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Rhonda era una chica que amaba demaisado. Después de que su novio de varios años perdiera su trabajo, ella no dudó en apoyarlo económicamente. Incluso lo mimó, para que no se sintiera deprimido. ¿Y qué hizo él para devolverle el favor? ¡Engañó a Rhonda con su mejor amiga! Ella estaba tan devastada. Para hacer que su ex infiel pague, aprovechó la oportunidad para casarse con un hombre que nunca ha conocido. Eliam, su esposo, era un hombre tradicional. Él le dijo que él sería responsable de todas las facturas de la casa y que ella no tendría que preocuparse por nada. Rhonda se rio de él y concluyó que era uno de esos hombres a los que les gusta presumir de su habilidad. Pensó que su vida de casada sería un infierno. Al contrario, Eliam resultó ser un esposo cariñoso, comprensivo y hasta un poco pegajoso. Él la animó a ascender en la escala profesional. Además, la ayudaba con las tareas del hogar y le daba carta blanca para decorar su hogar. No pasó mucho tiempo antes de que comenzaran a apoyarse mutuamente como un verdadero equipo. Eliam sabía cómo resolver los problemas de la vida. Nunca dejaba de acudir en ayuda de Rhonda cada vez que ella estaba en un aprieto. A primera vista, parecía un hombre común, por lo que Rhonda no pudo evitar preguntarle cómo podía poseer tantos conocimientos acerca de diferentes áreas. Pero Eliam siempre ha logrado esquivar esta pregunta. En un abrir y cerrar de ojos, Rhonda alcanzó la cima de su carrera gracias a la ayuda de su esposo. La vida les iba bien hasta que un día, Rhonda encontró una revista de negocios global. ¡El hombre de la portada se parecía exactamente a su marido! ¡Qué significaba eso! ¿Eran gemelos? ¿O le estaba ocultando un gran secreto todo este tiempo?
El sol brillaba en el cielo de un día de verano.
Rhonda Horton estaba en la entrada de un centro comercial repartiendo folletos.
De pronto, vio a un hombre y una mujer jóvenes que se acercaban caminando de la mano en su dirección.
Los ojos de la joven se abrieron como platos cuando se dio cuenta de que era su novio, Santino Byrne y su mejor amiga, Cristina Grey.
Santino le había dicho que tenía una entrevista de trabajo y se preguntó qué estaba haciendo aquí.
Rhonda contuvo la respiración y se apresuró a seguirlos.
Sin embargo, los perdió de vista en cuanto entraron al centro comercial.
Aceleró el paso, pero justo en ese momento, recibió un mensaje en el teléfono. Era una notificación de transacción de su tarjeta de crédito.
Santino había comprado una joya de 49.998 dólares.
Rhonda gritó asombrada. ¡Era casi la mitad de lo que ganaba en un año!
Corrió hasta la joyería y en ese momento, vio a una vendedora que deslizaba un llamativo anillo con diamante en el delgado dedo anular de Cristina.
Era un diamante grande y exquisito, el mismo con el que Rhonda había estado soñando durante mucho tiempo.
Su mente se quedó en blanco al ver la sonrisa de satisfacción en el rostro de su amiga.
Santino había sido despedido de su trabajo seis meses atrás. Se había estado quedando en la casa de Rhonda y usando su dinero para pagar sus gastos. Rhonda sintió que la bilis subía por su garganta. ¡Cómo se atrevía a usar su dinero para comprarle un anillo a otra mujer!
Pero Rhonda no era una pusilánime.
Corrió, arrancó el anillo de la mano de Cristina y se lo entregó a la vendedora.
"Lo siento, quiero devolver esto", dijo.
"¿Qué diablos estás haciendo? Acabamos de comprar este anillo. ¿Con qué derecho quieres devolverlo?", exclamó Cristina.
Rhonda perdió el control. Solo la miró y le dio una bofetada.
"¿Qué estás haciendo?", gritó Santino, que regresaba de la caja. Enseguida abrazó a Cristina de manera protectora.
"¿Cuál es tu problema? Solo gasté unos dólares de tu cuenta. ¿No te da vergüenza ser tan tacaña?", dijo mientras la miraba con evidente disgusto.
Rhonda lo miró incrédula mientras la traición, la furia y la humillación bullían en su interior.
"¡Tienes una relación con mi amiga y gastaste el dinero que tanto me costó ganar para comprarle una joya a ella! ¿Y me preguntas si no me avergüenzo de mí misma?".
"Sí, estoy con Cristina. ¿Qué vas a hacer? Solo mírate", dijo con la nariz arrugada de disgusto. "¡Ningún hombre te amará!".
Rhonda había estado ahorrando cada centavo durante los últimos seis meses para ayudar a su novio. Había dejado de comprarse ropa nueva y productos para cuidar su piel. Vestía ropa gastada y su piel había perdido su brillo, pero, a pesar de todos los sacrificios que hizo por él, ahora le pagaba con traición y dolor.
Mientras tanto, muchas personas curiosas comenzaron a agolparse a su alrededor. Con un gesto enojado, Santino le arrojó en la cara el recibo de compra y la tarjeta de crédito.
"¡Aquí tienes! ¡Tómalo! Es evidente que lo único que te importa es el dinero. ¡Ya he tenido suficiente de ti!".
Rhonda sintió dolor cuando la tarjeta rozó su rostro, pero no fue nada comparado con el dolor en su corazón.
"Una mujer como tú solo puede terminar muriendo sola. Ningún hombre puede soportarte". Dicho esto, Santino salió del centro comercial con Cristina de la mano.
Rhonda levantó la tarjeta y el recibo del piso, completó el procedimiento de reembolso y regresó directamente a casa.
El apartamento tenía dos dormitorios y habían estado viviendo en habitaciones separadas todo este tiempo.
Rhonda había creído que Santino era un caballero que la respetaba, pero pensándolo bien, se dio cuenta de que era ridículo.
Enseguida comenzó a empacar las cosas de Santino. Estaba decidida a echarlo hoy mismo.
Enfadada, tiró de las sábanas de la cama solo para encontrarse con dos condones usados. Parecían recientes.
Lo último que quedaba de amor y admiración por su novio se desvaneció en un instante.
Empacó todas sus pertenencias y las tiró fuera de la puerta.
En ese momento, Santino regresó al apartamento con Cristina.
Se puso furioso cuando vio todo amontonado en el suelo, junto a la puerta.
"¿Estás loca? ¿Cómo te atreves a tocar mis cosas?".
Rhonda lo ignoró y se sentó en el sofá de la sala. Antes, pensaba que Santino era el hombre más guapo del mundo, pero ahora, de solo verlo se sentía asqueada.
"Regresaste justo a tiempo. ¡Dame la llave y no vuelvas a poner tu sucio pie en mi casa!".
"Te pregunto de nuevo, ¿estás loca? Antes, pagaba el alquiler. ¿Cómo puedes pedirme que me mude?", rugió el hombre.
"Tienes razón. ¡Antes pagabas el alquiler!", escupió Rhonda, enfatizando la palabra 'antes'. "¿Y el alquiler de los últimos seis meses? ¿Y los gastos de manutención de los últimos dos años y medio? ¿Pagaste eso?".
Rhonda lo fulminó con la mirada y respiró hondo para calmarse.
Santino se sintió avergonzado al ver que muchos vecinos se habían reunido a su alrededor y chismorreaban sobre él. Quería resolver esta situación primero.
"¡Rhonda, todo lo que te importa es el dinero! Seis meses de alquiler es como máximo veinte o treinta mil dólares. Eso es justo lo que gano en dos meses. En cuanto encuentre trabajo, te devolveré el alquiler".
"No necesitas esperar hasta que encuentres un trabajo. Podemos darle el dinero ya mismo". Cristina sacó su teléfono y se acercó a Rhonda. "Te propongo un trato. Te devolveré el alquiler de seis meses, pero debes mudarte hoy".
Cristina calculó que el alquiler era pan comido en comparación con todo lo que Rhonda había gastado en Santino en estos dos años. Además, creyó que él le estaría agradecido de por vida si pagaba ese dinero ahora.
Santino se había graduado de una prestigiosa universidad y tenía un futuro prometedor. En el pasado, llegó a ganar treinta mil dólares al mes.
Al ver que Rhonda asentía satisfecha, Cristina le transfirió el dinero de inmediato.
Luego le señaló la puerta. "¡Date prisa! ¡Empaca todas tus cosas y vete!".
"No hay apuro", dijo Rhonda con calma. Enseguida se dio la vuelta y sacó un documento.
"Lee esto con cuidado", dijo y le extendió una escritura. Decía claramente que Rhonda Horton era la única propietaria.
"Soy dueña de este apartamento y no quiero alquilárselo".
"¡Rhonda, me has estafado!", estalló Santino en un ataque de ira. "¡Eres dueña de este apartamento, pero me hiciste pagar el alquiler todos estos años!".
"Estabas viviendo en mi casa. ¿No deberías pagar renta?", contestó encogiéndose de hombros con inocencia.
"¡Eres una bruja traicionera! Te subestimé", gruñó Santino, señalándola con el dedo.
"¡Eres despreciable!", exclamó Cristina. Se lamentaba de haber gastado el dinero en vano. ¡Además, ahora Santino no tenía dónde vivir!
"¡Oh, por favor! ¡No soy nada comparada contigo!".
Rhonda se paró en la puerta y ordenó: "¡Toma tus cosas y sal de mi casa!".
Cristina no estaba dispuesta a admitir la derrota, pero cuando Santino se dio cuenta de que se estaban reuniendo más vecinos para presenciar lo que estaba sucediendo, la arrastró apresuradamente.
Antes de irse, se volvió a mirar a Rhonda mientras pensaba en cómo quitarle el apartamento pronto.
Después de ahuyentar con éxito al dúo, Rhonda se apoyó contra la pared y suspiró cansada.
Lo único que pensaba en ese momento era en que ya no tendría que trabajar a medio tiempo para mantener a Santino.
En ese momento, sonó su teléfono. Lo sacó y vio que era una llamada de su hermano menor.
"Rhonda, a la abuela le han diagnosticado cáncer y la cirugía costará quinientos mil dólares. No tengo todo ese dinero. Yo...". Su hermano estalló en sollozos.
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