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Historia

Capítulo 5 Mi mercenario- Libro 4

Palabras:2412    |    Actualizado en: 15/03/2022

frío, calculador y vengativo. Escuché de fuentes confiables que nada le importa, él hace cualquier trabajo en nombre de la familia de la mafia. Gracioso, ¿cómo estás tan seguro de que a la muerte d

ngo cortesías para ese club de moda en el centro. - ¿Balada? Lo siento, pero me siento mal. ¿Qué tal la próxima vez? “Yo no quiero saber, tú lo sabrás. Parece una novena de noventa años, espera, las novenas son más animadas. Vamos, por favor, por favor. — No puedo resistirme cuando mi amigo hace pucheros y termino aceptando. “Pero cuando descubras a quién encontré por casualidad vagando por las calles de la ciudad, quedarás impactado. - Ok dulzura. En el coche me dices, ahora, vamos, por favor. Sutilmente empujo a Diego y cierro la puerta de la sala. Me dirijo hacia la secretaria y le entrego la llave a la persona a cargo. Caminamos hacia la salida, y luego veo el elegante auto rojo deteniéndose. Seguro que quiero reírme. Admiro el coraje audaz de mi amigo, quién sabe si yo fuera un poco más como él, sería diferente. A veces pienso en ello, las palabras de ese cretino no quiero decir su nombre todavía rondan mis pensamientos. Sin embargo, ¿cómo puedo cambiar? ¿Salir con muchos hombres, ir a discotecas todos los días de la semana, beber? Nada de esto encaja con mi personalidad, y admiro a quienes logran tener una vida ocupada. Como siempre, nos enfrentamos a un largo atasco de tráfico. Lo que me dio tiempo suficiente para contar en detalle todo lo que pasó. Como yo, Diego estaba asombrado de la coincidencia de que ese hombre estuviera en São Paulo en Brasil. Los chillidos emocionados acompañados de los aplausos atronadores hicieron evidente que estaba emocionado por la posibilidad de una nueva reunión. ¿Lo que puedo decir? Tiene un dedo meñique podrido para las relaciones. Desde que lo conozco, sus novios siempre terminan engañándolo o viceversa. Froto mis manos sudorosas y temblorosas en la tela de mis pantalones. No quiero volver a encontrarme con él. Cierro los ojos por un minuto, tomando una respiración profunda. Y como si fuera ahora, puedo escuchar su voz ronca y sin aliento diciéndome que me vaya, como si estuviera hablando con un perro, o algo peor. Su tono de voz, el desprecio en sus ojos, todo eso tocó una cuerda en mi alma más que nada. La primera vez que me arriesgo a tener sexo con un extraño, me tratan como basura. Tal vez esta vida al azar no es para mí. Atravesamos el caótico tráfico durante otros treinta minutos hasta que llegamos al edificio. Emocionado, Diego sigue hablando sin parar. Escucho pocas palabras, pero todo se reduce a cómo tuvo que coquetear con alguien para conseguir las entradas, o cómo tenemos que sacudir el suelo y bla, bla, bla. Asiento con la cabeza, me siento una mala amiga por tratarlo así, pero ya me sé el repertorio. Salimos del coche en el garaje subterráneo, nos detuvimos frente al ascensor y esperamos. La puerta no tarda en abrirse. Mis ojos casi se salen de sus órbitas, justo cuando mi boca cuelga abierta, esperando una mosca. Caio está dentro del ascensor, con una bolsa colgada a un lado. Su estilo sencillo y casual es un encanto para mí. Sonriendo tímidamente, nos saluda con la mano. Por el rabillo del ojo puedo ver a Diego turnándose para mirarnos. Quiero darle un codazo, pero si lo hago, es como firmar mi sentencia de muerte. Así que finjo que no sé nada haciendo completamente egipcio la situación. Vuelve al lado contrar

is dedos sobre la tela blanca. Ya que tengo que usarlo, mejor ponérselo de una vez. Me levanto el vestido por las piernas y me sorprende que no tenga un escote gigante en la parte delantera, pero en cambio en la espalda el escote baja hasta las caderas dejando la piel completamente expuesta. Al menos no está agarrado, su longitud es corta, pero todavía puedo respirar. Elijo unas sandalias plateadas, me seco el pelo con el cepillo ondulado y termino con un maquillaje más fuerte de lo habitual. Sólo por hoy me liberaré de estas ataduras. Quiero ser libre, sin culpa ni miedo a la vida. Es tu noche, María Luisa. Capítulo 7 Golpeo mi pie impacientemente en el suelo. Si hay algo que mata mi puta paciencia, es esperar a alguien. Marcelo llega veinte minutos tarde a la hora acordada. Tal vez debería arrancarle la oreja y hacerle un collar para que aprenda a ser puntual con la gente. No necesita ambos de todos modos, bien podría vivir con solo uno. Conozco gente que vende órganos en el mercado negro por una pequeña fortuna. Por supuesto, estas adquisiciones son ilegales, pero como me enseñó el viejo, no interfiero en el trabajo de nadie mientras no se interpongan en mi camino,

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