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El karma toma decisiones de las cuales no somos partícipes. Haciendo que nuestro mundo giré tan bruscamente, que nos marea y caemos de bruces. Las decisiones que tomamos afectan a nuestro futuro, así sean malas o buenas. Así paso con Samuel. Estaba enamorado de su mejor amiga -y aún lo está, aunque no lo acepte-. En el pasado la tentó y salió perdiendo, mejor dicho, los dos salieron perdiendo, mirándolo de un punto de vista particular. Fueron cinco años sin verse, sin siquiera escribirse. De alguna manera se olvidaron mutuamente. Mas, en sus conciencias siempre quedo un recuerdo de lo que pudieron ser y no fueron. El karma siempre te da lo que siembras. Y a ellos les dió una segunda oportunidad, porque se lo merecen. Allí, bajo la Torre Eiffel, estaban de nuevo, cara a cara y de la mano de ella venía una adorable sorpresa, con cinco años de edad...
Gabrielle
-¡Ouch! -¡¿Qué ha sido eso?!
Siento como una almohada se estrella contra mi rostro, me levanto bruscamente, irguiéndome en la cama, aún sin abrir los ojos por la molestia que me causa la luz directa del sol que proviene de mi ventana.
Es sábado, mi rutina siempre es la misma, me levanto a las diez de la mañana -mas o menos-, tomo una ducha, cepillo mis dientes y bajo a desayunar; eso es lo que tengo planeando hacer hoy, además de ir con Lana a tomar un café y comprar algunos útiles escolares que necesitamos.
-¡Mamá, es sábado, qué estás haciendo! -exclamo exasperada, tenía planeado levantarme a las diez y supongo que son las siete de la mañana.
¡Muy temprano para ser un fin de semana!
-No soy tu madre, petite -dice una voz ronca y sexy, pellizcándome la nariz.
Obviamente yo sé quien es, aún estoy media adormilada... Sam... la idea de verlo me hace sonrojar rápidamente. Me froto los ojos intentando reducir la molestia causada por la luz y me volteo hacia él.
Viste unos ceñidos jeans y una camisa color blanco, su pelo desordenado yace bajo una gorra color gris.
-¿Qué estás haciendo aquí tan temprano, Sam? Además hoy es sábado, ¿no tienes entrenamiento? -me siento en el borde de la cama y paso mis manos por mi alborotada melena castaña.
Debo tener una cantidad de nudos por dejarlo suelto para dormir anoche.
-¿En serio, Gab? No puedo creer lo despistada que eres, deberías ver la fecha en tu teléfono -habla, señalando mi iPhone.
No entiendo nada, sí que soy despistada.
Estiro mi mano a la mesita de noche donde esta y cuando lo enciendo no puedo creerlo, ¡ES LUNES! Y lo peor de todo, solo faltan veinticinco minutos para que comience nuestra primera clase.
-¡Oh, por dios! -me levanto de la cama y me dirijo al baño.
Realmente tengo que poner mi cabeza en su lugar. No puedo seguir así o me va a pasar algo peor.
-¡Te espero abajo, no olvides los lentes que dejé ayer! -asiento, aunque no me vea.
Me deshago de mi pillama de los Vengadores -soy muy fan a Marvel, lo admito-, luego de mi ropa interior y me doy una ducha de gatos; así llamo yo a estas duchas cuando voy tarde, que es casi siempre.
Me visto raudamente y bajo corriendo las escaleras, al llegar a la cocina mi madre no está, así que dedujl que ya se había ido a trabajar. Tomo el envoltorio con mi desayuno y lo echo a la mochila.
Salgo y me subo al sofisticado auto de Sam, es un Mercedes Benz último modelo color azul oscuro. Cuando entro me doy cuenta de que he olvidado los lentes de Sam pero no importa, él podría pasar en la tarde a recogerlos.
Deja marcado en mi frente un delicado beso y soba mi cabeza diciendo-: Buenos días, petite-. Sam sabe perfectamente cómo hacerme sonrojar, volteo mi cabeza hacia la ventanilla para que no viera el fuego arder en mis mejillas y me pongo mis audífonos pues tenemos prohibido hablar mientras él conducía; regla #1 de la señora Molly Graham, la madre de Sam.
De verdad no quiero que pase esto, no quiero que mi corazón termine roto y eso es imposible. Ya que algo se rompe cuando está completo y... mi frágil corazón de pollo no está preparado para eso.
Sonrío por lo que mentalmente dije y no puedo evitar mirar a mi mejor amigo.
Me observa por un nanosegundo y achica los ojos con la interrogante de querer saber el porqué de mi sonrisa. Niego lentamente.
Haré todo lo posible para que no pase...
No tardamos más de quince minutos en llegar a la escuela, apenas entramos vemos a Lana y corremos a saludarla. Melody no estaba con ella porque según me habían dicho tenía algo de gripe. Espero se mejore.
-Hey, Lana, ¿cómo va todo? -pregunto, mientras la abrazo-. Te extrañé este fin de semana.
-Lo siento Gaby, he estado muy, muy, ocupada con un nuevo proyecto, trabajamos hasta tarde en la biblioteca -torno los ojos blancos.
No puedo creer que le gusten tanto las ciencias.
Lana es muy fan a las Ciencias, cualquiera diría que está obsesionada. Hace un buen tiempo está preparando un proyecto para presentarlo en el concurso del año que viene, yo la verdad confío en que ella va a ser la ganadora, es realmente buena e inteligente.
-Vale, ya no nos queda mucho tiempo para entrar -habla Sam, mirando su reloj-. Lana hoy tuve que ejercer una gran tarea en la mañana, ¿imaginas cuál fue? -giro el cuello tal cual Niña del Exorcista.
¿De veras vas a abrir el cajón de mierda, Sam?
-Ni idea. -Lana frunce los labios y alza un poco la barbilla para que hable.
-Tuve que levantar una piedra despistada de su cama, ¿puedes creer que pensaba que era sábado? -habla con un poco de burla.
No me gusta que haga eso, ni él, ni nadie. Que tomen las cosas que me pasan como algo para reír me enerva.
-¡Muy gracioso, Samuel! -hablo y me cruzo de brazos, volteando la cara.
Sam sabe que cuando estoy enfadada lo llamo por su nombre, Samuel, molesta con él o algo no me gustaba, no puedo evitarlo, y bueno, esa era su alarma para saber que algo andaba mal.
-No tienes que estar molesta petite, era solo una broma -cruza sus brazos alrededor de mi cuello y me besa la mejilla.
Siento como unas revoltosas mariposas chocaban las paredes de mi estómago, pero me recompongo rápidamente.
No, no y no.
No puede pasar esto.
Por favor, deja de hacer eso, mi pequeño corazón, te lo ruego.
En ese mismo instante suena el timbre indicando el inicio de la primera clase, los tres nos apresuramos y entramos rápidamente al salón que nos corresponde.
Al ver entrar al señor Norman, nuestro profesor de Mates, recuerdo lo buenos que son los lunes con Matemáticas a primer turno -nótese el sarcasmo-. A ver, yo amo las matemáticas, pero a nadie le hace feliz tener Mates en su primer turno y un lunes.
Al menos solo faltan tres semanas para las vacaciones de verano. Esa es una buena justificación para dar las clases y así terminar los exámenes finales con buenas notas.
Bueno, con este año finalizado, sería nuestro último año de bachillerato y ya luego vamos para la universidad. El tiempo a pasado muy rápido, pero no ha sido en vano, tengo a mis amigos y eso es bueno. Entonces no tengo nada más que pedir.
Contigua a Mates tuvimos clase de Biología y Química hasta el mediodía. Luego sonó el timbre indicando que se acababa el turno de Química; nuestra salvación para una evaluación que nos iban a poner. Gracias destino, karma, dios o lo que sea que esté allá arriba, te estoy muy agradecida.
Lana y yo bajamos a la cafetería, Sam se quedó hablando con algunos amigos y nos dijo que bajaría luego, compramos unos snacks y refrescos y luego nos sentamos en la mesa más cercana.
-¿Cómo sigue Melody? -pregunto a Lana y abro el envoltorio que contiene mis snacks.
-Ha mejorado un poco, pero siguen dándole fiebres altas -toma un sorbo de su jugo y frunzo los labios por su respuesta.
-Ojalá mejore pronto, ya quiero verla.
-Cambiando un poco de tema, ¿hasta cuando piensas ocultarle tus sentimientos a Sam? Deberías decirle, seguro el siente lo mismo por tí. -dejo el snack a medio camino de mi boca.
Joder, tan obvio es, ni que yo tuviera un cartel en la frente que diga: Me estoy enamorando de mi mejor amigo Sam.
-¿Eh?¿Pero tonterías dices, Lana? -niego exaustivamente, tratando de ocultar lo obvio para mí.
-No lo niegues Gaby, soy una de tus mejores amigas. Sé cuando te gusta alguien y sé que ese alguien es Sam. ¿Le vas a contar o no? -enarca una de sus cejas y no deja de mirarme.
Me siento en un interrogatorio.
Me rindo.
No se lo puedo ocultar a Lana.
-No lo sé Lana. Si es lo contrario, nuestra amistad podría acabar para siempre, y tengo miedo de perderlo -hablo, bajando la mirada tristemente.
No me imagino una vida sin él.
Así lo tenga que tener como amigo para no perderlo; prefiero esa opción.
-En eso tienes razón, pero en esta vida el que no se arriesga no gana y no creo que Sam no sienta nada por tí, mírate, eres hermosa. -Ya estamos con las frasesitas filosóficas que siempre dice.
-Es que yo soy casi una hermana para él, nos hemos criado prácticamente juntos y no creo que quiera algo más que amistad. -pero a lo mejor Lana tiene razón, nadie sabe.
Pero sabiendo lo pesimista que soy, no creo que él corresponda mi amor.
A lo lejos veo como se acerca Sam, cambio de tema rápidamente y actuamos como si no lo hubiésemos visto acercarse a nosotras.
-Yo diría lo mismo -dice Lana para disimular, pero el nerviosismo es muy notable en su voz.
Diosito, soy yo de nuevo...
-Hey, chicas, pensé que ya se habían ido a casa. -Suspiro, aliviada de que no se da cuenta, no sé que hacer sinceramente.
Muerdo mi labio inferior por la incertidumbre, no sé controlar bien la ansiedad y eso es malo porque solo me lleva a una cosa...
-Estábamos esperando a nuestro chófer -Lana se burla de Sam y sonreímos en burla-, para la próxima quedas despedido por la tardanza.
-Vale, vale, ya estoy aquí, podemos irnos -dice Sam, rendido, levantando los brazos a la altura de su rostro.
Salimos al estacionamiento y buscamos el coche.
Podría jurar que cuando entré al coche de Sam sentí que salía del mismísimo infierno. La temperatura esta realmente alta hoy en la ciudad, pero gracias a dios a alguien se le ocurrió inventar ese aparato llamado aire acondicionado en los coches.
Al llegar a casa subo a mi cuarto para buscar los lentes de Sam, estaban a un costado de la cama, los agarro y se los llevo. Él ni siquiera se bajó del auto, al parecer está muy apurado.
Cuando entro de nuevo, me dirijo hacia la cocina para buscar algo de comer, en una de las encimeras encuentro una nota que había dejado mi madre.
De seguro fue está mañana y no la ví.
Señorita Anderson:
En la nevera dejé algo de comer, no olvides llamar a tu tía Carol. O al menos enviarle un mensaje. Hoy es su cumpleaños, por si lo habías olvidado. Que es muy posible.
No me esperes despierta, las cosas aquí en el hospital ha estado algo feas ya que hubo un accidente.
Besos, te quiero, duerme temprano.
Subo a mi cuarto a por algo de ropa cómoda y me tumbo en mi cama.
Agarro mi teléfono y apunto en mi agenda el número de teléfono que estaba tras la nota, el último número se veía algo borroso pero llegué a conclusión de que era un ocho, aunque también parecía un tres.
No lo tengo claro aún.
La única excusa para justificarme, en mi no visita, que se me ocurrió fue decirle que me había bajado el período y estaba bastante adolorida y cansada.
Yo: Hola tía, espero que hayas pasado un buen día, te deseo muchas felicidades y muchos años más. No pude ir a visitarte porque me bajó el período justo hoy y estoy algo cansada, lo siento :(
Tía Carol: Si querías hablar conmigo no tenías por qué inventarte eso ;)
Yo: De qué estás hablando?... ¡¿Quién eres?!
Tía Carol: Tu futuro novio <3
Sofía Morales, en la fiesta de celebración de su graduación, ebria y drogada por uno de sus compañeros quien intentó abusar de ella, se entregó a su héroe y salvador, Rafael Rincón, quien también se encontraba bajo los efectos del alcohol. Al mes exacto de esta celebración, ella comenzó a experimentar los primeros síntomas de su embarazo múltiple, lo cual fue un escándalo para toda la familia, especialmente porque nadie sabía quién era el padre de sus trillizos, ni siquiera ella misma. Antes de salir a relucir esta situación, su padre le estaba imponiendo aceptar un compromiso matrimonial con el hijo de su amigo, porque había dado su palabra desde que ella era una niña. Estando en su sexto mes de embarazo, su padre fallece, dejándola heredera y billonaria. Como era su única hija, debió asumir el cargo de CEO. Esto no fue bien visto por los otros accionistas de la Naviera, quienes consideraban que era una irresponsable, por el grave error cometido: ser madre soltera. Por su parte, Rafael Rincón, hombre enigmático, billonario, productor, ganadero, quien había perdido a su novia en un accidente, no dejó nunca de pensar en la bella y virginal jovencita a quien rescató y luego hizo suya en una noche de copas, en una discoteca de la Ciudad, propiedad de su amigo y de la cual solo sabía, que se llamaba Sofía.
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