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Emiliano Rodríguez regresa a México para estar presente en el funeral y la lectura del testamento de su padre, quién ha dejado indicaciones siempre y cuando cumplan las cláusulas de este es que podrán tomar control de los negocios de la familia. Pero Emiliano no está interesado en asumir nada que tenga que ver con los negocios turbios de su familia, ya que sería tener dos enemigos más contra él: Sebastian y Leonardo, sus dos propios hermanos, hasta que se encuentra con Alicia, la nueva empleada doméstica de la casa de la cual su difunto padre ha dejado ordenes claras de mantenerla en la casona aun en su ausencia. Pero sin previo aviso, todos los planes de Emiliano se van por la borda cuando el deseo nace entre él y la chica del servicio...
Manhattan, New York, Estados Unidos.
Emiliano levantó la vista de nuevo para confirmar lo que veía en la pantalla de la bolsa de valores, hojeó una que otro documento que tenía en sus manos, un par de televisores frente a él que estaban empotrados en la pared visualizaban las gráficas donde mostraban que el dólar decayó y otra donde el euro subió.
En uno de los televisores tenía el noticiero internacional que veía cada mañana después de su rutina de ejercicio en el gimnasio privado, el teléfono inalámbrico que estaba sobre el escritorio, sonó pero no contestó dejándolo que entrara directo a la contestadora.
-"Emilio, contesta. Ahora..."-era su madre y estaba muy alterada, no lo pensó dos veces cuando ya tenía el auricular en su oído.
- ¿Qué es lo que pasa? -la mujer al otro lado de la línea apenas podía hablar. Emiliano lanzó los documentos sobre el escritorio y se puso de pie de un movimiento.
-Tú padre...-más llanto, sintió como los músculos de sus hombros se tensaron. -Se ha ido...ya no late su corazón...-el llanto aumentó, se escucharon voces y luego más ruido.
- ¿Carnalito? -Era su hermano Leonardo, -era el del medio de tres hermanos- se escuchó a lo lejos más llanto de su madre. -Arráncate a Guadalajara pero como chile quemado, nuestro "apa" se nos fue...
-Salgo en este momento. -contestó de inmediato y luego colgó. - ¡Ryan! -llamó a toda prisa, el hombre en traje de marca italiana entró de inmediato al gran despacho de estilo minimalista.
- ¿Si, señor Rodríguez? -Ryan notó que su jefe estaba alterado.
-Necesito...-hizo una pausa breve para tomar aire, se llevó la mano a su rostro y luego lanzó más órdenes. -Una maleta con ropa básica, pasaportes y visas, los permisos de vuelo de emergencia, un auto y un equipo de seguridad de alta confianza esperando en el aeropuerto de la ciudad de Guadalajara, necesito salir en cinco minutos, cancela toda mi agenda hasta nuevo aviso. -Ryan estaba sorprendido, su jefe era estricto con los tiempos para cumplir al pie de la letra la agenda personal, ¿Qué lo tenía tan alterado?
-Sí, señor, -este salió a toda prisa intentando imaginar que es lo que estaba pasando. Ryan era el asistente personal de Emiliano, tenía cinco años trabajando para él y solo lo que su jefe quería que supiera de su vida, él estaba al tanto. Ni más ni mucho. Emiliano era estricto con su vida privada y ahora, se tenían que ir del país.
***
Aeropuerto Internacional de Guadalajara Miguel Hidalgo y Costilla.
Cinco horas y quince minutos después Emiliano subió al auto blindado escoltado por cinco hombres de seguridad privada, ya en el interior, dejó caer su cabeza en el cojín del respaldo y cerró sus ojos sintiendo el movimiento del auto.
-Señor, el cinturón de seguridad por favor. -Ryan le pidió en un tono serio, Emiliano se irritó y se lo puso sin replicar a nada, no había podido detener sus pensamientos ya que lo abrumaron por completo los recuerdos junto a su padre, había comenzado a recordar cuando se fue hace quince años de la hacienda "El patrón" con solo dieciocho años recién cumplidos, ese día se había peleado con sus dos hermanos, le habían reventado el labio y una ceja, recordó el sabor metálico de la sangre en su boca y el dolor del labio roto, la ira que albergaba en su interior cada vez que sus dos hermanos, Sebastian –el mayor- y Leonardo –el del medio- le recordaban que no era un Rodríguez, que nadie creía que era hijo de su padre don Emilio, así que siempre le hacían bullyng cada vez que había oportunidad y sin que su padre se enterara. - ¿Quiere algo de agua, señor? -Ryan lo sacó de su pensamiento, Emiliano negó.
- ¿En cuánto tiempo llegaremos? -preguntó al hombre al volante, sus miradas cruzaron por el retrovisor.
-El viaje es de una hora y veinte minutos, depende del tráfico, pero me asegurar de llegar en menos tiempo, señor Rodríguez.
-Gracias. -Emiliano soltó el aire entre dientes de manera discreta, quería llegar ya a la hacienda, ver por última vez a su padre, y consolar a su madre, para después regresar a Manhattan, "Eso hubiera pedido su padre desde el mismo infierno". La hacienda se localizaba en Ahualulco de Mercado, en una zona de plantíos de agave en Jalisco, era monumental el lugar, Emiliano recordó impregnado en cada una de sus esquinas el aroma de antaño, siempre le había fascinado como la vegetación cubría gran parte del lugar resaltando su belleza. Recordó también cuando de niño corría por sus amplios pasillos, había una gran cocina con rica comida y la cual era su escondite favorito en el que sus hermanos tenían prohibido entrar para golpearlo. Su habitación tenía una gran chimenea y una tina grande, recordó sus juguetes flotando en el agua llena de burbujas. Le encantaba explorar la antigua capilla donde acomodaba sus soldados de plástico en color verde zacate, -así como Emiliano decía y su padre reía- pero lo más fascinante era el salón de eventos donde un fin de semana al mes había fiesta y con ello muchos niños, también recordó la sala de juntas donde la mayoría del tiempo su padre se la pasaba gritando a otras personas, pero su segunda parte favorita de la hacienda eran las piscinas y los grandes jardines para correr casi imaginando que podía volar y evitar que sus hermanos siguieran lastimándolo.
-Señor, hemos llegado. -anunció Ryan con la puerta abierta del lado de Emiliano despertándolo de su breve siesta imprevista.
-Gracias. -este se retiró el cinturón de seguridad y se puso sus lentes de sol al bajar. -Terminemos con esto lo más rápido posible para marcharnos.
Grace Parks, una mujer valiente y decidida, enfrenta los desafíos que la vida le presenta: un padre atrapado en la espiral de la adicción al alcohol, una renta mensual apenas suficiente y un empleo que apenas le permite llegar a fin de mes. La situación toma un giro inesperado cuando se ve envuelta en una deuda que pone en peligro su seguridad y la de su padre. A regañadientes, acepta un acuerdo con un enigmático magnate en la privacidad de su oficina, con la esperanza de saldar la deuda que los amenaza. Sin embargo, mientras se sumerge en este pacto sombrío, lucha por evitar que el amor surja entre ellos. Lo que comienza como una transacción comercial se convierte en un intrincado juego emocional cuando Grace y el magnate se enfrentan al dilema de resistir la creciente conexión entre ellos.
Mila Walker es la hija de una de las hacendadas más influyentes de la región, su madre, Catherine Walker, es una figura maternal sobreprotectora que está decidida a encontrarle un esposo adecuado sin su conocimiento. John Harper, tentado por la rebeldía de Mila, accede a participar en el plan de Catherine. Sin embargo, sus planes se ven trastocados cuando surgen sentimientos inesperados entre ellos. Ahora, con las reglas del juego cambiadas, Mila ha conquistado el corazón de John, enseñándole que la vida no siempre sigue un guion preestablecido.
Isabella ha pasado de ser una empleada del año en una importante empresa automotriz, a una desempleada en un parpadear de ojos. Con cuentas que pagar, solicitudes en línea para aplicar, encuentra finalmente después de meses un trabajo que puede sacarla del agujero en el que está financieramente. Pero, este trabajo no es el que le daría ese puesto para el que ha estudiado en su prestigiosa universidad, es para ser la asistente de un CEO que nunca le duran las empleadas por su carácter "especial", así que decide correr el riesgo esperando ser quien sea la que se quede en ese puesto y no solo ser... De las que se van.
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Como simple asistenta, enviar un mensaje al CEO en plena noche para solicitar películas pornográficas fue un movimiento audaz. Como era de esperar, Bethany no recibió ninguna película. Sin embargo, el CEO le respondió que, aunque no tenía películas para compartir, podía ofrecerle una demostración en directo. Tras una noche llena de pasión, Bethany estaba segura de que perdería su trabajo. Pero en lugar de eso, su jefe le propuso: "Cásate conmigo. Por favor, considéralo". "Sr. Bates, está bromeando, ¿verdad?".
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Sólo había un hombre en el corazón de Raegan: Mitchel. Tras dos años de matrimonio quedó embarazada. Raegan se sintió muy feliz. Pero antes de que ella pudiera darle la noticia, él solicitó el divorcio porque quería casarse con su primer amor. Más tarde, Raegan tuvo un accidente y, tumbada en un charco de su propia sangre, le pidió ayuda a Mitchel. Sin embargo, se fue con su primer amor en brazos. Afortunadamente, Raegan escapó por poco de la muerte y decidió retomar su vida. Años después, se hizo famosa en casi todo el mundo. Después del divorcio, Mitchel se sintió muy incómodo. Por alguna razón, empezó a extrañarla. Le dolió el corazón cuando la vio sonreírle a otro hombre. En la ceremonia de su boda, él irrumpió y se arrodilló. Con los ojos rojos, preguntó: "¿No dijiste que tu amor por mí era inquebrantable? ¿Por qué te casas con otro hombre? ¡Vuelve a mí!".
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Ibiza fue invitada a un evento importante de la empresa para la que trabaja y allí se encontró con una desafortunada situación. Sin que se dieran cuenta le suministraron un fuerte afrodisiaco, el cual la hizo pasar la noche con un hombre supuestamente desconocido. Sin embargo, aquel hombre resultó ser uno de los hijos de su jefe, pero todo se tornó complicado cuando producto de esa noche ella quedó embarazada. ¿Qué sucederá cuando un padre rechace a su bebé sin haber nacido y encima de eso pretende que lo aborten? Esa es una buena pregunta si resulta que años después regresas en busca de perdón para enmendar el error que jamás debió de haber sucedido.