de sufrimiento. Él le lanzó una sonrisa ladina mientras avanzaba, pero ella, a pesar de temblar por ese hombre, no se dejó intimidar. -Entonces... -comentó mientras bajaba el cierre de su pantalón, sacando su enorme miembro frente a ella-... mételo en tu boca... -canturreó divertido. Lionel se rió de la desgracia de aquella mujer. Y ella lo sabía.
Después de unas horas finciendo amor frente a su jefe y de un pico después de decir "acepto", la noche pasó sin ningún otro contratiempo. Se marcharon en un Ford descapotable de los años sesenta y finalmente llegaron a la casa de Lionel. Tan pronto como pisaron el suelo, él la observó con aburrimiento y se giró para irse a dormir. No le gustaba estar rodeado de personas, a menos que fueran bailarinas en poca ropa.
-¡Oye! -protestó Alexa, pero él no se giró para seguir avanzando-. Se supone que estamos casados -murmuró temblorosa.
Finalmente, él se detuvo y Alexa se acercó a pasos firmes, rodeándolo. Lionel bajó la vista para fijarla en ella. Le resultó... ¿Bonita? Supuso que ese era un adjetivo acorde a esa mujer, aunque le parecía insoportable y aquello restaba la belleza que poseía.
-¿Qué? ¿Quieres acompañarme? -preguntó él. Ella levantó una ceja para negar, pero ya era tarde. Lionel la tomó entre sus brazos y la recostó sobre la pared. Una mano detrás de su cintura cayó hasta sus glúteos y los presionados.
Alexa rodó los ojos para darle un empujón.
-Al cabo que ni quería... puedo cogerme mujeres de verdad -se burló, pero no esperaba recibir un cachetazo de la dama.
Alexa observó sorprendida la mejilla roja de su ahora esposo. Su piel se volvió más pálida de lo normal y retrocedió un paso, luego otro. Lionel se limpió un hilo de sangre que caía en la comisura de sus labios y la vigilaba furioso.
Era raro verlo así. Corrió a su lado y la tomó del cuello con brusquedad. Poco a poco, Alexa pudo sentir que el oxígeno no pasaba por su garganta y que estaba quedándose sin aire.
-P-por favor... -suplicó, pero Lionel siguió presionando hasta que la soltó arrojándola al suelo. Se limpió el saco, como si ella lo hubiera ensuciado, y se dio la vuelta. Alexa, perpleja por haber sido estrangulada por su esposo, se levantó.
-¡Soy tu esposa! ¡Te gusta o no! -gritó a todo pulmón. Lionel se giró, buscó algo en su bolsillo y dijo:
-Bien. Diez, son diez mil dólares. El próximo mes te daré más, ahora vete. No me interesa tenerte en esta casa.
-Somos marido y mujer. Merezco y debo estar aquí -susurró con la voz quebrada y los ojos llenos de sufrimiento. Él le lanzó una sonrisa ladina mientras avanzaba, pero ella, a pesar de temblar por ese hombre, no se dejó intimidar.
-Entonces... -comentó mientras bajaba el cierre de su pantalón, sacando su enorme miembro frente a ella-... mételo en tu boca... -canturreó divertido. Lionel se río de la desgracia de aquella mujer. Y ella lo sabía. Una semana antes...
-Señorita Dominicke, necesito que me haga una encomienda urgente –murmura Lionel observando a su asistente, como siempre cabizbaja.
-Dígame señor... -susurró en un tono sumamente bajo. Aunque hay un volumen suficiente para que su jefe asintiera.
-Necesito una esposa –canturreó, mientras se acercaba a la chica. Alexa, lo observó perpleja sin comprender aquel pedido del todo.
"¿Una esposa?", se preguntó confusa.
-Q-qué? –preguntó, y en ese instante la capacidad para pensar, se había dispersado.
-Exacto. La junta directiva, anunció que soy un vespertino, mujeriego, estafador y... un montón de adjetivos muy acorde a mí persona.
-Entonces ¿no es algo malo? –quiso saber curiosa, y pronto aquel hombre musculoso quedó frente a ella. Tan solo treinta centímetro los separaban. Alexa, tragó saliva en seco nervioso por la cercanía de aquel hombre. A pesar de trabajar junto a él, hace cuatro años aún su cercanía le ponía los pelos de punta.
"Tiene unos labios tan... ¡contrólate Alexa!", se regañó a si misma.
Su jefe, nunca pero nunca, la miraba a los ojos. Simplemente hablaba y giraba en torno a ella. Pero esta vez, se frenó y la observar con una ceja levantada –No te ofendas pero...
-No soy bonita... -respondió y el asentado.
-No quiero hijos feos. No será buena imagen para la empresa –susurró y ella ascendiendo. Sabía perfectamente como era su apariencia, no era adivina para saber que él jamás la consideraría para algo así.
-Entiendo señor, entonces ¿qué sugiere para buscarle una esposa? –preguntó, con su cuaderno en mano lista para anotar.
-No me hace falta buscar mujeres; Sin embargo, no quiero confusiones. Esto será estrictamente profesional, no me interesan sentimentalismos ni nada por el estilo. Quiero que sea mi esposa de imagen y nada más. No lo sé. Encargate –explicó y ella ascendió.
-Esta bien ¿Cuánto ofrecerá? –preguntó para ir anotando y preparando un anuncio ¿por qué no?
-Mil dólares –respondió y Alexa, dio un respingo observándolo mal –es broma, no me mires así. Cuarenta mil dólares.
Al decir esa cifra, la boca de Alexa, se abrió con sorpresa "¿Cuarenta mil dólares?", se preguntó en silencio. La voz de Lionel, resonaba en su cabeza una y otra vez.
-¿Le parece poco? –quiso saber confuso, al ver la reacción de su secretaria. Ella es política.
-Bien. Me encargaré –comentó finalmente y se dio la vuelta. Cuando estaba a punto de salir de la oficina, escuchó a su jefe maldecir.
-Maldición... me olvidé la reunión sexual con maría y...
-No se preocupe, le iba a enviar un mensaje. Ella lo está esperando ahora mismo para su recepción –comentó con profesionalismo y el estar contento. Se acercó y por primera vez en cuatro años, levantó y tocó la piel de Alexa; Levantó su barbilla y sonrío.
-Eres... la mejor –comentó y salió corriendo.
Pero mientras aceleraba, no podía evitar pensar: "tenía una piel muy suave"...
Isabella, una joven inocente, se ve envuelta en una apuesta con el seductor caballero Alejandro. Si gana, Alejandro la protegerá y la cuidará. Si pierde, ella perderá su virginidad a los ojos de Alejandro.
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