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El matrimonio de tres años no la dejó más que desesperación. Ella se vio obligada a firmar los papeles de divorcio cuando quedó embarazada. El arrepentimiento llenó su corazón al ver lo despiadado que era su supuesto marido. No fue hasta que ella se marchó cuando él se dio cuenta de que esa mujer era a quien realmente amaba. ¿Podría él encontrar alguna manera de sanar un corazón roto? ¿De verdad está dispuesto a darle a ella su amor ilimitado e incondicional?
¡Ring!
De pronto, el sonido del aparato rompió el silencio de la habitación. Patricia Sampson giró la cabeza y contempló su celular con una expresión confusa, entonces vio el nombre en la pantalla y respondió de inmediato, pues no quería que la llamada se cortara. "H- hola...", ella no pudo evitar tartamudear al hablar, sintiéndose nerviosa.
Siempre que recibía una llamada de ese número se inquietaba. y aunque la otra persona no podía verla, ella alisó su suave cabellera con las manos.
"Hoy vuelvo a casa", respondió un hombre del otro lado de la línea.
El corazón de Patricia dio un vuelco y pasaron unos segundos antes de que pudiera volver a la realidad: "¿Necesitas que haga algo? ¿Se te antoja algo en especial de comer? ¿Debo preparar algo más para...?".
"No". El hombre pronunció esto con tanto desinterés que cualquiera pensaría que estaba hablando con un extraño y no con su esposa.
Aunque estaban casados, él siempre la había tratado así, por lo que Patricia estaba acostumbrada a su desdén.
"Oye... necesito hablar contigo", mientras tocaba su vientre, ella se mordió el labio inferior y decidió contarle la noticia, "Yo... podría ser que yo...".
"Tengo que dejarte".
Luego de esto, el hombre terminó la llamada abruptamente.
Con el celular en la mano, Patricia sonrió amargamente y murmuró para sí misma: "Podría estar embarazada".
Patricia y Zac Reynolds llevaban tres años de casados, sin embargo, ella vivía con su familia mientras que él vivía solo en la villa Oakleaf. Durante todo ese tiempo, la única vez que habían dormido juntos fue hace aproximadamente un mes, cuando Zac estaba demasiado borracho y regresó a la casa de la familia Reynolds, no obstante, Patricia sabía que probablemente lo había olvidado debido al exceso de alcohol en su sangre.
Justo cuando comenzaba a sentirse cada vez más inútil en esa familia, ella se enteró de que estaba embarazada.
Estaba dudosa por la reacción que tendría su marido al saberlo.
Después de un par de minutos, Patricia sacudió la cabeza y decidió dejar de pensar en eso, al final de cuentas, su sueño siempre había sido casarse con Zac y eso era todo lo que importaba.
Ella suspiró y se levantó de la cama para ir a preparar el desayuno, pues no quería que el hombre llegara y la tomara por sorpresa.
A pesar de que la joven estuvo cocinando por más de dos horas y se encontró a cada uno de los miembros de la familia Reynolds, su esposo jamás llegó.
Ella decidió mantenerse ocupada durante el resto del día y se quedó limpiando el comedor mientras le echaba un vistazo a la puerta de vez en cuando.
"Pareces ansiosa, ¿acaso Zac volverá a casa?", Tina Ridge, quien estaba sentada en la sala de estar viendo la televisión, preguntó con curiosidad.
"Sí", Patricia pronunció casualmente.
Tina frunció el ceño y exclamó: "¡Qué grosera eres! ¿No sabes cómo dirigirte a mí? Sé que no soy la madre biológica de Zac pero, ¿no crees que deberías hablarme con respeto?".
Para evitar una discusión, la joven simplemente bajó la cabeza y continuó limpiando la mesa del comedor, ya que Tina había sido la persona más difícil de tratar durante todo el tiempo que llevaba casada con un miembro de la familia Reynolds. Con el fin de prevenir una guerra interminable, ella había aprendido a ignorar las constantes provocaciones de la mujer.
"Estoy hablando contigo. ¿Estás sorda o qué?". La otra comenzó a enfurecerse y levantó la voz.
"Tú y tu marido llevan tres años de matrimonio. Él casi no viene a esta casa, ¿no has pensado que quizás hay algo malo en ti?". Tina se acercó a Patricia y la miró de la cabeza a los pies, "¡Eres una buena para nada! ¿De verdad crees que Zac se hubiera casado contigo si tu familia no fuera poderosa?".
Aunque su sangre hervía de coraje, la chica apretó los puños y continuó limpiando en silencio.
Los sirvientes la miraron y sintieron pena por ella, pero por desgracia no había nada que pudieran hacer.
Al no lograr su objetivo, Tina se enojó aún más y gritó: "¡Qué buena actriz eres! Generalmente te levantas hasta después del mediodía. ¿Estás fingiendo ser una buena esposa sólo porque hoy viene tu marido?".
Patricia arrugó un poco el entrecejo pero permaneció callada.
No le había contado a nadie sobre su embarazo porque quería contarle esa buena noticia a su esposo primero, y era cierto que se había despertado tarde últimamente, pero quizás se debía a su estado de gestación.
"¡Ja! ¡Será mejor que disfrutes tus días aquí antes de que Zac te eche! Él es un hombre temperamental y tú eres una mala mujer. ¡Su relación no tiene futuro!", después de decir esto, Tina se tapó la boca ocultando una sonrisa burlona.
Fue entonces cuando los sirvientes saludaron a alguien respetuosamente y la cara de la mujer cambió de repente.
Tina giró lentamente la cabeza para mirar hacia la puerta, y cuando vio a Zac, su piel perdió el color por completo, entonces recobró el sentido y corrió hacia el segundo piso a toda prisa.
Patricia la observó mientras huía y después se acercó hacia el hombre en la entrada.
"Me alegra que estés de vuelta. ¿Estás cansado? ¿Quieres comer algo?". Ella le quitó el abrigo cortésmente, ya que era su deber como esposa. Aunque era raro que Zac fuera a esa casa, Patricia se encargaba de tratarlo bien cada vez que eso sucedía.
Sin embargo, el hombre se quedó inmóvil en la puerta con una expresión impasible, por lo que era difícil saber si estaba feliz o enojado.
Si bien era un hombre indiferente y nunca le había gustado que Patricia lo mimara, ella pudo sentir que hoy había algo diferente en su comportamiento.
"¿Qué ocurre?", la joven levantó un poco la cabeza y observó su perfecto rostro, con la intención de adivinar lo que pasaba por su mente. "Te sientes agotado, ¿verdad? ¿Qué te parece si vamos arriba? Prepararé la tina para que puedas darte un baño relajante".
Zac no respondió y ni siquiera la miró, pasaron algunos minutos hasta que finalmente abrió la boca y dio un paso adelante: "Vamos a la habitación, tengo algo que decirte".
Patricia tragó saliva y un mal presentimiento le erizó la piel. De hecho, se había sentido incómoda desde que hablaron por el celular esa mañana, pero era un nerviosismo diferente al de adolescente enamorada que solía sentir cada vez que lo veía.
La chica estuvo fuera de sí por un largo rato hasta que se armó de valor y subió las escaleras.
La puerta del dormitorio estaba abierta y Zac estaba en frente de la ventana, de espaldas a su esposa.
Era un hombre alto y sus rasgos parecían los de un Dios griego o del príncipe perfecto que mencionaban los cuentos de hadas occidentales. A menudo, Patricia sentía que esto era un sueño, pero al mismo tiempo, no podía evitar sentirse emocionada y orgullosa.
"Preparé la cena para ti, deberías comer algo. Son tus platillos favoritos". Ella sonrió levemente y entró con una bandeja.
Al escuchar su voz, Zac se dio la vuelta y miró su dulce rostro: "¿Sabes? He estado pensando en algo y hoy finalmente he tomado una decisión".
Ella evitó que sus ojos se encontraran y dijo con una sonrisa: "Primero comamos".
Su mirada revelaba los nervios que carcomían sus entrañas, ya que tenía miedo de lo que su marido fuera a decir.
De pronto, Zac se acercó a ella, sus pasos eran tan firmes que resonaron en toda la habitación.
Patricia dejó la bandeja rápidamente y se dio la vuelta para irse:
"Come antes de que se enfríe, te traeré un vaso de agua".
Ella trató de escapar, pero Zac la detuvo con unas palabras tan afiladas como un puñal: "Quiero el divorcio".
Luego de escucharlo, Patricia sintió como si el tiempo y el espacio se congelaran a su alrededor.
Ella salió de su trance después de unos instantes y pretendió salir del lugar como si nada estuviera pasando: "Voy a bajar a buscar algo".
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-Nuestro amor nos llevará a terminar como Romeo y Julieta. - ¿Juntos? - ¡No! Muertos. -Tú siempre tan romántica. -Y tú, tan estúpido. -Ya hablo doña perfecta. -Aunque te cueste reconocerlo, así que no pienso seguir perdiendo mi tiempo contigo. Me retiro antes de que se me pegue lo malo, con permiso joven Sanz. -Hasta nunca B-R-U-J-A fea. Espero que choques en tu escoba voladora y te destroces el rostro para no volverte a ver la cara de mustia amargada que tienes. -Qué tus buenos deseos se te multipliquen insecto -grito la chica al salir corriendo de la casa para tratar de llegar lo más pronto a la parada y alcanzar el último autobús que la llevaría de regreso a la Universidad de Barcelona, donde estudiaba. Esto era tan solo una pequeña pelea a la que se tenía que enfrentar cada vez que se encontraban en la residencia de la familia Sanz o donde coincidieran, en donde había sido contratada como niñera del menor de los hijos de la familia. - ¿Podrás algún día dejar tranquila a "Mi Vale"? Sigue por ese camino y me voy a asegurar que papá te quite todas las tarjetas, congelé todas tus cuentas y de pasada te ponga a trabajar para que dejes de estar molestando a mi chica. - ¡Mocoso! Nadie pregunto tu opinión, ¡Cuidado y abres la boca o me desquitaré contigo! Deberías de estar de mi lado y no de un espantapájaros como ese que no es parte de tu familia y a duras penas conoces. -Mira, quien habla, el chico más estúpido que puede existir en toda la ciudad, si no fuera por tu cara bonita, nadie se fijaría en ti. Te aseguro que en esa cabeza no hay ni gota de masa encefálica de la cual puedas presumir como ella. - ¡Basta! Lárgate a tú cuarto o voy a acabar contigo en menos de un segundo. - ¡Huy! Ya se enojó el niño bonito. Te estaré vigilando, no vuelvas a molestar a Vale. Si ella se marcha por tu culpa, me aseguraré de cumplir todo lo que te he dicho y sabes que no bromeo HER-MA-NI-TO. ¿Quién se atrevía a desafiarlo de esa manera? ¡Claro!, otro Sanz, uno que por lo menos conocía el amor y respeto a las personas sin importar su clase social o personalidad. Para este chico todas las personas eran iguales, hasta que demostraran lo contrario.
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