2: Una ja
taba. Nunca les había importado. Desde niña, había sabido que para ellos solo era un nombre
taran como fantasmas en la penumbra. Su pecho se apretaba con desesperación, y sus ojos a
u nombre estaba ahí, al lado del de Gabriel Montenegro. Un hombre que no conocía, un hombre
. -susurró, aunque su
de encierro se hacía más fuerte. La mansión en la que había crecido siempre le había parecido fría, inmensa y vacía
on fuerza y apoyó la espalda contra ella. Tenía
tras la abría y comenzaba a meter algunas prendas. No sabía a dónde iría, ni qué
la puerta se
s que está
n una expresión dura, los brazos cruzados sobre su
laró Isabela, con la voz
ltó una car
actamente? ¿Crees que
pero no respondió. Por
rebató la maleta de las manos, arrojándola sobre la cama-. ¿Tienes ide
s? -susurró Isabela, sintien
in dudar-. Si pensaste que alguna vez ser
. No era su hija. No era una persona
salir de la habitación, dejando la puerta abierta
.. es que