/0/4911/coverbig.jpg?v=257061608ddffdfeb4033cb446ddd548)
-No entiendo por qué te escondes de mí. -¿Qué quieres? -Sinceramente, no sé cómo puedes querer huir de esto -susurró antes de atraer su cabeza hacia él y juntar su boca con la suya. *** Violeta es enviada a una misión para encontrar a Jack Morde, el líder de la manada de los Rebeldes. Pero le esperan giros imprevistos que ni si quiera se imagina. Cuando se convierte en su prisionera , empieza a darse cuenta de que tal vez lo que había escuchado sobre los enemigos de la Manada Diamante no era exactamente lo que parecía. ¿Va a renunciar a su vida y a su familia para buscar su futuro y su destino? ¿O intentará escapar de la mansión de Jack y hacer lo que tenía previsto desde el primer momento? «La prisionera del Alfa» es una historia creada por Rafaella Dutra, autora de eGlobal Creative Publishing.
-Violeta, ¿estás aquí? -preguntó una voz desde fuera del dormitorio.
-¡Sí! Un momento -respondió ella, levantándose de la cama.
Violeta estaba a punto de emprender la misión de su vida. No tenía muchas opciones, ya que su padre adoptivo la había llamado para que se encargara de eso.
Mientras repasaba el plan en su mente una y otra vez, no pudo evitar que la ansiedad la invadiera. Se sentía tan mareada por sus miedos y preocupaciones, que podría vomitar en cualquier momento.
Si seguía abrumándose con esos pensamientos, seguro que iba a llorar. No podía permitir que eso sucediera.
Tenía que ser fuerte. Era fuerte. Sólo le faltaba un poco de confianza en sí misma.
Violeta cerró los ojos durante unos segundos, inhalando y exhalando lentamente, tratando de mantener la calma.
Otro golpe en la puerta la sacó de su meditación.
-¡Ya voy! -gritó, molesta.
Abrió la puerta y se encontró con una mujer de su manada que la esperaba impaciente al otro lado.
-¡Por fin! Pensé que habías renunciado o algo así. Vamos. Arden quiere hablar contigo antes de que te vayas -dijo la mujer abriendo paso a Violeta.
Ella cerró la puerta de su habitación y siguió a la mujer hasta la sala de estar.
Arden era el Alfa de la Manada Diamante, y desde que tenía uso de razón, Violeta vivía en su palacio, lo cual siempre le pareció innecesario y estúpido. ¿Por qué tenían que vivir en un lugar tan ostentoso?
Pero nunca se quejó porque, ¿cómo podría hacerlo? Él la había adoptado y cuidado durante sus veintiún años de vida.
Le debía demasiado. Cada pequeña cosa que había aprendido venía de él. Todo lo que le dio a su hija biológica, se aseguró de dárselo también a Violeta.
Arden. Ahí estaba él, esperándola sentado en el sofá, fumando su cigarrillo y mirando hacia la ventana, contemplando la gran luna amarilla que empezaba a asomarse en el cielo.
Era un hombre de mediana edad, con el pelo gris, los ojos azules y una barba de chivo que a Violeta le parecía ridícula. Pero nunca se lo había dicho, por supuesto.
-Violeta, hija mía. ¡Estás aquí! -exclamó el hombre con entusiasmo, levantándose y abriéndole los brazos.
Violeta sonrió y lo abrazó fuertemente.
Tenía sentimientos encontrados ante toda aquella situación, pero se esforzaba al máximo por no demostrarlo.
Después de todo, Arden la había entrenado personalmente, junto a Gwen, su hija biológica, y un chico llamado Lance. Y Violeta había aprendido a no mostrar debilidad ante nadie. Ni siquiera a su familia.
Se quedó huérfana a una edad muy temprana, ya que sus padres habían muerto en un ataque rebelde.
Ella no sabía mucho sobre ese incidente, pero nunca se había sentido muy cómoda para preguntarle a Arden al respecto.
Luego fue llevada a la Manada Diamante, que era un imperio metamorfo muy poderoso que mantenía la ley y el orden en todo el continente de Crescent.
Crescent estaba poblado por metamorfos de lobo y era gobernado en su mayoría por la Manada Diamante.
-Entonces, ¿está todo listo para tu partida? -preguntó Arden, sentándose de nuevo en el sofá.
Violeta hizo lo mismo, mientras algún sirviente le ofrecía un vaso de agua. Ella aceptó amablemente, aunque sentía que lo que entrara en su estómago saldría rápidamente, ya que se sentía muy enferma y nerviosa.
-Sí, creo que sí -asintió, tomando un sorbo del agua, porque el sirviente seguía mirándola y ella no quería que se sintiera molesto ni nada por el estilo.
Le gustaba valorar el trabajo de los demás. Y algo que siempre la sacaba de quicio era cuando alguien no trataba a los sirvientes de palacio de forma correcta y educada.
-Probablemente no necesites que te repita todo sobre esta misión, pero ¿todavía tienes algo que necesites que te aclare? -preguntó Arden aspirando el humo de su cigarrillo.
Violeta negó con la cabeza, intentando mantener la calma y no pensar en lo peor que podría pasar.
-Una vez que pases las puertas del palacio, estarás sola, cariño -continuó Arden-. Tengo fe en que puedes hacer el trabajo, así que no te preocupes. No te pondría en esto si no te creyera capaz.
Violeta le sonrió, aunque sus palabras no fueron muy tranquilizadoras para ella.
No se le ocurría una persona peor para hacer lo que él quería, y por mucho que había intentado persuadirlo antes para que cambiara de opinión, Arden era muy terco. En ese momento, un bullicio llegó desde la puerta del salón, y él dejó de hablar para ver qué pasaba.
Un joven de ojos cafés y cabello negro perfectamente peinado estaba cruzando la sala y se acercaba a ellos con una sonrisa en el rostro.
Tenía una postura muy estricta y llevaba puesto un uniforme militar.
-¡Violeta, todavía estás aquí! -saludó mirándola.
-Hola, Lance -respondió sonriendo mientras se acercaba.
-Lance. ¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó Arden pareciendo un poco impaciente por la interrupción.
-Acabo de llegar a casa. Tenía algunas cosas que discutir contigo, pero no sabía que estabas en una reunión. Lo siento.
-Está bien -respondió Arden agitando la mano y apagando el cigarrillo.
-¿Cómo te sientes? -preguntó Lance a Violeta con una mirada preocupada.
Su relación con él era algo incómoda a veces.
Violeta creció con Gwen como hermana, pero Lance se unió a ellas más adelante, cuando sus padres murieron.
Se quedó huérfano al igual que ella, lo que en cierta manera les sirvió de vínculo.
Gwen y Lance también se llevaban bien, así que los tres empezaron a hacer muchas cosas juntos, incluido el entrenamiento con Arden.
Pero cuando Violeta cumplió dieciocho años, Arden le dijo que debía casarse con Lance algún día, porque su plan era convertirlo en el próximo Alfa.
Ella nunca había podido entender que una de las reglas de la Manada Diamante era la prohibición absoluta de establecer vínculos con la pareja destinada. Los matrimonios siempre eran decididos por el consejo.
Lance era el Beta de la manada y Violeta simplemente no podía creer lo que Arden quería. ¿Cómo iba a casarse con alguien a quien no amaba en esa forma?
Ella lo consideraba como un hermano mayor o algo así.
¿Y por qué ella y no Gwen?
Pero Lance no parecía oponerse mucho a la idea, lo que intrigaba a Violeta. ¿Acaso ella le gustaba de esa manera, por eso Arden quería que se casara con ella, en lugar de con Gwen o cualquier otra persona?
Desde ese día, Violeta había hecho todo lo posible por fingir que esa conversación no había ocurrido y había intentado actuar con normalidad delante de Lance, como siempre había hecho.
Siempre les había gustado molestarse mutuamente y hablar de tonterías. Al igual que ella lo hacía con Gwen. Así que siguió haciéndolo, hasta que se vio obligada a enfrentarse a su destino con él.
Ella había rezado para que eso tardara mucho.
-Estoy bien, supongo -respondió, tratando de sonar positiva-. Quiero decir... sólo lo sabré una vez que llegue ahí, ¿verdad?
-Lo harás muy bien -dijo Arden, tratando de tranquilizarla-. Ahora es el momento de poner en acción todos esos años de entrenamiento. Vas a ver si por fin eres capaz de controlar a la loba que llevas dentro -alentó sonriendo, pero eso sólo hizo que Violeta se sintiera peor de lo que ya se sentía.
Ese era su mayor miedo. Y Arden tenía que mencionarlo.
Eso la había mantenido despierta todas las noches en los últimos días.
Violeta siempre había luchado con su lado lobo desde que era muy joven.
Sufría de un cambio incontrolable y su loba interior era salvaje, inestable y muy poderosa. No podía controlarla. Así que la entrenaron y le enseñaron cómo reprimirla en su interior.
Ahora estaba mucho mejor, como mujer adulta y todo eso.
Pero no había un día que pasara sin que se preocupara por sus acciones.
¿Era la misión una prueba de Arden, para ver si había aprendido correctamente? ¿Por eso la eligió a ella y no a otra persona para ir?
Y de repente Violeta sintió la necesidad de preguntar algo.
-¿Qué harás si no vuelvo? ¿Mandarás a alguien a buscarme?
Arden pareció haber sido tomado por sorpresa por un momento, pero era muy bueno fingiendo, así que eso pasó desapercibido para todos los presentes.
-No pasará nada. Pero si no vuelves al cabo de unos días, se nos ocurrirá algo. Así que no te preocupes por eso, sólo piensa en tu próximo movimiento.
Violeta asintió.
No se sentía muy segura con sus palabras, pero se estaba haciendo tarde y cada vez estaba más nerviosa, así que decidió simplemente aceptar su destino, fuera cual fuera.
-Gracias a Dios que todavía estás aquí. Pensé que había perdido la oportunidad de despedirme de ti -dijo una voz suave que llegaba desde la puerta, y Violeta no necesitó mirar para saber de quién se trataba.
-Siempre tarde, ¿verdad? -dijo Lance burlándose de la chica.
Gwen era una chica muy delicada y agradable. Tenía los mismos ojos azules que su padre y su pelo negro le caía por los hombros como una cortina.
Violeta sintió un nudo en la garganta.
Al ver a Gwen ahí le dieron muchas ganas de llorar.
No tenía un buen presentimiento sobre todo el asunto y se esforzaba al máximo por aceptarlo. Pero el hecho de tener que despedirse de su familia hacía que dudara de sí misma.
¿Qué pasaría si fallaba? ¿Y si no era capaz de controlarse una vez llegara a su destino? ¿Y si algo salía mal? ¿Sería capaz de cumplir su tarea y volver a casa con su familia?
La vida era un lecho de rosas para Debra, la hija del Alfa, hasta que tuvo una aventura de una noche con Caleb. Estaba segura de que él era su pareja designada por la Diosa de la Luna. Pero este hombre odioso se negó a aceptarla. Pasaron semanas antes de que Debra descubriera que estaba embarazada. Su embarazo fue una vergüenza para ella y para todos los que amaba. No sólo ella fue expulsada, sino que su padre también fue perseguido por los usurpadores. Afortunadamente, sobrevivió con la ayuda de la misteriosa Manada Espina. Pasaron cinco años y Debra no supo nada de Caleb. Un día sus caminos se volvieron a cruzar. Ambos estaban en la misma misión: llevar a cabo investigaciones secretas en el peligroso pueblo de Roz por la seguridad y la posteridad de sus respectivas manadas. Caleb todavía se mostraba frío con ella. Pero con el paso del tiempo, se enamoró perdidamente de ella. Intentó compensar el abandono de Debra, pero la chica ya no lo quería. Estaba empeñada en ocultarle que tenían una hija y también en hacer una ruptura limpia. ¿Qué les deparaba el futuro a los dos mientras viajaban por el pueblo de Roz? ¿Qué tipo de secretos encontrarían? ¿Caleb se ganaría el corazón de Debra y conocería a su adorable hija? ¡Descúbralo!
Los rumores decían que Lucas se había casado con una mujer poco atractiva y sin antecedentes. En los tres años que estuvieron juntos, se mantuvo frío y distante con Belinda, que aguantó en silencio. Su amor por él la obligó a sacrificar su autoestima y sus sueños. Cuando el primer amor de Lucas reapareció, Belinda se dio cuenta de que su matrimonio era una farsa desde el principio, una estratagema para salvar la vida de otra mujer. Entonces firmó los papeles del divorcio y se marchó. Tres años después, Belinda regresó convertida en un prodigio de la cirugía y una maestra del piano. Perdido en el arrepentimiento, Lucas la persiguió bajo la lluvia y la abrazó con fuerza: "Eres mía, Belinda".
Tras dos años de matrimonio, Sadie por fin estaba embarazada, llena de esperanza y alegría. Pero su corazón rompió cuando Noah le pidió el divorcio. Durante un atentado fallido contra su vida, Sadie se encontró tendida en un charco de sangre, llamando desesperadamente a Noah para pedirle que la salvara a ella y al bebé. Pero sus llamadas quedaron sin respuesta. Destrozada por su traición, abandonó el país. Pasó el tiempo y Sadie estaba a punto de casarse por segunda vez. Noah apareció enloquecido y cayó de rodillas. "¿Cómo te atreves a casarte con otro después de haber dado a luz a mi hijo?".
Todo el mundo pensaba que Lorenzo quería de verdad a Gracie, hasta el día de la operación de corazón de su hija. Para sorpresa de Gracie, Lorenzo donó el preciado órgano que necesitaba su hija a otra mujer. Desolada, Gracie optó por el divorcio. Impulsada por su necesidad de venganza, Gracie se unió al tío de Lorenzo, Waylon, y orquestó la caída de Lorenzo. Al final, este se quedó sin nada. Consumido por el remordimiento, él suplicó por una reconciliación. Gracie pensó que era libre de seguir adelante con su vida, pero Waylon la retuvo con un abrazo. "¿Pensaste que podías abandonarme?".
Después de tres años de matrimonio hermético, Eliana nunca había visto a su enigmático esposo hasta que le entregaron los papeles del divorcio y se enteró de que su supuesto esposo estaba cortejando a otra mujer sin importarle cuánto le costara. Ella volvió a la realidad y decidió divorciarse. A partir de entonces, Eliana dio a conocer sus diversos personajes: estimada doctora, legendaria agente secreta, hacker reconocida, célebre diseñadora, experta piloto de carreras y distinguida científica. A medida que se conocieron sus diversos talentos, su exesposo fue consumido por el remordimiento. Desesperado, suplicó: "¡Eliana, dame otra oportunidad! Todas mis propiedades, incluso mi vida, son tuyas".
Dos años después de su boda, Ximena perdió el conocimiento en un charco de sangre durante un parto difícil, olvidando que su exmarido se iba a casar con otra persona ese día. "Nos vamos a divorciar, pero el bebé se queda conmigo". Estas palabras resonaron en su mente. Sabía que él no estaba allí para ayudarla, sino para quitarle a su hijo. Ximena preferiría morir antes que ver a su hijo llamar madre a otra mujer. Posteriormente perdió la vida en la mesa de operaciones con dos bebés en su vientre. Pero ese no fue el final para ella... Años más tarde volvió a encontrarse con Ramon, que ha cambiado mucho. Quería quedársela para él a pesar de que ya era madre de dos hijos. Y cuando supo que ella se iba a casar de nuevo, irrumpió como un loco. "Ramon, ya morí una vez antes, así que no me importa volver a morir. Pero esta vez, quiero que muramos juntos", gritó ella, mirándolo con angustia en sus ojos. Ximena pensó que él no la amaba y estaba feliz de estar fuera de su vida. Pero lo que ella no sabía era que la noticia de su inesperada muerte le había roto el corazón. Durante mucho tiempo lloró de dolor y agonía. Siempre deseó poder retroceder en el tiempo o ver su hermoso rostro una vez más. Todo esto fue demasiado para Ximena, cuya vida estuvo llena de idas y venidas. No sabía si debía volver al lado de su exmarido o seguir adelante con su vida. ¿Cuál elegiría ella?