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Dos enemigos. Un padre desquisiado. Manda a casar a su hija
- Todavía soy virgen, su majestad...- Abril dijo nerviosa sin levantar su cabeza.
- Te trataré con cuidado, ¡disfrútalo!
En seguida, Alessandro bajó el vestido de Abril, y cuando el cuerpo de Abril quedó expuesto, se veía brillante, rechoncho y con curvas, y él se sentía cada vez más caliente.
Sin más vacilación, Alessandro hizo lo que quería de inmediato.
Entre los resoplidos, se escucharon unos llantos en voz baja...
Alessandro la invadió con avidez, como si fuera un solodado valiente en la batalla, mientras masajeaba las montañas redondas sin olvidar estimularlas con su mano gruesa. Abril cerró fuertemente sus ojos, reprimiendo el placer que nunca había sentido.
- Abril, eres increíble...-dijo Alessandro que apenas soltó todo.
- Ah... su majestad, ¿podría bajar su voz?, otros sirvientes afuera lo escucharán...
- En mi placio, todo es mío, podemos hacer lo que queremos, -bromeó Alessandro.
- Ah ah ah su majestad, dame, por favor...
El repentino mordisco de él la dejó sin aliento.
No importaba lo que suplicara Abril, Alessandro continuaba haciendo sus propias actividades. Ahora, ambos fueron devorados por sus olas de deseo. Sin darse cuenta, la mano de Abril acarició el elefante de Alessandro mientras presionaba más deseada.
Alessandro, que originalmente era indiferente, ahora parecía hambriento, como si realmente estuviera disfrutando...
Abril estaba sentada en la cama abrazando sus rodillas, el frío invierno calaba sus huesos como filosas espinas, ella intentaba cubrir su pequeño y delicado cuerpo lo mejor que podía, pero en aquel palacio abandonado en el que había sido enviada a vivir no le daba el cobijo que necesitaba.
Abril era la primera hija del rey de Venobich, un hombre cruel y despiadado que veía a todos sus hijos como simples herramientas.
En el reino Laios el heredero al trono siempre era el primogénito, no importaba el género del niño, sin embargo el rey no quería a una niña pequeña y enfermiza como su heredera, así que la envió a la parte más recóndita del palacio para que muriera en silencio.
Abril se había aferrado a la vida con todas sus fuerzas, a pesar de que solo recibía una comida al día y de que no tenía las condiciones adecuadas para sobrevivir ella no se dio por vencida y se aferró a la vida de manera admirable.
En el silencio y entre lágrimas se repetía una y otra vez.
_ No quiero morir, no quiero morir, Dios, si me estás escuchando ayúdame por favor, no quiero morir.
Abril repetía esas palabras cada día, una y otra vez. Nadie lograba entender por qué un ser tan débil y desafortunado como lo era ella seguía aferrándose a la vida, un día una de las sirvientas que le llevaba comida una vez al día le preguntó.
_ ¿Por qué sigues queriendo vivir?, ¿Acaso no sería más fácil dejarse morir?, así todo el dolor y el sufrimiento que estás sintiendo desaparecería.
Abril tenía 12 años, a esa corta edad 6 años habían sido un infierno, pero ella no se rendía ante las garras de la muerte que cada día le susurraba al oído que dejara de luchar.
Mientras comía la espesa sopa con un hambre voraz Abril le contestó.
_ ¿Por qué no te tiras de la torre más alta de este castillo?
_ ¡Estás loca!, si lo hiciera moría.
_ Lo ves, así cómo tú vida es valiosa para tí, mi vida es valiosa para mí, así que deja de pedirme que muera, por qué no lo haré.
Ella continúo comiendo en silencio, al terminar la sirvienta tomó la bandeja con los platos vacíos, ella no había dejado ni una sola miga, se lo había acabado todo.
Después de que la sirvienta se fuera Abril se asomó por la ventana, fuera la nieve había empezado a acumularse, mientras veía a través de la ventana alzó su mirada al cielo y volvió a decir su pequeña oración juntando sus dos manos.
_ No quiero morir, por favor Dios, no permitas que muera.
_
le dio una el velo y los adornos de su cabello, los adornos eran pesados y le provocaron un fuerte dolor de cabeza, después intentó quitarse el vestido pero no podía hacerlo por su cuenta, debía esperar a que la sirvienta regresará para pedir su ayuda. Sin nada más que hacer Abril se quitó los incómodos zapatos que habian estado apretando sus pies y se tiro en la cama, era tan suave y mullida que Abril sintió como si estuviera durmiendo sobre una nube, ella no recordaba haber tenido una cama tan blanda en toda su vida, ella miro el techo de la habitación y pensó.
Creo que tendré una buena vida en este lugar.
Abril terminó quedándose dormida ya que la sirvienta nunca volvió, al parecer tampoco iba a tener sus tres comidas en ese lugar, ella suspiró con gran pesar y dijo.
_ ¿Cuándo será el momento en el que podré comer todo lo que quiera?
Abril se tocó el estómago y comenzó a hablar con él.
_ Estómago por qué siempre te tienen que castigar de esta manera, preferiría una paliza si con eso obtengo mis tres comidas.
Toc toc.
El sonido de la puerta siendo tocada hizo que Abril se alegrará, quizás era el momento de su primera comida.
_ Esperó que hayan traído la cesta con frutas que pedí.
Abril volvió a hablarle a su estómago que gruñía del hambre.
_ Tranquilo estómago, por fin llegó la hora de comer.
Abril se levantó de la cama y abrió la puerta, la sirvienta que no había llevado su comida estaba frente a la puerta, ella llevaba las manos vacías.
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