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Mariana es una chica caprichosa de 17 años de edad, hija de un empresario muy bien conocido por tener una gran fortuna, su madre falleció cuando era muy pequeña quedándose solo con él y su tía. Antes de cumplir los 18 años y estar próxima a heredar la mitad de las empresas, recibe la noticia de que antes debe casarse con el hijo del socio de su padre a quien no conoce. Samuel por su parte es un chico muy responsable, con 17 años de edad ya debe asumir las riendas de la mitad de las empresas que su padre le dejó, junto a su abuelo, es capaz de dejarlo todo por satisfacer sus deseos por el bien de la familia. Se encontrarán estos dos jóvenes por el mismo camino en situaciones que no esperan. ¿Serán capaces de limar asperezas antes de comprometerse y casarse? ¿Habrán obstáculos para separarlos?
Ya estaba empezando el amanecer y como siempre Mariana Strauss Sánchez, una chica de 17 años, peli negra, ojos azules, tez blanca, estatura promedio, con un aparente cuerpo perfecto, pues usaba vestidos muy ceñidos a su piel con tacones muy altos, para esta ocasión los usaba color rosa, su preferido.
Estudiante que cursa el último año de Bachillerato en el internado Montessori International School: Conde de Orgaz en Madrid, España.
Llegaba pasada de copas en compañía de sus amigos de parranda hasta la entrada de aquel claustro académico apenas moviéndose sin caerse por la ebriedad en su cuerpo, aun así, pudo sostenerse para bajarse del auto y despedirse, prometiéndoles que el siguiente fin de semana sería mucho mejor.
Cuando quedo sola en frente de la puerta, introdujo la llave en la cerradura y entro sigilosamente hasta la sala, se quitó los tacones rosas que tenía puestos, le estaban tallando demasiado por estar bailando toda la noche y no quería hacer ningún ruido.
Se notaba muy contenta por haber tenido de nuevo una fantástica noche.
Subió las escaleras sosteniéndose del barandal soltando pequeñas burlas a sus pensamientos sobre la mala seguridad del lugar donde estudiaba, pues sus maestras que eran monjas no habían notado que escapaba.
-Es bueno que pude escapar fácilmente de este estúpido lugar que más parece una cárcel para mujeres jóvenes como yo, con sed de libertad. - Susurro riéndose al ver que apenas podía subir con dificultad por las escaleras. - Ya quiero irme a dormir.
- Vaya Señorita Strauss, no sabía que consideraba este lugar de esa manera. -Hablo una voz delante de ella en cuanto la joven llegó al final de la escalera.
- ¡Madre superiora! ¿Qué hace despierta a esta hora? -Intentaba disimilar tapándose la ropa que tenía en ese momento, al tiempo temblaban sus piernas que no se sostenían por la ebriedad.
-Mejor debería preguntarle, ¿Quién le dio las llaves para que se escape cuando usted lo desee? -Mencionó la mujer con la mirada seria.
-No sé de qué habla madre superiora, yo estaba en mi habitación y quise dar un pequeño paseo, en ningún momento he robado nada. -Habló de manera burlona escondiendo las llaves dentro de sus manos.
-No se haga la tonta señorita Strauss. -Le quito bruscamente las llaves de sus manos haciendo que le dolieran un poco. -Aquí está la evidencia y ahora comprendo el porqué de su bajo rendimiento académico, es la peor alumna de este instituto con sus pésimas calificaciones.
La madre superiora se notaba muy enfurecida, pues le había dado plena confianza a la chica para que la traicionara de esa manera.
-No creo que a su padre le agrade saber que por sus actitudes recibirá el peor castigo. -Le recalcó muy seria.
-A mí no puede castigarme, soy la hija del principal benefactor de este lugar. -Mariana le respondió muy enojada.
-Por eso es una decepción, ya que debería ser un pilar para las demás alumnas, pero es todo lo contrario, más al ser expulsada a pocos meses de la graduación. -La madre superiora habló tajante.
- ¿Qué? ¿Yo expulsada? -Toda su borrachera se había desaparecido al escucharla. -Esto debe ser una broma de mal gusto, por favor dígame que debo hacer entonces. ¿barrer, trapear, cocinar? Sabe que no soy buena en esas cosas. -Le mencionó riéndose como si nada más pasara.
-No es ninguna broma, usted va a quedar expulsada jovencita y no será más mi problema cuando su padre se entere en un par de horas de lo sucedido.
-Oiga no, esperé por favor, mi padre se enfurecerá, lo conozco bien.
-Lo mejor es que vaya a descansar y en cuanto se le quite esa resaca, la esperó en la dirección con su equipaje.
-Madre superiora, por favor. -El desespero de Mariana la hizo llorar rogando que causará algún efecto en la monja. -Le prometo que cambiaré.
-Basta de lloriqueos Señorita Strauss, debe madurar enfrentando sus errores como es debido. -Se dio la vuelta sin decir más.
Mariana estaba aterrada sabiendo que era la primera vez en hacer algo diferente más que a estudiar, su padre la tenía muy bien económicamente, dándole todo lo que ella quería desde muy pequeña, pues era un importante y famoso hombre de negocios en casi todo el mundo, tenía un conglomerado de empresas en diferentes sectores de la sociedad.
En cuanto llegó a la habitación notó que sus amigas estaban dormidas, cambió su ropa por un pijama largo color blanco y se soltó el cabello metiéndose a la cama pensando en que eso podría ser algo bueno después de todo.
Podría tener más libertad lejos de esa prisión, pasaría tiempo con su padre, usaría las tarjetas de crédito sin limitaciones.
-Estoy tan emocionada por irme de este lugar. -Gritó llena de felicidad.
Una de sus compañeras más detestables por su rivalidad se levantó notando que había llegado a despertarla con aquél ruido.
- ¿Qué diablos te pasa? Vienes a molestar después de estar en la calle con tus tontas fiestas. -Se le acercó a la cama enfurecida hablando muy bajo notando que nadie más había despertado.
-Melissa ya déjame en paz y duérmete. -Se arropo sin verla más.
-Una cosa es salir un sábado y otro muy distinto todos los días, ¿Quieres que te expulsen? -Le susurró.
-No te preocupes por mí, ya en unas horas serás la más popular, ahora déjame en paz que me duele la cabeza. -La miró muy amenazante.
Melissa no entendió en ese momento y se fue a su cama a seguir durmiendo sin pensar en los dichos de una borracha como Mariana.
:::
Samuel Müller Martínez, un joven de 17 años, cabellos negros, tez blanca, ojos azules, con músculos de atleta y un estilo único para vestirse usando lentes, acababa de llegar de sus vacaciones al pueblo donde nació.
Su familia vivía en Paris, Francia, debido a que fueron violentamente amenazados por grupos al margen de la ley cuando él apenas era un niño, pero al ser ya un adolescente la guerra en esos momentos había cesado un poco, así su abuelo paterno había hecho todo lo posible desde hace unos años atrás para que viajaran juntos y aprendiera las costumbres de su país natal: Colombia.
No había salido de muy buena manera de Francia por culpa de su madre, pues engañaba en sus narices a su padre que se estaba esmerando por darle todo siendo el socio de un importante conglomerado empresarial.
Samuel le había sugerido a su padre venir a vivir con él a ese lugar, lo cual accedió pues se podría enfocar en uno de los primeros negocios que habían hecho y por el cuál ahora tuvieran todos sus bienes, la floricultura.
-Supongo que estás más calmado ahora que regresamos hijo. -Le mencionó el patriarca de la familia Müller.
-Un poco abuelo, solo que no me gusto la forma en que mamá trato a papá, por eso lo animé a que viniera conmigo. -Samuel habló contemplando a su padre en el hermoso paisaje de flores del invernadero que él había construido cuando llegó allí dos años atrás.
-Tu madre jamás a querido a tu padre, solo es una avariciosa que deseaba ser millonaria, cuando la conoció solo era empleada, tu padre se enamoró, pero ella no.
- ¿Por qué aceptaste eso abuelo? ¿Nunca pensaste en que algo así sucediera? -Samuel le interrogó.
-Es algo que suele ocurrir cuando no conocemos a fondo a los que dicen amarnos, después de darles la mano te apuñalan por la espalda y sacan su verdadera identidad.
-Por eso lo mejor es que haya un matrimonio por conveniencia, a veces el amor surge de esa manera, más si es la chica de la que te enamoraste cuando eras un niño.
Samuel no podría olvidar haber visto a su madre muy encantada en casa con su amante, mientras que su padre yacía enfermo en una de las habitaciones cercanas en la misma residencia. Por suerte su no se enteró de su infidelidad.
-Hijo, ¿Te sientes bien? -El abuelo notó que no hablaba respecto a lo que había mencionado anteriormente refiriéndose a el mismo y a su nieto.
-Si abuelo, solo estoy algo cansado por el viaje. ¿Decías? -Se sentó a su lado escuchando atentamente.
-Sí, resulta que hay una tradición en nuestra familia y la de nuestro socio principal.
- ¿De qué se trata?
-Bueno, cuando las dos familias han vivido juntas, sus hijos pueden llegar a casarse para heredar la fortuna, así consolidar que nadie más se adueñe, confiamos que todo seguirá igual.
- ¿Me estás diciendo que yo debo hacer ese tipo de cosas abuelo?
-Sí, todo ha sido planeado desde que tu tenías 5 años, cuando descubrí que te gustaba esa niña, la hija de mi socio, su abuelo. ¿Recuerdas? -El hombre trataba de comentarle la decisión que se había tomado años atrás antes de la muerte de su esposa, sobre el arreglo matrimonial para él.
Un grito desgarrador se escuchó afuera dejando de lado aquella conversación, era su padre con un fuerte dolor en el pecho sintiendo no poder respirar.
Samuel se encargó de llevarlo de inmediato al hospital, dónde pudieron controlar el dolor que había sufrido en el corazón.
-Papá, ¿Por qué no me habías dicho sobre el daño que tenías en el corazón? -Le expreso muy enojado.
-Hijo, no quería preocuparte por cosas como esas.-El hombre apenas podía responderle agitado en su voz.
-Cómo no voy a preocuparme por tu bienestar, mamá es la única que le vale como estés, por eso te insistí tanto que vinieras. -El chico empuñaba sus manos llenas de ira.
-Supongo que sabes que la muy cínica me ha engañado. -Le confeso.
- ¿Qué? -Samuel abrió los ojos de la sorpresiva declaración.
-Por eso preferiste vivir aquí con mi padre, esa mujer ha sido lo peor que pude tener como madre para ustedes.
-Papá, ¿Desde cuándo lo sabes?
-Digamos que, por ese motivo empecé a tener pequeños dolores en el pecho. -Respiro profundo intentando no descontrolarse.
Samuel estaba tan molesto, su padre ya sabía la verdad, pero, ¿desde cuándo era así?
-No sabes cuánto la odio papá, nunca se ha interesado en mi hermana ni en mí, es una...-Prefirió callar.
-Calmante hijo, recuerda que vienes de un proceso reciente de recuperación y no es bueno alterarte.
-Descuida papá, ya sabes que no he vuelto a tener ese tipo de ataques porque me he cuidado muchísimo haciendo deportes y también cuido mi alimentación.
-Enserio me ha sorprendido tu recuperación hijo, hasta tienes novia.
-Por cierto, no he ido a visitarla desde que llegamos.
-Si quieres ir no hay problema, solo prométeme que si llega a ocurrirme algo tu serás el único en cuidar todo lo que nos pertenece y a tu hermana Valentina.
-Papá, no hables como si fueras a irte de nuestro lado.
-Solo son tonterías que se me ocurren, en cuanto salga de aquí iré a los invernaderos de flores para revisar todo el proceso como lo hacía en mis inicios con tu abuelo.
-Algún día espero ser como tú.
Samuel estaba feliz al notar a su padre, pues fue en aquélla actividad agrícola que se disparó su popularidad a nivel mundial con su mejor amigo, el padre de Mariana.
Las dos familias se conocían desde muchas generaciones atrás cuando por hazañas del destino, migraron desde Alemania a Colombia para conocer nuevos mundos, lograron posicionarse desde lo más bajo en el cultivo de diferentes flores, hasta llegar a tener una gran fortuna, y era común que sus hijos se volvieran amigos, a veces se llegaba a un matrimonio.
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