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Sabrina Capri es una mujer casada de 39 años, bien conservada, determinada y adicta al trabajo cuyo objetivo es llegar a ser la primera CEO mujer de la empresa en donde trabaja. Un día conoció a un chico mucho más joven que ella, torpe, irresponsable, guapo, atrevido y con tanta vivacidad que le hacía recordar esa juventud que un día tuvo. Éste más temprano que tarde le hará despertar un lado del que creía perdido generando una serie de conflictos para ella.
Desde que tengo uso de razón he fantaseado con el poder. Crecí viendo a Xena, la princesa guerrera. Así que mi motivación para lograr mis metas siempre era influenciada por la pregunta: "¿Qué haría Xena en esta situación?"
Aunque mi padre no le gustaba que viera ese programa y decía que se vestía como una golfa, que sólo fomentaba el morbo de los hombres y mostraba una mala imagen de cómo debía ser una mujer. A mí, por el contrario, me parecía fascinante cómo una mujer lograba imponer su poder por encima de un mundo gobernado por hombres.
Pero cuando crecí, comprendí que mi padre sólo era un simple humano, como muchos otros, que le daba pavor el poder femenino, quizá por eso amedrentaba a mi madre hasta el punto de someterla. Y así fue hasta el día de su muerte. Está demás decir que no lo lloré, más bien sentí pena por él. Murió sin ver cómo su hija, a quien constantemente le hablaba sobre cómo, desde su punto de vista, una mujer debería ser, se convertía en algo que él nunca, ni en un millón de años, lograría.
Pero esta historia no se trata de la típica chica cuya relación con sus padres la afectó eternamente. De hecho, se trata de cómo la lengua se convertiría en el castigo del cuerpo.
Antes de hacer un lado el tema de mi padre, he menester explicar sobre las contantes humillaciones que le ofrecía a mi madre, sobre todo cuando prefería acostarse con otras en vez de su esposa. Si me lo preguntan, no me importaba. Mientras menos se acercaba a mi madre, mucho mejor para mí.
Gracias a esto decidí hacerme una promesa: nunca sería como él.
Como dicen por ahí: nunca digas nunca.
Obtuve un suma cum laude en administración de empresas y una maestría en economía. Pasé parte de mi juventud adquiriendo todo el conocimiento necesario para lograr prepararme para mi profesión. Tenía una meta en mente, la de ser unas de las pocas mujeres que ha llegado a ser CEO de una empresa y la primera en Industrias Teck. La empresa de tecnología más importante del país.
A los 28 años me aceptaron como parte del equipo de trabajo. Mis resultados eran precisos y cada objetivo que me implantaban, lo completaba, pudiendo ganarme la admiración de mis superiores. Tanto así que, luego de poco menos de una década, bajo la tutela de unos de mis mentores, logré llegar a ser gerente de mi propio departamento.
En un mundo donde los pantalones son los que dan las órdenes y las faldas son simples empleados sujetos a obedecer, el llegar a ser gerente hizo eco en oídos importantes.
Pero no fue hasta que mi mentor y tutor, el cual era CEO, luego de un tiempo, reunió a todos los gerentes de los departamentos para una junta muy importante.
-Para el comienzo del segundo semestre de este año, estaré dejando mi puesto como CEO de Industrias Teck -todos nos miramos con incredulidad -. No es secreto que mi condición de salud se ha deteriorado en este último año. He consultado con mi doctor y a mi esposa. Hemos decidido adaptar nuestra vida y enfocarnos en la salud.
-Señor, creo que...
-No he terminado aún, señor Gale -dibujé una sonrisa en mi rostro luego de presenciar su insolencia. Digamos que Gale y yo no éramos particularmente un "dream team" -. Como sabrán, mi puesto estará disponible. Los accionistas al principio no estaban de acuerdo, pero los logré convencer con la condición que sería yo quien elegiría mi remplazo.
Los murmuro empezaron a ser protagonista en aquel lugar y las miradas desafiantes entre todos no se hicieron esperar. Había mucha tensión. Al principio se creía que en ese instante se elegiría al remplazo. Pero todos nos adelantamos a los hechos.
-El próximo CEO será uno de ustedes. No existe persona en este lugar que no haya sido entrenada por mi persona. Asumo que la mejor opción para mi remplazo, estará aquí. Para mí, todos están capacitados para asumir responsabilidades - se levantó usando su bastón y se inclinó hacia el frente -, pero sólo uno de ustedes estará capacitado para ocupar mi lugar.
Cuando dijo esto último, me acribilló con la mirada. La profundidad de sus ojos penetró mis defensas. Él sabía que yo tenía algo especial. Sólo tenía que demostrarlo.
Más temprano que tarde, las repercusiones de las decisiones de otros me lograban crear cambios en mi vida. Me sentía pensativa y muy risueña. El creer que todo podía llegar a ser mío rasgaban las aguas de mi ansiedad.
Tenía que conversarlo con Roy, mi esposo. Sí, creo que el no mencionarlo primeramente pueda generar ciertas dudas sobre mí. No culpo a nadie de eso, incluso aceptaré que me tilden de la manera que quieran. Yo también estoy sorprendida de haberlo hecho.
Lo cierto eran que de buenas a primera yo no creía en los matrimonios. Ni mucho menos en las relaciones por obvias razones. Sin embargo, de alguna manera, Roy me hizo cambiar de parecer. Me convenció de las ventajas de su presencia en mi vida.
Debo aceptar que, al menos en los primeros años, sentía ese amor que nunca había experimentado. La manera en cómo actuaba ponían en claro su alto nivel de responsabilidad afectiva.
¿Lo amo? La pregunta, para muchos, puede significar algo simple o, por el contrario, un mar de aristas y directrices. Yo me inclinaba más a lo segundo. Aunque sin duda, era mi persona favorita.
Ambos manejábamos proyectos diferentes, por eso cuando le dije sobre mi posibilidad de ser CEO de la empresa, la manera en cómo lo tomó no me sorprendió:
-Dijiste que ibas a renunciar - dijo mientras preparaba la cena -. Teníamos un plan...
-Lo sé.
-¿Lo estás considerando?
Fue un rotundo sí lo que respondí en mi mente, podía observar sus brazos definidos y la silueta de su torso desnudo cubierto por un delantal negro mientras cortaba algunos vegetales. Siempre me impresionó lo preciso de sus manos, la delicadeza de sus cortes quirúrgico y la suavidad del metal haciendo su trabajo.
-Interpretaré tu silencio como un sí.
Las personas siempre hablan del dinero y el poder como similitudes u homologias, pero no existe nada más alejado de la realidad. Poder era lo que mi padre tenía sobre mi madre, mientras que el dinero era lo que tenía para comprarme la prenda que me gustaba. Sin importar qué tanto dinero, el poder es algo que va más allá. ¿Cuál creen que importa más?
Esa era una cuestión bastante debatible. Nuestro plan por otra parte, carecía de solidez. Le habían ofrecido un trabajo en Paris, ser el Chef del Continental, el restaurante más imponente y con más tradición de Francia. Por otro lado, él había logrado persuadir a ciertas personas para conventirme en el CEO de una pequeña empresa que desarrollaba app para teléfonos.
Roy creció en una familia de clase media, con todas las libertades y beneficios de la misma, mientras que yo, peleaba en contra de las dificultades de mi propio destino. Yo no quería un título. No me importaba las etiquetas. Mientras él era llevado todos los días en auto propio al colegio, yo debía tomar el subterráneo y enfrentarme a la verdadera cara de la ciudad que no se muestra en los panfletos turísticos.
Yo no quería ser CEO de una empresa pequeña de poco prestigio que posiblemente sería absorbida por otra grande. Yo quería poder, yo quería ser la empresa que absorbe a otras. ¿Cómo le hacía entender a él que, para mí, esa oferta sólo era una bazofia?
-No lo sé -logré decir. Pésima respuesta, lo sé.
El cuchillo se detuvo y este me observó con incredulidad. Una de las virtudes más grandes de mi esposo era precisamente su capacidad para implementar una paciencia bendecida sólo por dioses, muy al contrario de la mía. Pero incluso después de mi respuesta, vi que la había colmado.
-Lo sabía. Estaba seguro que...-No dijo más. Respiró profundo, se lavó las manos e hizo a un lado su delantal negro. Sólo tenía un short pequeño. Le gustaba cocinar con poca ropa.
Las líneas de su mandíbula griega se dibujaron pronunciándose por encima de sus pómulos afeitados. Su nariz era perfilada y sus ojos marrones transmitía todo aquello que sus labios finos no decían.
-Es una gran oportunidad para mí -agregué al ver que se dirigía a la habitación.
-Exacto, es una gran oportunidad para ti. No para nosotros.
-¿Qué quieres decir con ello? -sabía exactamente a lo que se refería, pero incluso mi negación nublaba mi estabilidad.
Se paró al frente de mí vestido con un par de banqueros y una camisa de cuadros negra con las mangas recogidas. Encogió los hombre y caminó hacia la puerta.
-¿a dónde vas? -le pregunté sólo por hacerlo.
Pero lo único que recibí como respuesta fue el sonido de la puerta al cerrarse.
-Hermosa charla -dije para mí.
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Desperté en medio de la madrugada. El reloj en mi teléfono marcaba las 3:00 am. Mi mano sintió vacío el otro costado de la cama. Roy no había regresado. No solía hacer eso, pero tampoco era la primera vez. Él era muy diferente a mí cuando se trataba de sobrellevar sus problemas, prefería sentarse al frente del mar y pensar. En cambio yo, era más del tipo de persona que ocupaba su tiempo con trabajo. Si hay algo que aprendí es que el tiempo es demasiado importante como parar perderlo. Así que me levanté, abrí mi laptop y empecé anotar algunas ideas para fomentar mi plan. Sería yo quien tendría ese puesto.
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Poco puedo decir sobre mi día. Eran casi las 8:00 am cuando salí de mi apartamento y aún Roy no había llegado. Suponía que se había ido directamente al restaurante. Entendía profundamente a mi esposo, al igual que yo, él también tenía ambiciones, cosa que admiraba de él, pero esa oferta en Paris no iba a ser más que retroceder su profesionalismo. La oferta era buena, pero la comida muy tradicional y poco innovadora. Roy valía más que eso.
Aun así, quería dejar a un lado mis problemas matrimoniales. Tenía que concentrarme en mi trabajo, había mucho por hacer y el tiempo parecía demasiado corto. No fue hasta la noche cuando las cosas tornaron un camino lo bastante turbio y sombrío.
Cuando se acercaba la hora de terminar la jornada, mis empleados se me acercaron con una sorpresa.
-Jefa, queríamos agradecer la oportunidad que nos dio -dijeron un par. Uno de ellos sacó una especie de cajita cubierta de papel de regalo.
-No tenían que...
-Dejenos hablar-prosiguió otro-. Es lo menos que podemos hacer por usted. También se ha corridos un rumor, todos aquí queríamos que tanto de ello era verdadero.
-¿Qué clase de rumor? -agregué llena de curiosidad. Los colegas se veían unos a otros con una sonrisa llena de dudas e impaciencia.
-Es que...
-¿Es cierto que puede llegar a ser la nueva CEO de Industrias Teck? -preguntó otro interrumpiendo a este.
Pude escuchar cómo le recriminaba, lo que me pareció gracioso apremiando su impaciencia. A partir del momento exacto cuando me dieron la noticia, sabía que no podía cometer la imprudencia de hablar sobre ello. Así que tenía que ser más inteligente al momento de responder.
-No tiene que responder Jefa -se apuró a agregar otro -. Le dije a Rick que tales preguntas no deberíamos de hacer. Lamento que no haya seguido mis sugerencias.
-¿De qué estás hablando, si el de la idea fuiste tú?
-Así es, pero luego te dije que lo olvidase.
Ambos iban a empezar una discusión hasta que levanté mis manos sin decir nada. Todos hicieron silencio. Al igual que ellos, yo también estuve en sus lugares y me emocioné un montón al enterarme sobre la ascenso de mi antiguo jefe. Comprendía su impaciencia.
-Creo que está bien por hoy -respondí mientras me levantaba -. Para el lunes quiero los encargos que pedí. Con respecto a lo otro... -pude notar sus expresiones de curiosidad -, yo les recomendaría que no fuesen tan imprudente cuando hablan.
-Entonces no hay motivo para salir hoy por un par de barras.
-¿Quién dijo que debía haber un motivo? -pregunté con una falsa mirada seria. Luego de ello sonreí y todos cambiaron su aura a una fiestera.
-Pues nada, la jefa también se une hoy.
Nuevamente, todos explotaron en una discordia de palabras y súplicas. Pero no podía, todavía el día para mí no había acabado. A lo que yo agregué:
-Vayan ustedes, yo después los alcanzó.
Me volví en una rompedora de sueños cuando vi sus rostros desilusionados.
-Siempre dice lo mismo, pero nunca lo hace.
-¿Qué les hace pensar que esta vez no será diferente? Vayan, yo todavía tengo mucho por hacer.
-No trabaje tanto -dijo mi secretaria -, permítase vivir.
Yo sólo le respondí con una sonrisa. ¿Cómo decirle que precisamente mi trabajo fuerte es lo que me llevó a estar donde estoy. Aún así, no le vi la necesidad de seguir explicándoles. Cada uno tomó sus bolsos y sacos y se despidieron con una sonrisa.
Mi equipo de trabajo ciertamente era impresionante. No tenía casi nada que recriminar. Siempre eran responsables y se adaptaban a mis exigencias. Por esa parte, estaba más que contenta.
Pasaron un par de segundos cuando mi teléfono sonó. Al ver la notificación, me di cuenta que era Roy.
Roy: Estás atrasada.
Roy: Sabía que lo olvidarías nuevamente.
Yo:¿De qué estás hablando?
Roy: La cena.
La cena, maldición. Había olvidado por completo que la cena que tendríamos con sus padres. Ya de por sí no estoy en buenos términos con mi suegra, muy al contrario de mi suegro, que curiosamente me llevaba mejor con él que su propio hijo. Tal vez eran porque se parecía más a mí. Una virtud que me hizo ganar su completa bendición.
Yo: Dile que lo lamento mucho. Llegaré un poco más tarde.
Roy: Olvídalo, ya no necesitas llegar.
Aquellas palabras resolvieron mi estómago creando un odio. Mi actitud defensiva se postró en mi cordura y se apoderó de mí paciencia.
Yo: Te fuiste como un cobarde ayer. ¿Qué mierda iba a creer que la cena de hoy seguía en pie?
Pensé un instante antes de enviar. Sabía que no era una buena idea. Pero simplemente lo hice. Y en el exacto instante de hacerlo. Me arrepentí. Ya no recibí más respuesta que el simple visto. El daño estaba hecho.
Medité si debía disculparme. Sólo hice eso.
Un par de minutos pasaron, cuando el teléfono volvió a sonar creyendo que era mi esposo. Ésta vez no era él, provenía de un número desconocido, pero sabía exactamente de quién era.
Numero desconocido: ¿Trabajando?
Esperé un poco para responder, e incluso, pensé si era correcto o no hacerlo. Entonces otro mensaje volvió aparecer:
Número desconocido: Qué curioso que la persona más impresionante y dominante que conozco esté en la palma de mi mano.
Seguidamente, envió una imagen de su mano en una perspectiva en donde, desde donde estaba sentada, me veía en la palma de su mano.
Y, desde ese instante, supe que sería una larga noche.
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