/0/14906/coverbig.jpg?v=c06c8c650dca99f563067752b9be13e5)
Dominika Volkova: Hija del Boss, Princesa de la Bratva, belleza y letalidad combinada. Desde que nació ha regido su vida por medio de las leyes de la mafia: «Somos la Bratva, nosotros establecemos el estándar.» Su familia marca el estándar en el bajo mundo, el poder que el resto de los clanes quieren alcanzar. Y todo será suyo algún día, por eso es que ha entrenado con sudor y sangre. Nació dentro de la Bratva y moriría por esta, no hay punto medio. Es por eso que siempre ha tratado de ser perfecta. Un arma letal sin espacio para emociones tan básicas como el amor, lamentablemente se dejó llevar por algo mucho peor... La pasión. El odio que siente por el protegido de su padre solo es superado por el deseo que tiene de él. Alonzo Rinaldi ha sido criado por el Boss desde que su padre lo entregó a la Bratva. Dentro de su código solo existe la palabra lealtad hacia esta. Después de todo lo consideran un miembro más de la familia. Desde niño se crió con los hijos del Boss, incluida la llamada princesa de la Bratva: Dominika Volkova. Nunca se ha llevado bien con ella, lo único que existe entre ambos es rabia y desagrado. Así que no entiende porque parece no poder dejar de pensar en aquella rubia con cuerpo de infarto y lengua venenosa.
La sangre estaba goteando de mi haladie, provocando un tétrico sonido que provocaba un miedo paralizante. Di varios pasos hacia adelante, fijando la mirada en mi próxima víctima. Unos ojos azul zafiro se reflejaron en dos cuencas oscuras y cargadas de miedo. Sonreí perversamente, deslizando la punta de mi lengua por mi labio inferior. Estiré mi mano para tomarlo del brazo.
-Tranquilo, no voy a cortarte de nuevo. -susurre herméticamente al ver que encogió la extremidad por instinto. -Eso, si eres un buen chico quizás puedas vivir después de lo que has hecho.
Podía sentir su pulso acelerado y cómo empezaba a temblar. Contemplé complacida el corte que se extendía desde el antebrazo a la muñeca. Sin ningún tipo de miramiento, pose la punta de la daga sobre la herida, de la cual nuevamente comenzó a brotar sangre.
Los gritos de agonía llenaron la bodega donde me encontraba y pequeñas convulsiones recorrieron el cuerpo de aquel hombre que continuaba atado a la silla. Quite repentinamente el haladie y detalle el rostro cubierto por el perlado sudor.
-Recuerdame, ¿qué hiciste para ser castigado? -interrogue con una voz melosa. -No creo que puedas aguantar mucho más si no vas a un hospital, así que empieza a hablar. -exigí tomándolo del cuero cabelludo y empujandolo de nuevo hacía atrás. -¿Y bien? Canta, canta.
-Lo siento, por favor piedad, lo siento mucho. -dijo con voz rasposa. -Perdóneme. -pidió entre lágrimas de dolor. Una carcajada brotó de mi pecho
-¿Piensas que deseo tus disculpas? - pregunté con fingida diversión. -Espero que tengas un bien viaje al infierno. Quizás nos encontremos algún día. -asegure y procedí a clavarle el haladie justamente en el corazón.
La sangre salió a montones de su boca, manchado mi rostro en el proceso. El cuerpo se agitó convulsionando durante unos cinco minutos, hasta que por fin dejó de moverse. Suspiré y retire el arma, limpiandola con el dorso de mi camiseta negra estilo militar.
-Deshaganse del cuerpo. -ordene a mis hombres antes de darme la vuelta y marcharme.
No espere su respuesta, sino que salí inmediatamente de la bodega. El olor a sangre se propagara pronto y me provocaba náuseas. Retire mis guantes, lanzandolos en un contenedor de basura y empuje la puerta.
-¿El trabajo está hecho? -preguntó uno de mis guardias tendiendo un pañuelo para que me limpiará la cara. Asentí mientras lo hacía.
-Eso les enviará un mensaje a esas ratas. -afirmé con asco. -Pará que sepan que no tienen permitido imitar nada de la Bratva. -declaré.
Mi guardaespaldas asintió y me entregó una gabardina negra junto con mis gafas de sol. Saqué una cajetilla de cigarrillos del bolsillo y encendí uno. La nicotina viajando a través de mi sistema relajó mi cuerpo, frente a mí se formaba una nube de humo espeso. Estuvimos en silencio cerca de cuarenta minutos, hasta que por fin el resto de mis hombres salieron.
-Todo listo, princesa. -informaron con un movimiento de cabeza. -Se hizo tal como usted lo dispuso. -declaró mi jefe de seguridad.
-Con eso aprenderán a elegir mejor con quien meterse. -dije dejando caer el cigarro al suelo, pasándolo con el tacón de mi bota. -Vámonos, seguramente nos están esperando en la Fortaleza.
Uno a uno nos subimos en las dos camionetas que traía. Ya había salido de la ciudad e iba en carretera, cuando mi teléfono sonó. Atendí nada más mirar el nombre en pantalla.
-¿Solucionaste el problema? -indagó mi tía Veronika yendo directamente al grano.
-Por supuesto, no hay trabajo grande para mí.
-Quieron un informe completo cuando nos veamos mañana. -exigió y luego colgó.
Guardé el celular y suspiré apoyando mi cabeza contra la ventana del vehículo. La hermana de mi padre no era precisamente una mujer conversadora. Jamás esperaría de ella un: ¿Cómo estás? ¿resultaste herida? Simplemente iba directo al punto y yo agradecía que no se fuera por las ramas preguntando cosas obvias.
Hace más o menos dos semanas empezaron a presentarse problemas en uno de los clubes que manejaba mi tía. Una pandilla de narcotraficantes estaban vendiendo drogas adulteradas a los clientes, ocasionando que hubiesen cinco muerte. Quizás no parecían muchas, pero si las suficientes para llamar la atención de la policía sobre nosotros. Fue debido a ello que me pidió encargarme del asunto y gustosa lo hice.
Unos días atrás dimos con su líder y hoy por fin pudimos darlo de baja. En mi territorio nadie andaría libremente sin pagar las consecuencias. Rusia era de la Bratva y nada pasaba sin que la familia Volkov estuviese completamente enterada.
-Date prisa, quiero quitarme esta sangre cuanto antes. -apremie mirando al chófer por el espejo retrovisor. -Y ya lo sabes, ni una palabra de esto a mis padres o terminaras sin lengua. -señale.
Pronto ya estuvimos en el pueblo, atrás habíamos dejado el espacio ruso. De aquí para allá la mafia rusa tenía control total de la población. El Boss era verdugo, ejecutor y juez; sólo él hacía y disponía de la vida de todos, siendo leal con quienes le habían demostrado fidelidad. Muchos negocios ya estaban abiertos o empezaban a abrir.
No me sorprendía, partimos en la madrugada y él sol ya estaba saliendo por el horizonte.
-Hemos llegado, princesa. -informó el chófer. Asentí y este se bajó para abrirme la puerta. -Me informaron que la koroleva ya está despierta, así que le recomiendo que entre por el campo de entrenamiento. -explicó entregándome llaves.
-¿El Boss? ¿Los gemelos? -pregunté apartándome varios mechones plateados del rostro. El invierno ya estaba llegando a Rusia.
-Los tres siguen dormidos, pero le recomiendo no hacer mucho ruido. -inquirió apartándose.
Me mostre de acuerdo y apreté mi abrigo contra el cuerpo. Procedí a darle la vuelta a la Fortaleza. En el campo de entrenamiento ya habían varios hombres y mujeres entrenado, algunos me saludaron al reconocerme, pero la mayoría solo regaló una mirada de respeto por mi estatus.
El ambiente estaba silencioso cuando entre a la propiedad. Me quite las botas para no hacer ruido con ellas y comencé a moverme con total sigilo, llegar a mi alcoba era cuestión de vida o muerte.
Si cualquiera de mis padres descubría mis andanzas en la madrugada, esto no terminaría bien. Y podía hacerle frente al Boss, pero jamás a la Koroleva. De solo pensarlo temblaba.
Solte un suspiró de alivio estando frente a la puerta de mi habitación. Tenía la mano sobre el pomo a punto de abrir, cuando sentí una figura detrás de mí, así que gire de inmediato. Trague saliva al detallar al hombre de pie frente a mí.
-Buen día, señorita Dominika. -saludó Vicente Sartorini con un semblante acusatorio.
«Precismente tenía que toparme con este.»
Tuve contenerme para no rodar los ojos. Realmente no me sorprendía que el consejero de la Bratva estuviese merodeando como si fuese un maldito sabueso. Después de mis padres y el underboss, era quien ostentaba mayor poder dentro de la organización. Compuse una expresión sorprendida y sonreí con inocencia.
-¡Vicente! -grite posando mi mano derecha encima del pecho. -Casi me matas de un susto, ¿qué haces por aquí tan temprano? -pregunté apartandome un mechón de cabello del rostro.
El consejero enarco una ceja sin creerse mi actuación. La mueva que formó en sus labios provocó que mi cuerpo se estremeciera debido a similitud que guardaba con el que hacía mi padre cuanto estaba a punto de lanzarme un regaño.
-Yo te iba a preguntar, son casi las 6 de la mañana tigritsa, ¿a dónde vas tan temprano? -preguntó escrutandome de arriba a bajo.
Al parecer había cambiado de opinión porque su tono no era de enojo, más bien de genuina preocupación. Por supuesto que tampoco debía dejarme engañar, en la mafia todos éramos tramposos y lo que podía parecer una pregunta sencilla, terminaría por convertirse en tu condena.
Lamentablemente mi cerebro estaba demasiado cansado como para formar una buena excusa.
-Acabo de despertar y bajé a tomar un vaso de agua. -dije lo primero que se me paso por la cabeza. -¿Algún problema con eso?
Vicente chasqueó la lengua fastidiado. Pará el pobre hombre no debía ser fácil lidiar con ninguno de los hijos del Pakhan. Los gemelos y yo habíamos contribuido enormemente a la enorme cantidad de mechones blancos en su cabello. También en la notable aparición de arrugas en sí piel aceituna, aunque esto jamás se lo diría.
-¿Así que decidiste ir por agua con botas de salir y una gabardina? -preguntó con ironía.
-No sabía que era un delito. -respondió de inmediato. La sombra de una sonrisa apareció en la comisura de sus labios, pero desapareció con la misma rapidez.
-Tú padre quiere verte y me envió a buscarte. -comentó revelando por fin el motivo de su aparición. -Así que sube a cambiarte, que supongo que lo necesitas. -acotó observando atentamente mis botas. -En el despacho en quince minutos. -informó antes de marcharse.
Se fue dejándome con la palabra en la boca, así que abrí la puerta de mi cuarto y entre enojada. Si no lo considerara un padre más en mi vida, hace tiempo que hubiese ordenado que le cortarán la lengua por altanero.
Fui directamente al baño y después de una rápida ducha, me vestí con un suéter de punto color crema y unos jeans. No era bueno hacer esperar al Boss, así que recogí mi melena blanca en una coleta alta y salí en dirección al estudio que estaba en el mismo piso.
-Buen día, mi Boss. -saludé en cuanto los voyeviki que custodiaban a mi padre abrieron la puerta. -Siempre es un placer verte, papá.
Ojalá pudiese decir que el sentimiento era mutuo, pero la mirada leonida de papá me observaba como si quisiera arrancarme la cabeza. Estaba enojado y solo rezaba para que dicha emoción no tuviese que ver con mis andanzas para ajustar cuentas.
-Toma asiento. -ordenó señalando la silla frente a él, lo obedecí. La tensión el ambiente era demasiado densa como para cortarla con un cuchillo. -¿Puedes explicarme qué significa esto? -demandó lanzándome unos papeles.
Casi me desmayo en cuanto vi que eran fotografías. La imagen era de hoy y me mostraba entrando al almacén con el hombre que ya debía estar en el infierno. En la siguiente también estaba, pero cuando salí con el rostro salpicado de sangre. Alce el rostro hacía mi padre.
-Puedo explicarlo. -asegure lentamente.
«Lo que se escribe en la arena se lo lleva el viento, pero lo que se talla en una piedra perdura para siempre». Elizabeth Twoys vive una vida solitaria, sus padres murieron hace muchos años, y solo cuenta con su mejor amiga, Carmen. Una llamada de un viejo conocido la hará volver a Egipto, el hogar de su familia y el suyo propio. Misterios y secretos rodean toda su historia familiar. ¿Podrá Elizabeth descubrirlos todos? ¿Podrá soportar la verdad detrás del símbolo de Ankh?
Amanda es un escritora como tantas otras que desea dejar su huella en el mundo por medio de sus historia, sin embargo se ha dado cuenta que no todos puedes ser la siguiente Jane Austen, así que se conforma con tener un trabajo extra y poder escribir relativamente lo que quiere. Todo parece irle bien, a pesar de haber dejado muchos sueños de lado y de tener una vecina de lo mas insoportable, al menos hasta que recibe un aviso de aumento de renta y darse cuenta que ella sola no puede pagarla. Por azares del destino termina viviendo con su molesta y aparentemente rebelde vecina: Emiliana Basile, una belleza de piel bronceada, piernas largas y lengua afilada y venenosa, con la que ha peleado un sin numero de veces desde que vive en Italia. ¿Como hará para vivir con esta mujer sin que alguna de las dos termine en la cárcel? Y mas importante aun... ¿Podrá ignorar la innegable chispa que salta entre ambas?
Madisyn se quedó de piedra al descubrir que no era hija biológica de sus padres. Luego la verdadera hija de esa familia le tendió una trampa, haciendo que la echaran de casa y se convirtiera en el hazmerreír de todos. Creyendo que era hija de campesinos, Madisyn se sorprendió al descubrir que su verdadero padre era el hombre más rico de la ciudad y que sus hermanos eran figuras de renombre en sus respectivos campos. Todos la colmaron de amor, solo para enterarse de que Madisyn tenía un próspero negocio propio. "¡Deja de molestarme!", dijo su exnovio. "Mi corazón solo pertenece a Jenna". "¿Quién te crees que eres? ¿Mi mujer siente algo por ti?", reclamó un misterioso magnate.
Corinne dedicó tres años de su vida a su novio, pero todo fue en vano. Él no la veía más que como una pueblerina y la dejó sola en la boda para estar con su verdadero amor. Tras ser despechada, Corinne recuperó su identidad como nieta del hombre más rico de la ciudad, heredó una fortuna de mil millones de dólares y acabó llegando a lo más alto. Pero su éxito atrajo la envidia de los demás, y la gente trató constantemente de hundirla. El Sr. Hopkins, famoso por su crueldad, la animaba mientras ella se enfrentaba uno a uno a esos alborotadores. "¡Así se hace, cariño!".
Traicionada por su pareja y su hermanastra en la víspera de su boda, Makenna fue entregada a los despiadados príncipes licántropos como amante, pero su propio padre ignoró su difícil situación. Decidida, ella intentó escapar y buscar venganza, pero, sin darse cuenta, captó el interés de los tres príncipes licántropos, que la deseaban en exclusiva entre muchas admiradoras. Esto complicó sus planes, atrapándola y convirtiéndola en rival de la futura reina licántropa. Enredada en deseo y celos, ¿podría Makenna lograr su venganza en el intrincado baile con los tres príncipes?
Lascivia. Lujuria y Deseo Las vacaciones acabaron y Rachel debe volver a su puesto como teniente en el ejército de la FEMF, encontrándose con que la central de Londres no es lo mismo. Llegó un nuevo coronel, soberbio y con una belleza que no parece humana. Hombre que no tiene ojos sino dagas de acero que la ponen entre la espada y la pared al sentirse tentada por su superior. Ella sabe que no es sano, bueno, ni correcto sencillamente porque quien incita deseos impuros es el mejor amigo de su novio; Bratt Lewis. Christopher Morgan no es solo el coronel, verdugo y dictador del ejército más importante del mundo, tambien es el terror de la mafia italiana y a futuro el arma que dañara al que predica ser su hermano. Él tenía claro a lo que iba, pero Rachel despertó tentaciones sexuales regidas por aquel pecado desconocido llamado lascivia, demostrando que en cuestiones de pasión no hay amigos, alianzas ni compromisos. Él esta casado y ella sueña con lo mismo, pero la tentación desencadenará entre ellos un torbellino de pasiones, lujurias y deseos que solo viven aquellos que se hacen llamar amantes. "Sus actitudes son las de un desalmado sin sentimientos, pero su físico... Joder, su físico me humedece las bragas." Mafias, ejércitos secretos, infieles, adicciones y engaños. ¿Complicado? No, complicado es convivir con la tentación hecha hombre.
Durante dos años, Bryan solo vio a Eileen como asistente. Ella necesitaba dinero para el tratamiento de su madre, y él pensó que ella nunca se iría por eso. A él le pareció justo ofrecerle ayuda económica a cambio de sexo. Sin embargo, Bryan no esperaba enamorarse de ella. Eileen se enfrentó a él: "¿Amas a otra persona y siempre te acuestas conmigo? Eres despreciable". En cuanto ella firmó los papeles del divorcio, él se dio cuenta de que era la misteriosa esposa con la que se había casado seis años atrás. Decidido a recuperarla, Bryan la colmó de afecto. Cuando otros se burlaban de sus orígenes, él le dio toda su riqueza, feliz de ser el marido que la apoyaba. Eileen, que ahora era una célebre CEO, lo tenía todo, pero Bryan se encontró perdido en otro torbellino...
Después de que Ellie recuperara su verdadera identidad, se encontró en un inesperado matrimonio con el Sr. Thorpe, un hombre lisiado que era despreciado por todos. Su exnovio infiel aguardaba su arrepentimiento, mientras los demás la miraban con sorna. Sin embargo, para Ellie, su aclamado bar no era más que un proyecto secundario. Su vasta colección de joyas parecía trivial. Los mejores diseñadores estaban a su disposición. Poseía autos de lujo, grandes mansiones e incluso islas privadas. Tenía el poder de ganar prestigiosos premios y vengarse de su infiel ex y de la amante descarada de este. No obstante, para los extraños, su vida parecía aburrida, ensombrecida por la discapacidad de su marido. Un día, el Sr. Thorpe se levantó de su silla de ruedas, incapaz de mantener la fachada por más tiempo. "Ya no puedo seguir fingiendo. Mi mujer es demasiado extraordinaria", declaró. Ellie, con las manos en la cintura y los dientes apretados, se enfrentó a él: "¿Y el divorcio que prometiste?". Tocándole suavemente el vientre ligeramente abultado, el Sr. Thorpe respondió en voz baja: "¡En tus sueños!".