/0/8450/coverbig.jpg?v=afe98f4449fd25f2340e2b28c0514751)
¿Alguna vez has tenido un sueño tan real que te deja una sensación extraña durante todo el día? Abi lo tiene y se obsesiona con él. Abigail sueña al hombre perfecto. Pero sólo es un sueño, ¿no? Cuando está despierta debe trabajar y ser responsable. Sus amigas creen que es adicta al trabajo y han intentado organizarle citas incontables veces. Su terapeuta cree que necesita tomarse un tiempo sin trabajar y le extiende una licencia, y por esto Abi comienza a pasar más tiempo en su mundo de los sueños y descubre algunas cosas interesantes... Conoce unos seres extraños de enormes alas negras que atraen su atención, y siente que necesita saber más de ellos. Mientras tanto, sigue soñando con Adriano, su hombre ideal. Él hace que quiera estar todo el tiempo en su mundo de sueños. ¿Quiénes son estos seres? ¿Conocerá algún día a Adriano, el amor de sus sueños?
No sé exactamente cómo llegué allí. Mis ojos tardaron un momento en acostumbrarse a la oscuridad del lugar. Cuando comencé a reconocer algunos elementos, me di cuenta de que estaba a la intemperie. La luna llena brillaba sobre mí y el cielo estaba cubierto de estrellas. Oí el murmullo de una discusión acalorada y comencé a acercarme para ver de qué se trataba. Los seres alados estaban en un claro de ese hermoso bosque, y hablaban de algo que yo no llegaba a comprender. Eran unos jóvenes demasiado bellos, y sus alas, completamente negras, eran imponentes e inmensas.
Tres de ellos eran varones, y las otras tres mujeres. Tenían rasgos similares, por lo que asumí que estaban emparentados.
La discusión se volvió aún más acalorada y algunos de ellos comenzaron a desenfundar las espadas de sus cinturones y se desató la lucha. Me escondí detrás de un árbol, para no ser vista, pero fue en vano. La lucha me encontró, pues ellos se movían hacia mí.
Corrí por el bosque, intentando huir, pero mis piernas se sentían demasiado pesadas. Me dije a mí misma que no debía detenerme, que debía seguir intentando escapar de aquella pelea. Aquellos seres alados parecían realmente enfadados y letales. Corrí y corrí, pero los sentía pisándome los talones. De pronto, sentí a uno de ellos muy cerca, y su tacto en mi hombro me dejó estupefacta. El escalofrío recorrió mi espina dorsal.
Desperté entre jadeos para darme cuenta de que estaba cubierta de sudor. La alarma del despertador todavía no había sonado, así que me levanté y la desactivé. Me di una ducha y pronto olvidé lo que había soñado.
Bebí un café fuerte mientras miraba las noticias en mi móvil y luego tomé mis cosas para salir a trabajar. Como todos los días, tomé el metro y caminé algunas calles para llegar a mi trabajo.
Saludé con la mano a Eva y Amelia y me encerré en mi oficina a crear contenido para el periódico, antes de que alguna de las dos pudiera decir palabra. Hacía tiempo que venían con el mismo discurso: "¿Cuándo vamos a salir todas juntas como antes? Necesitas más tiempo fuera de este lugar".
Lo cierto es que "este lugar" es mi zona de confort. Es mi hábitat natural. Es donde mejor me encuentro. Déjenme frente a mi ordenador todo el día o toda la noche, allí estaré bien. No necesito salir, no necesito música fuerte, no necesito conocer muchachos pedantes o con poca materia gris.
En mi monólogo interno, no me había dado cuenta de que Eva se acercaba a mi oficina con dos tazas de café.
-¡Buen día, hermosa! ¿Cómo te encuentras hoy? -me dijo, mientras entraba-. Tienes ojeras -observó-. ¿Has dormido algo, o te has quedado trabajando hasta tarde?
-Ajá...
-Te traje café. Aquí tienes -dijo, posando la taza frente a mí, y sentándose en la silla vacía.
-Gracias.
-Estamos organizando para este viernes, ¿sabes? -comenzó-. Deberías venir esta vez, será divertido. Vendrá Olivia.
Olivia había sido compañera nuestra en el periódico. Se había enamorado, había formado una hermosa familia, y finalmente, había renunciado a su trabajo para dedicarse a la maternidad. No era lo que yo pretendía hacer con mi profesión. Me había roto el alma para llegar a donde estaba.
-Lo pensaré, Eva.
-¿Si? -dijo, y bebió un sorbo de su café-. Sé que quieres ser siempre perfecta, pero ya lo eres Abi, salirte un poco de tu papel no te hará mal. Relájate, por un día al menos. Será bueno pasar un momento con tus amigas y distenderte, salir de la rutina.
Miré a Eva y suspiré. Sabía presionarme y si no le decía que sí iba a continuar con eso toda la mañana, y yo de verdad quería trabajar.
-Bien, Eva. Iré. Pero, ¿puedes dejar de molestarme ahora? ¿Por favor?
-¡Claro! Si prometes ir, ¡por supuesto! -dijo con una sonrisa que dejaba ver todos sus dientes.
-Y que no sea una cita a ciegas.
-Sólo nosotras, lo prometo.
Era súper alegre y sonriente todo el tiempo. Puse mis ojos en blanco y asentí. Eva bebió un poco más de su café, se levantó de su silla de un saltito y se encaminó a la puerta de mi oficina. Me miró, todavía sonriente.
-Es una cita, amiga. Agéndalo.
Se fue a trabajar y me dejó con mi trabajo. Una mañana de arduo trabajo. Al menos no tenía que levantarme de mi silla para prepararme café.
A media mañana volteé y mi mirada se encontró con la de Eva. Sonrió y me guiñó un ojo. Ese intento de emparejarme con alguien ya llevaba un tiempo. Yo no me preocupaba tanto por esas cosas. Ya llegaría mi momento de conocer a alguien, pero ahora era el momento de darle importancia a mi carrera profesional.
Pedí que me trajeran el almuerzo a las oficinas del periódico desde el restaurante que había abajo y almorcé frente a mi ordenador, como hacía casi todos los días. Bueno, esta vez dos intrusos invadieron mi oficina.
Eva y Amelia abrieron la puerta, acercaron las sillas, y se sentaron frente a mí.
-Pensamos que necesitabas compañía -dijo Eva.
-Hace tiempo que no vienes a la cocina a comer con nosotras -agregó Amelia.
-Es cierto -dije, llevándome un bocado de mi almuerzo a la boca.
-Deberías parar un poco -dijo seriamente Amelia-. Trabajas demasiado, amiga.
-Ya me lo ha dicho Eva, pero gracias por pensar en mí. Si no trabajo ahora, entonces ¿cuándo lo haré?
-Si no disfrutas de tu vida ahora, entonces ¿cuándo lo harás? -se burló Amelia.
Resoplé y miré mi comida. Jugué un poco con ella y luego volví a comer.
-No te preocupes, Amelia -intervino Eva-. Abigail vendrá con nosotras este viernes y le encontrará el sentido a la vida. Quién sabe, quizá hasta conozca algún chico guapo.
-Ya hablamos de ese tema, Eva. Nada de chicos. Si voy, es para estar con ustedes.
-"Si voy", dice. Irás. Ya lo prometiste -dijo Eva.
-De acuerdo. Este viernes, cuando nos encontremos, es sólo para pasar tiempo con ustedes, mis amigas. No voy a conocer chicos.
-¿Puedo hacerte una pregunta? -dijo Amelia.
-Dime.
-¿Por qué te rehúsas tanto a estar con alguien?
-No tengo tiempo.
-Claro que tienes tiempo. Siempre puedes encontrar tiempo.
Suspiré. Me encerraba y no dejaba entrar a nadie en mi vida. Había tenido malas experiencias en el pasado y no quería volver a intentarlo. No era mi prioridad en ese momento. Fin.
-Chicas, no se ofendan, pero en realidad este tema me tiene cansada. Y todas tenemos trabajo que hacer.
-Abi, estamos almorzando.
-Me han quitado el apetito -expresé, sonriendo con sarcasmo.
-De acuerdo -dijo Amelia, levantándose-, no te librarás tan fácilmente de nosotras, y lo sabes. El viernes serás toda nuestra. Ya lo prometiste.
Ambas salieron, ofreciéndome una sonrisita burlona, y el resto de la tarde me enfrasqué en mi trabajo, incluso después de la hora de salida.
Volví a un apartamento vacío y continué trabajando desde mi laptop, mientras escuchaba las noticias de fondo y comía sushi.
Me fui a dormir temprano y soñé con un hombre, tanto que mencionaron estar en pareja y bla bla bla, terminé soñando con un hombre.
Nos encontrábamos en una habitación en la que no había estado nunca. No sabría definir con exactitud el lugar, pero asumí que eran esos típicos lugares productos de mi imaginación que aparecen en sueños. Yo estaba sentada en un cómodo sofá y él se acercaba a mí, tomaba mi barbilla y hacía que lo mirara. Su rostro era bellísimo, y me daban ganas de besarlo. Continuaba mirando hacia arriba, embelesada, pero ninguno de los dos daba el primer paso. Parecía estar esperando mi permiso. Entonces me levanté e intenté llegar a sus labios, pero era muy alto y tuvo que agacharse. Cuando sus labios tocaron los míos, sentí una descarga eléctrica entre ellos, pero a la vez pude sentir la suavidad de su piel, y la aspereza de su barba de unos días.
Me apreté contra su cuerpo, deseando más, y acarició con ternura mi espalda. La excitación crecía dentro de mí. Alcé mi vista y pude ver que detrás de él había una cama que antes no había notado que estaba allí, pero cuando quería llevarlo hasta ella me desperté, maldiciendo entre dientes porque el sueño no continuaba.
A lo largo del día fui olvidando los detalles de su rostro, a medida que pilas y pilas de trabajo se iban acumulando en mi escritorio y la rutina me agobiaba, aunque esa sensación de placer y excitación me acompañó hasta la noche.
Deseé soñarlo de nuevo, pero fue una noche sin sueños, o al menos no lo recordaba, pues dicen que siempre soñamos, sólo que no lo recordamos. Ese día pasó como un borrón y trabajé en automático.
Volví a casa para cenar frente a la televisión, con una copa de vino en la mano. Ni bien terminé la cena, abrí un libro e intenté concentrarme en él, para sacudirme un poco la rutina de encima.
Los libros eran mis mejores compañeros, mis mejores amigos, mis mejores amantes y mis mejores escapes cuando todo lo demás se derrumbaba a mi alrededor. Siempre había un libro para cada ocasión.
Cuando al final mis párpados comenzaron a pesarme, me fui a la cama y me acurruqué entre las mantas. El sueño llegó diligente y me envolvió una bruma que me condujo a una habitación algo oscura. Una figura me esperaba allí. Una alta figura, de hombros anchos. Sólo podía ver su espalda.
Caminé hacia él, pero no lograba alcanzarlo. No parecía estar tan lejos de mí, aun así, la espesa bruma a mi alrededor no me dejaba avanzar.
Agotada, estiré mis brazos hacia él, y llamé: "¿Hola? ¿Quién eres?". Pero no volteó. No parecía oír. Seguí intentando llegar a él, pero parecía inalcanzable. De pronto, mis pies comenzaron a avanzar con un poco más de velocidad, y noté que él se quitaba su camisa, la arrojaba al suelo, luego se quitaba también sus pantalones y también los arrojaba al suelo. Noté que a su lado había una cama, que antes no me había percatado que estaba allí.
Recorrí su figura de arriba abajo: era perfecto. Parecía medir alrededor de un metro ochenta y era ridículamente bello, su musculatura era bien definida, aunque no exagerada, y sus brazos se veían bien fuertes. Su piel estaba algo bronceada y usaba la barba de unos días, que hacía juego con su corte de cabello algo desprolijo, aunque sólo era parte del look, porque de desprolijo no tenía nada.
Se recostó en la cama, tomó las mantas y se cubrió hasta la cabeza. Hasta ese momento no me había dado cuenta que seguía corriendo en su dirección, hasta que me topé con un muro invisible y las palmas de mis manos comenzaron a palpar ese muro en busca de una abertura para poder atravesarlo. Las luces de su habitación comenzaron a apagarse y me di cuenta de que yo estaba en mi propia habitación. Me recosté en mi cama y me escondí debajo de las mantas. Cerré los ojos y me quedé dormida.
No recordé otro sueño cuando desperté en la mañana, pero ese se quedó conmigo.
Se acercaba el viernes, y mis amigas se estaban poniendo cada vez más impacientes con esto de que yo había accedido a ir con ellas. Querían ir de compras luego del trabajo, pues por lo visto mi guardarropas era demasiado aburrido, y no iba a objetar nada porque todas se veían demasiado entusiasmadas.
-No puedo creer esto, Abi -decía Eva, tan efusiva como siempre.
-¿Qué cosa no puedes creer? -le dije, fingiendo sorpresa-. ¿Que pagarás todo lo que elijas para mí?
-Ja-ja.
-¿Vamos? -dijo Amelia, saliendo de las oficinas.
Ambas asentimos y nos pusimos en marcha. Amelia y Eva me llevaron a tres tiendas diferentes de ropa y me hicieron probar de todo: ropa casual, de fiesta, tacones... Me estaban volviendo loca. Decían que me vestía demasiado sobria y que mañana era un día de celebración. ¿Celebración de qué?
-Estoy cansada, por favor, basta -les dije.
-Esto será lo último que te pruebes -dijo Amelia sosteniendo una falda entre sus manos-, y nos iremos a tomar algo, lo prometo.
Amelia colocó la falda encima suyo para ver como lucía en ella.
-Amiga, ¡lucirás hermosa! -dijo, y me la alcanzó para que volviera al probador.
Suspiré y volví al probador.
-¿Cómo te queda? Déjame ver cómo te queda.
Abrí la puerta y Eva y Amelia inspeccionaron el vestuario.
-Definitivamente irás así mañana -decretó Eva.
Puse los ojos en blanco, pero acaté la orden.
Después de mi desfile por las tiendas de ropa, nos sentamos en un café a beber unos capuchinos y a comer una exquisita pastelería estilo francés: macarons, éclairs, paris-brests para compartir y una crème brûlée para cada una. Bueno, esas eran las salidas con amigas que más disfrutaba. ¿No podíamos hacer esto en vez de salir de noche a lugares ruidosos donde la gente se amontona y recibes propuestas de gente que no conoces?
Conversamos un buen rato sobre películas, libros, nos pusimos al día sobre millones de cosas (como si no nos viéramos todos los días en el trabajo), y al caer la noche, decidimos que era mejor regresar a casa para descansar. Mañana teníamos que volver a la oficina.
-Bueno, te veremos mañana en el trabajo, Abi, y en la noche también -dijo Eva, entusiasmada.
-¿No era esta la salida? -dije, fingiendo confusión.
-No te librarás tan fácil de nosotras, ya lo sabes.
-Esto no ha sido nada fácil, me han torturado durante toda la tarde.
Nos despedimos y al llegar a casa arrojé las compras al suelo y fui directo a la cama. Estaba demasiado cansada y no tenía hambre. Nos habíamos llenado la barriga con esas delicias francesas y no tenía lugar para otra cosa.
Dormí profunda y plácidamente durante toda la noche y al despertar no podía recordar lo que había soñado. Lo que no estaba segura si era bueno o malo. Por un lado, extrañaba a ese rubio alto al que no conocía y por otro, la sensación de vacío en el pecho que me dejaba al no poder tenerlo en mis brazos no estaba, ya que no lo había soñado.
Un actor frustrado sueña con protagonizar una película de su padre, aclamado director de cine, con quien no tiene una buena relación. Su padre cede en darle un papel, pero no le da el protagónico, y él se promete a sí mismo hacer lo posible por encarnar el mejor personaje. El rol que le da su padre es justamente el antagonista del héroe: el asesino. Se entrena para lograrlo, da lo mejor de sí, y en el camino conoce a una sexy e inteligente detective que acecha sus pasos, quien al comienzo no logra vincularlo con los homicidios y se enredan en un amorío.
Gwyneviere es una hechicera que vive en las afueras de la Ciudadela en la tranquilidad de su hogar, haciendo trabajos ocasionales para la nobleza, los altos elfos y la gente del cielo. Se le encomendó la tarea de enseñarle magia a Nimh, una joven huérfana, para poder encauzar sus poderes ya presentes, porque aparentemente es la protagonista de una profecía, que dice que una poderosa hechicera será la perdición del reino. Con lo que no contaba Gwyneviere, era con enamorarse perdidamente de Nimh. El Alto Concejo de Hechiceras, sin embargo, no reveló la segunda parte de la profecía, que involucra a un personaje más... ¿Qué les deparará el destino a Gwyneviere y Nimh? ¿Podrán estar juntas, o la profecía se interpondrá? Además, el mejor amigo de Gwyn, Vandrell, siempre estuvo perdidamente enamorado de ella y nunca se lo ha dicho.
A veces el amor aparece de la manera más inesperada y en la forma de la persona menos pensada. Para Daniel, la vida a sus 40 años es una rutina entre sus tres hijos y su cargo de CEO de la empresa familiar. El fallecimiento de su esposa lo deja inmerso en la tristeza; creando, con el correr de los años, una coraza fría a su alrededor. Deanna tiene una vida normal, trabaja medio tiempo y estudia en la Universidad de Artes porque quiere lograr su sueño: cantar en la ópera. Solo le falta un año para terminar su carrera cuando su amigo Harry le pide ayuda desesperado. Una antigua regla familiar le impide casarse con su novia, la cual está embarazada. Para hacerlo, Daniel, su hermano, debe casarse primero. Para ayudarlo con su problema Daniel y Deanna acceden a fingir una relación y un matrimonio. Son tan opuestos que la atracción es inevitable. Él encuentra en ella la calidez que faltaba en su vida y Deanna el amor luego de una ruptura desastrosa. Finalmente, Daniel puede volver a tener una familia. Pero hay muchos intereses ocultos que buscan separarlos y alejarlos. El viaje es difícil, deben enfrentarse no solo a terceros que les complicaran las cosas, sino también a sus propios miedos e inseguridades. No es sencillo equilibrar 15 años de diferencia. Pero el corazón tiene razones que la misma razón nunca entenderá.
Anoche pasé una noche erótica con un desconocido en un bar. No soy una mujer al azar. Hice esto porque estaba muy triste ayer. El novio que había estado enamorado de mí durante tres años me dejó y se casó rápidamente con una chica rica. Aunque actúo como si nada hubiera pasado delante de mis amigos, estoy muy triste. Para aliviar mi estado de ánimo, fui solo al bar y me emborraché. Accidentalmente, me encontré con él. Él es más que atractivo e increíblemente sexy. Como el deseo controlaba mi mente, tuve una aventura de una noche con él. Cuando decidí olvidarme de todo y seguir adelante, descubrí que mi aventura de una noche se convirtió en mi nuevo jefe. Un tipo posesivo.
Dos años después de su boda, Ximena perdió el conocimiento en un charco de sangre durante un parto difícil, olvidando que su exmarido se iba a casar con otra persona ese día. "Nos vamos a divorciar, pero el bebé se queda conmigo". Estas palabras resonaron en su mente. Sabía que él no estaba allí para ayudarla, sino para quitarle a su hijo. Ximena preferiría morir antes que ver a su hijo llamar madre a otra mujer. Posteriormente perdió la vida en la mesa de operaciones con dos bebés en su vientre. Pero ese no fue el final para ella... Años más tarde volvió a encontrarse con Ramon, que ha cambiado mucho. Quería quedársela para él a pesar de que ya era madre de dos hijos. Y cuando supo que ella se iba a casar de nuevo, irrumpió como un loco. "Ramon, ya morí una vez antes, así que no me importa volver a morir. Pero esta vez, quiero que muramos juntos", gritó ella, mirándolo con angustia en sus ojos. Ximena pensó que él no la amaba y estaba feliz de estar fuera de su vida. Pero lo que ella no sabía era que la noticia de su inesperada muerte le había roto el corazón. Durante mucho tiempo lloró de dolor y agonía. Siempre deseó poder retroceder en el tiempo o ver su hermoso rostro una vez más. Todo esto fue demasiado para Ximena, cuya vida estuvo llena de idas y venidas. No sabía si debía volver al lado de su exmarido o seguir adelante con su vida. ¿Cuál elegiría ella?
Se suponía que era un matrimonio de conveniencia, pero Carrie cometió el error de enamorarse de Kristopher. Cuando llegó el momento en que más lo necesitaba, su marido estaba en compañía de otra mujer. Carrie ya estaba harta. Decidió divorciarse de Kristopher y seguir adelante con su vida. Sin embargo, solo cuando ella se marchó, Kristopher se dio cuenta de lo importante que era ella para él. Ante los innumerables admiradores de su exesposa, Kristopher le ofreció 20 millones de dólares y le propuso de nuevo: "Casémonos de nuevo".
Después de que Ellie recuperara su verdadera identidad, se encontró en un inesperado matrimonio con el Sr. Thorpe, un hombre lisiado que era despreciado por todos. Su exnovio infiel aguardaba su arrepentimiento, mientras los demás la miraban con sorna. Sin embargo, para Ellie, su aclamado bar no era más que un proyecto secundario. Su vasta colección de joyas parecía trivial. Los mejores diseñadores estaban a su disposición. Poseía autos de lujo, grandes mansiones e incluso islas privadas. Tenía el poder de ganar prestigiosos premios y vengarse de su infiel ex y de la amante descarada de este. No obstante, para los extraños, su vida parecía aburrida, ensombrecida por la discapacidad de su marido. Un día, el Sr. Thorpe se levantó de su silla de ruedas, incapaz de mantener la fachada por más tiempo. "Ya no puedo seguir fingiendo. Mi mujer es demasiado extraordinaria", declaró. Ellie, con las manos en la cintura y los dientes apretados, se enfrentó a él: "¿Y el divorcio que prometiste?". Tocándole suavemente el vientre ligeramente abultado, el Sr. Thorpe respondió en voz baja: "¡En tus sueños!".
Se rumoreaba que Fernanda, recién vuelta con su familia, no era más que una violenta pueblerina. Pero Fernanda se limitaba a esbozar una sonrisa despreciativa. Otro rumor sugería que Cristian, normalmente racional, había perdido el juicio, locamente enamorado de Fernanda. Esto la frustró. Podía tolerar los cotilleos sobre sí misma, ¡pero calumniar a su amado era pasarse de la raya! Poco a poco, a medida que salían a la luz las múltiples identidades de Fernanda como célebre diseñadora, experta jugadora, reconocida pintora y exitosa magnate de los negocios, todos se daban cuenta de que eran ellos quienes habían sido engañados.