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El placer no habla con palabras, no se expresa en idiomas y no conoce límites. Cuando hay placer, nada más importa, a menos que... Luna García y Harry Van Wells tienen más diferencias que sólo el lugar de origen, pero entre caricias y placer, encontrarán lo que tanto han buscado, o talvez, lo que tanto han evitado. Sus secretos y fantasmas los hace quienes son, y no hay mejor cosa en el mundo que alguien te ame con todos tus demonios. Esperen, ¿dije amor? No hay amor. O talvez si.
🌙Luna🌙
Las malditas cumbias resuenan en todo el edificio y probablemente en toda la ciudad.
La casera de mi edificio es una mujer colombiana, migrante desde hace cuarenta años con una animada actitud y una insana obsesión por las cumbias. Las coloca todos los días a las ocho de la mañana en punto, cuando su día inicia y eventualmente obliga al resto de residentes a levantarse.
No importa si es fin de semana o día festivo, las cumbias mañaneras no faltan.
Casi nadie aquí se queja ya que el edificio está habitado en su mayoría por latinos que vienen a Londres en busca de un mejor futuro.
El sueño americano fue sustituido por el sueño londinense y la verdad, lo comprendo.
Viajé un par de años a Estados Unidos por mi trabajo, y casi enloquecí. Sobre todo, porque residía en New York y la ciudad era la central de industrialización del mundo. Nada en ese lugar era sano y agradecí cuando mi compañía me trasladó de vuelta a Londres.
Nací en un pequeño país de Sudamérica llamado Ecuador, con paisajes pintorescos, naturaleza envidiable y costumbres tan arcaicas como el sol. Viví allí hasta los diecinueve, edad en la que las situaciones en las que me metí me consumieron y me obligaron a dejarlo todo. La verdad no me quejo. Salir de un pequeño país a una gran ciudad como Londres es un cambio considerablemente bueno, en especial si tu familia es una de las más ilustres de la capital y tus padres son tan modernos como la máquina de escribir. La única persona cuerda en mi familia era mi abuela, quien murió meses antes de cumplir los 19. Después de ella, simplemente me había quedado sola y mis padres, junto con mis dos hermanos menores se encargaron de hacerme la vida imposible. Mi apoyo en ese momento fue mi hermano mayor, Pablo, y el día de mi cumpleaños, me llegó una notificación de que había sido desbloqueado mi acceso a Languaje Teach and Bussines "Allies & CO". Al principio creí que era una red de prostitución o tráfico de drogas, pero al parecer, mi abuela había creado un fondo a mi nombre en la empresa más exitosa del mundo en traductores y maestros de idiomas. Mi abuelo había hecho lo mismo para Pablo, ya que éramos, en secreto, sus favoritos, así que ambos tomamos cursos intensivos de inglés y salimos rumbo a Londres meses después.
Luego de seis años de viajar entre países europeos aprendiendo los idiomas más requeridos en los negocios, mi jefe decidió que era tiempo de que regrese a Londres.
Al parecer uno de sus mejores amigos estaba a punto de perder un gran trato en su banco debido a la imposibilidad de comunicarse, ya que los inversionistas eran italianos y los dueños del banco eran demasiado ingleses para molestarse en aprender otro idioma.
Mi miedo por establecerme en Londres era ambivalente a mi adoración por esta ciudad, pero cómo decir que no a un doble y jugoso sueldo por convivir un año con un hombre en sus setenta, arrogante, aristocrático y millonario. Sinceramente valía la pena y no me podía dar el lujo de rechazar el puesto, en primera, porque mi jefe nunca hubiera aceptado un "no" como respuesta, y en segunda, porque necesitaba el dinero con urgencia después de las vacaciones de un año que me di en Lisboa. La cantidad de dinero que gasté era obscena y mi presupuesto se redujo en varias cifras, así que un sueldo por mis servicios de traductora y un sueldo por enseñarle al anciano el idioma de sus nuevos socios mayoritarios me ayudarían a recuperarme de ese auto asalto producido por mis pequeñas vacaciones.
Sigo bebiendo mi café mientras Celia cambia sus cumbias por rancheras depresivas que te hacen querer saltar del Big Ben, así que esa es mi señal para salir de casa. Me cepillo los dientes, tomo mi enorme bolso, regalo de iniciación de la compañía, donde tengo los instrumentos para hacer mi trabajo, y salgo al estacionamiento en busca de mi auto. Un Jeep CJ – 5 negro sobresale entre los aburridos automóviles a la moda en Londres. Entro en él, y ubico el GPS en mi celular, debido a la antigüedad de mi auto.
Salgo del parking y manejo por las despejadas calles de la mañana de un lunes en Londres. El edificio administrativo y corporativo del banco se encuentra en el centro de la ciudad. Un imponente rascacielos que probablemente sea lo primero que vean los extraterrestres al querer invadir la tierra.
Presento la tarjeta que me proporcionaron en la compañía y entro, dejando mi viejo Jeep entre cientos de Mercedes del mismo modelo y color.
Pongo los ojos en blanco ante tal ridícula imagen y me encamino al ascensor.
Siento que me cosquillean las manos, así que cambio de lado el bolso más de las veces necesarias, y cuando el elevador pita indicándome mi llegada, lo levanto del suelo y salgo.
- Buen día, estoy aquí para presentarme ante el señor Van Wells – digo en un inglés británico perfecto – Soy Luna García y seré su traductora y guía de italiano durante un año.
- Espera aquí – dice la mujer detrás del mostrador con un gesto de asco total.
"Seguramente espera que el jefe sea su Sugar Daddy" – pienso ante el cliché presenciado.
La secretaria tóxica y celosa que odia a la nueva empleada, es un clásico.
- Hola, linda, ¿a quién buscas? – un acento español me devuelve la mirada hacia el hombre a mi costado. Trabajar durante tanto tiempo entre idiomas y dialectos te enseña a reconocer el origen de cada uno de ellos, aunque estén disfrazados de un inglés británico arrogante
- Al señor Van Wells – respondo con sequedad
- ¿Eres su nueva distracción? – pregunta riendo
- Soy su traductora – respondo sin saber porqué
- Estoy seguro que le encantará el juego de "Dime cosas sucias en varios idiomas" – abro los ojos con sorpresa y furia, y volteándome con rapidez, le planto un bofetón en la mejilla que llama la atención de las personas que pasan por el piso
- ¿Cómo te atreves? – digo indignada – Soy una profesional y cuando te digo que soy su traductora es porque soy su traductora y se acabó. Apuesto a que tu jefe no sabe que andas ofreciéndoselo a las mujeres como su fueran puntos para ascender en tu puesto. Es un hombre casado, respetable y con una familia que no necesita empleados idiotas como tú.
- El señor Van Wells la espera en su oficina – la voz incómoda de la secretaria interrumpe mi discurso y la sigo, ignorando al idiota que se queda con una expresión confundida y la mejilla roja – Si quieres conservar tu trabajo, te recomiendo evitarte escenas como esas – dice la mujer frente a la puerta – Y otra cosa, el señor Van Wells ni está casado ni tiene familia, pero concuerdo contigo en que no necesita idiotas como Óscar trabajando con él. Para tu mala suerte, ese al que acabas de golpear, es la mano derecha de tu jefe, así que espero que vayas aceptando que este es tu primer y último día aquí – dicho esto, lo cual sonó no tan desagradable como la primera vez que me vio, se aleja, dejándome con la interrogante de "para quién demonios voy a trabajar"
Abro la puerta e ingreso en la ridículamente amplia oficina que me muestra un gran escritorio que bien podría servir como una cama King Size. La decoración es sobria, si color, aburrida.
Muy inglesa.
Pero eso no es lo que llama mi atención, sino el hombre sentado en la enorme silla de piel. Su postura imponente pero relajada, su torso musculoso, sus ojos azules y su cabello castaño. Tiene el rostro del chico con el que toda chica sueña en su adolescencia, pero para mí, es el rostro del hombre de mis pesadillas. El parecido es alarmante y me aterra que sea él.
"No te atrevas a buscarme" "No pienses en quedarte" "Donde sea que vayas, te encontraré y haré sufrir a quién sea que se acerque a ti" "Hola, amor, ¿me extrañaste?"
Su voz me da escalofríos y la necesidad de correr toma mis extremidades, acercándome a la puerta y tratando de abrirla, pero la voz, su voz me detiene y siento que respiro de nuevo.
No es esa voz.
- Le pregunté si está bien – dice el hombre con mirada preocupada, acercándose a mí.
Conforme su cercanía aumenta, mi corazón empieza a latir con normalidad. Sus ojos con más grandes, su cabello más claro, sus cejas más pobladas, y no tiene ese lunar en el cuello.
- Estoy bien, lo siento – digo tranquilizándome y dejando que me guíe hacia el escritorio.
- Haré que le traigan agua – expresa y me niego, pero ya llamó y la secretaria llega al instante con lo pedido.
Me acerca el vaso de agua y lo bebo de golpe.
- Gracias – digo una vez que mi respiración se normalizó – Y lo siento por el episodio de antes. No sé qué me sucedió – miento. Claro que sé que me sucedió, de hecho, tiene nombre y apellido.
- Nervios de primer día, supongo – repone con una sonrisa.
- Mi compañía me informó que trabajaría para el señor Frederick Van Wells, ¿me podría indicar dónde se encuentra? Creo que ha habido un error – digo entrando al terreno que me corresponde.
- No hay ningún error – dice confundido – Me informaron que mi traductor había sido asignado y que se presentaría antes de las 9 a.m. del lunes 3 de marzo para conocerlo y que inicie su trabajo en la primera junta oficial con mis socios italianos.
- Pero en mi contrato decía que trabajaría para el Señor Van Wells, dueño del banco "Wells Beneficts" – lo contradigo haciendo que sonría ampliamente
- Exacto – dice poniéndose de pie nuevamente – Soy Harry Van Wells, heredero del banco "Wells Beneficts" y déjeme decirle que no se requerirán sus servicios
- ¡¿Qué?! – me levanto de la silla mientras su actitud animada de hace unos segundos da paso a una actitud arrogante y ególatra
- Como escuchó – afirma lo que acabo de oír – Mi padre creyó que necesitaría la versión humana de Cambridge Translate y no es así, puedo manejar mis negocios por mi cuenta, así que le agradezco. Puede irse, recibirá su pago por el día de hoy dentro de uno o dos días hábiles. Tenga un buen día.
- Lamento comunicárselo, señor Van Wells – repongo sin dejarlo marchar – Pero lamentablemente usted no puede despedirme. Si lo que dice es cierto y su padre pidió nuestros servicios, entonces mi contrato está a su nombre y él y la compañía son los únicos en potestad de despedirme o revocar mis licencias – lo encaro – Así que, por qué no me dice en dónde se encuentra mi oficina y el lugar dónde se llevará a cabo la junta, para poder instalarme y prepararme para empezar mi trabajo.
- ¿Crees que un contrato me impedirá deshacerme de ti? – se burla en mi cara – Estás equivocada linda. Encontraré un error tuyo y te marcharás, esta vez, sin un centavo.
- Quiero ver que lo intente – lo desafío con rebeldía
Se aleja y se sienta detrás de su escritorio, mientras me mantengo de pie, esperando que termine de leer mi currículum y me diga dónde está mi maldita oficina.
- ¡Estoy jodidamente enojado y excitado! – una voz conocida truena en la puerta, abriéndola de golpe – ¡Tú! – dice el tipo al que golpeé acercándose a mi – ¡Me marcaste la cara! – me recrimina y me suelto de su agarre
- Me acusaste de ser una zorra, ¿qué querías? ¿besos y abrazos? – le digo son sarcasmo
- ¿Se conocen? – pregunta el jefe idiota del idiota
- Me volteó la cara de un bofetón porque creí que se la ofrecí a tu maldito padre – se queja como niño de primaria, pero ahí está lo que el jefe quería. Un error.
- Así que también eres agresiva – comenta con diversión – Inestable, rebelde y violenta. Mi empresa no puede aceptar a alguien con tu perfil aquí.
- Como le dije, trabajo para mi compañía y su padre. Si ellos no están felices con mi trabajo, me lo harán saber. Ahora, si me disculpan, en mi contrato prometían una oficina propia, así que iré a buscarla. Pueden seguir actuando como niños de primaria hasta entonces – me dirijo a la puerta – Ah, y, señor Van Wells – me detengo mirándolo fijamente – Le recuerdo que nuestra reunión es a las 9 de la mañana en punto, espero verlo ahí.
Con una sonrisa arrogante en mi rostro y expresiones molestas en los suyos, abandono la oficina, desanimada por mi inicio. Le pregunto a la secretaria en dónde está mi oficina y ella me guía hacia la habitación junto a la del jefe idiota. Es amplia, tiene mucha luz natural y un ambiente que me hace sentir segura. Es mía y aquí estaré a salvo.
Preparo las cosas que necesito para llevarlas a la sala de juntas y organizo mi espacio de trabajo. Mi reloj pita a las 9 menos cinco, y me encamino hacia el salón. Aún está vacío y espero con paciencia, hasta que dan las 9 y quince, momento en el que salgo y le pregunto a la secretaria por la reunión con los inversionistas.
- La cambiaron al salón 3B – dice con obviedad – Tercera planta, segunda puerta – indica y salgo corriendo para allá
El maldito cree que va a arruinarme, pero no sabe que se metió con la persona equivocada. Haré que se trague sus palabras una a una.
Llego al salón y entro sin tocar. Todos están intentando comunicarse entre sí y sus miradas se dirigen a mí.
- Buongiorno signore. Ci scusiamo per il ritardo, ma il nostro ospite ha lúmorismo di un bambino delle elementari e mi ha fatto uno scherzo molto brutto – digo en un perfecto italiano, dejando al jefe idiota confundido y enojado – Possiamo iniziare?*
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Traducción: Buenos días señores. Disculpen la demora, pero nuestro anfitrión tiene el humor de un niño de primaria y me hizo una broma muy desagradable. ¿Podemos empezar?
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