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Esteban, abandona a Brianna sin ningún tipo de explicación. Brianna siente su corazón roto, y decide seguir adelante sin él. Esteban dejó al amor de su vida, al descubrir despierta su naturaleza de hombre lobo, y por el miedo de lastimarla, decide dejarla. Pero no esperaban encontrarse dos años después.
Esteban
La luna llena siempre fue mi confidente más fiel. Desde mi más tierna infancia en los enigmáticos bosques del norte, su resplandor plateado acariciaba mis ojos curiosos. Soy Esteban, portador de un legado ancestral que me sumergió en un mundo de secretos y dualidades.
Nací en una familia marcada por un linaje especial, hombres lobo que eran más que simples criaturas nocturnas. Fui instruido desde temprana edad sobre el equilibrio precario entre mi humanidad y la bestia interior. Mis padres, con sabiduría forjada en siglos, me guiaron para comprender y dominar esa dualidad.
A medida que la niñez se desvanecía entre la espesura del bosque, la curiosidad me empujaba hacia el desconocido mundo fuera de aquellos árboles centenarios. Abandoné los confines del bosque, buscando comprender más allá de lo que mis padres me enseñaron. La ciudad, un laberinto de luces y ruidos, me recibió con sus brazos abiertos y desconocidos.
El asfalto reemplazó a la tierra húmeda, los rascacielos se alzaron en lugar de los árboles. Me sumergí en la vorágine de la urbe, deslumbrado por la rapidez y la efervescencia de la vida citadina. Las luces artificiales pintaban el cielo nocturno, pero la luna seguía siendo mi faro, una conexión con mi herencia olvidada.
El ascenso en los escalones corporativos fue una mezcla de ambición y dedicación. Mis habilidades naturales, mezcladas con la tenacidad aprendida en los bosques, me llevaron a ocupar un puesto codiciado: CEO de una empresa prominente. La ciudad, con su ritmo trepidante, parecía ofrecerme todo lo que alguna vez anhelé.
Entonces, ella apareció. Brianna, con su risa musical y su mirada penetrante, irrumpió en mi vida como un vendaval. Su presencia iluminaba incluso los rincones más oscuros de mi existencia. Nos conocimos en un evento de la empresa, y desde aquel primer encuentro, su presencia se convirtió en un faro en mi existencia.
Los días pasaron como un suspiro, entrelazando nuestras vidas en una maraña de emociones y promesas. Brianna, un espíritu libre y radiante, se convirtió en mi ancla en medio de las aguas turbulentas de la ciudad. La amé con una intensidad que sacudió los cimientos de mi alma, pero un peso insoportable se cernía sobre mí.
Mi legado familiar, la dualidad que me definía, se convirtió en una sombra que acechaba mis días y envenenaba mis noches. La verdad sobre mi naturaleza, un hombre lobo atado a las fases lunares, se ocultaba tras una fachada de hombre de negocios exitoso. Temía herir a Brianna, temía su rechazo si descubría mi verdadera esencia.
Los aullidos de la luna llena me atormentaban, mi ser luchaba por mantener el equilibrio. Mis instintos, mis impulsos más primitivos, chocaban con la máscara que me esforzaba por mantener. Brianna, con ojos llenos de preocupación, notaba mi inquietud, mi distanciamiento progresivo.
El dilema se intensificaba, la dualidad se volvía insoportable. En una noche desgarradora, la confesión se escapó de mis labios con el peso de una losa. Mis palabras, pesadas de verdades que preferiría haber ocultado, cayeron sobre Brianna como hojas secas en otoño.
Mis disculpas por el desliz, comencemos de nuevo:
Mis días se convertían en una danza cuidadosa entre el hombre de negocios de día y la criatura en la sombra durante las noches de luna llena. Brianna, mi luz en medio de la urbe, era ajena a mi secreto más profundo. Mantenerlo oculto se convirtió en una carga pesada, una verdad que me atormentaba en cada aullido lunar.
Nuestras vidas se entrelazaron en una sinfonía de amor y éxito. Brianna, con su sonrisa luminosa, iluminaba los rincones más oscuros de mi existencia. Sin embargo, la dualidad de mi ser, la lucha constante entre hombre y bestia, oscurecía mi dicha.
Después de unas horas fingiendo amor frente a su jefe y de un pico después de decir "acepto", la noche pasó sin ningún otro contratiempo. Se marcharon en un Ford descapotable de los años sesenta y finalmente llegaron a la casa de Lionel. Tan pronto como pisaron el suelo, él la observó con aburrimiento y se giró para irse a dormir. No le gustaba estar rodeado de personas, a menos que fueran bailarinas en poca ropa. -¡Oye! -protestó Alexa, pero él no se giró para seguir avanzando-. Se supone que estamos casados -murmuró temblorosa. Finalmente, él se detuvo y Alexa se acercó a pasos firmes, rodeándolo. Lionel bajó la vista para fijarla en ella. Le resultó... ¿Bonita? Supuso que ese era un adjetivo acorde a esa mujer, aunque le parecía insoportable y aquello restaba la belleza que poseía. -¿Qué? ¿Quieres acostarte conmigo? -preguntó él. Ella levantó una ceja para negar, pero ya era tarde. Lionel la tomó entre sus brazos y la recostó sobre la pared. Una mano detrás de su cintura bajó hasta sus glúteos y los apretó. Alexa rodó los ojos para darle un empujón. -Al cabo que ni quería... puedo cogerme mujeres de verdad -se burló, pero no esperó recibir un cachetazo de la dama. Alexa observó sorprendida la mejilla roja de su ahora esposo. Su piel se volvió más pálida de lo normal y retrocedió un paso, luego otro. Lionel se limpió un hilo de sangre que caía en la comisura de sus labios y la observó furioso. Era raro verlo así. Corrió a su lado y la tomó del cuello con brusquedad. Poco a poco, Alexa pudo sentir que el oxígeno no pasaba por su garganta y que estaba quedándose sin aire. -P-por favor... -suplicó, pero Lionel siguió presionando hasta que la soltó arrojándola al suelo. Se limpió el saco, como si ella lo hubiera ensuciado, y se dio la vuelta. Alexa, perpleja por haber sido estrangulada por su esposo, se levantó. -¡Soy tu esposa! ¡Te guste o no! -gritó a todo pulmón. Lionel se giró, buscó algo en su bolsillo y dijo: -Bien. Ten, son diez mil dólares. El próximo mes te daré más, ahora vete. No me interesa tenerte en esta casa. -Somos marido y mujer. Merezco y debo estar aquí -susurró con la voz quebrada y los ojos llenos de sufrimiento. Él le lanzó una sonrisa ladina mientras avanzaba, pero ella, a pesar de temblar por ese hombre, no se dejó intimidar. -Entonces... -comentó mientras bajaba el cierre de su pantalón, sacando su enorme miembro frente a ella-... mételo en tu boca... -canturreó divertido. Lionel se rió de la desgracia de aquella mujer. Y ella lo sabía.
Isabella, una joven inocente, se ve envuelta en una apuesta con el seductor caballero Alejandro. Si gana, Alejandro la protegerá y la cuidará. Si pierde, ella perderá su virginidad a los ojos de Alejandro.
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