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La muerte de su madre no solo la arrastró a una tristeza sin fin, sino que también la empujó al abismo de la desesperación. La compañía de su familia le fue quitada, y su esposo también mostró su verdadera intención. Ella no era la que amaba y solo se casó con ella por el bien de su madre. Sintiendo el odio, firmó el acuerdo de divorcio y se fue. Sin embargo, descubrió que no podía vivir sin ella.
Era tarde en la noche y las luces dentro de la villa de la familia Lu brillaban con intensidad, haciendo un marcado contraste con la calle oscura.
De pie y mirando hacia afuera a través de las ventanas, Janessa Qiu hizo su última llamada a Rayan Lu, pero luego de algunos repiques, esta terminó de la abrupta forma que esperaba. Entonces respiró hondo unas cuantas veces para estabilizarse antes de arrojar el teléfono a un lado, desenvolverse de su bata y meterse en la bañera humeante. Ella cerró los ojos para descansar y dejar que el calor del agua la calmara, con lo cual pronto sus párpados se volvieron pesados.
Unos años atrás su padre había fallecido y ahora su madre estaba gravemente enferma, cosa que inquietaba a su tío Aydin la mayoría de los días y terminaba causándoles problemas a todos. Aunque solo llevaba unos días trabajando en la empresa, ya la mujer estaba agotada.
Antes de que pudiera caer en un sueño profundo, pudo distinguir vagamente unos pasos sordos afuera, y pese a que parecían cercanos, ella no se atrevió a abrir los ojos ni salir de la bañera.
No bien escuchó un "pum" amortiguado, se puso del todo alerta.
"¿Quién es?", preguntó al tiempo que se envolvía con rapidez en su bata de baño para abrir vacilante la puerta con los ojos bien abiertos.
La luz brillante que emanaba del pasillo dificultaba ver la cara del hombre y ella estaba aterrorizada por el repentino ruido que causó, y cuando al fin reconoció su rostro se le aceleró el corazón.
"¡Cálmate, soy yo!", dijo este arrastrando las palabras en un tono bajo y ronco, y la mujer podía oler el alcohol desde donde estaba.
El cuerpo tenso de Janessa se relajó un poco ante la voz familiar y regresó adentro por instinto. Ella miró con cautela a Rayan, quien obviamente estaba ebrio.
"Me estoy bañando en este instante. ¡Debes irte!", le ordenó con un temblor en cada palabra, además de una pizca de vergüenza en ellas.
El hombre la observaba con ojos nublados y una expresión indescriptible en sus rasgos afilados, lo cual era muy diferente de la dominación que normalmente irradiaba.
Con cada paso que se le aproximaba, el cuerpo de esta se enroscaba en tensión y su respiración se volvía más irregular, pues sin importar todo el tiempo que había pasado, ella todavía no podía olvidar lo que él le había hecho en su noche de bodas. Nadie debería sentir ese tipo de dolor en su vida.
Él se tambaleó en su camino a la bañera mientras se quitaba la corbata cuando miró a la mujer y le lanzó un bufido. Sus ojos viajaron desde el rostro de esta, pasando por la delicada piel blanca de su cuello hasta que llegaron a sus delgados muslos, y la sonrisa vulgar que tenía se ensanchó.
"¿De verdad eres tú? Podría jurar que te habías mudado. ¿Por qué volviste?". El hombre se inclinó al nivel de sus ojos y la evaluó con frialdad, pero estaban tan cerca que sus narices se tocaron y el alcohol en su aliento envolvió los sentidos de ella.
Tensando sus labios, la mujer apretó con más fuerza la bata de baño que la cubría. "¿Qué quieres?", cuestionó mirándolo a los ojos, en los cuales pudo ver reflejada su propia expresión de pánico.
Aunque ya habían tenido relación, ella todavía se aterrorizaba cada vez que él iniciaba la intimidad entre ellos.
"¿Tienes curiosidad por ver qué voy a hacer?", preguntó él, borrando la sonrisa de sus labios. Acto seguido la agarró por la nuca con fuerza y le dio una expresión amenazadora como un lobo mostrando los dientes. "¡Señora Lu, creo que debería ser yo quien haga el interrogatorio aquí! ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¡Respóndeme!".
Cerrando los ojos con fuerza, ella tembló cuando él levantó el tono.
Sin embargo, decidió complacerlo y le explicó casi en un susurro: "Tengo algo de lo cual ocuparme en la empresa. Intenté llamarte, pero no contestaste". La verdad era que logró sonar más tranquila de lo que se sentía.
La mirada maliciosa de Rayan se desvaneció, por lo que se podía decir que no estaba tan furioso como unos segundos antes.
Entonces aflojó su agarre sobre ella, y sus ojos se abrieron poco a poco hasta que se enderezó y tiró su abrigo al suelo. Enseguida comenzó a desabotonarse la camisa a un ritmo minuciosamente lento sin dejar de sostenerle la mirada con un destello de peligro en sus ojos.
El corazón de Janessa latía con fuerza mientras trataba de cubrirse todavía más con la bata, enrojecida de vergüenza.
"¿Qué tal si esperas afuera a que me duche? ¿O prefieres darte un baño tú primero?".
Ante sus palabras, el hombre la miró con dureza mientras que ella se obligó a levantar la barbilla y enderezar su postura a pesar de los escalofríos que sentía.
La camisa de Rayan estaba desabotonada hasta la mitad en este punto, lo que revelaba una fuerte clavícula que parecía tentadora bajo la suave luz.
Este cerró la distancia entre ellos, y antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo, de repente ella sintió un dolor agudo en el hombro.
Él la agarró del cuello y la empujó hacia atrás, lo que le hizo golpearse la cintura con el lavabo. Haciendo una mueca por el dolor que floreció en sus caderas, ella se contuvo de emitir palabra.
"¿Crees que quiero estar contigo?", gruñó Rayan apretando el agarre en su hombro y mirándola con disgusto. "Si no fuera por el arreglo de mi madre, ¿crees que yo te hubiera elegido para mí? No entiendo cómo pudiste siquiera conquistar el corazón de mi madre. ¡No eres más que una manipuladora!".
Todos sabían la verdadera razón por la que ellos se habían casado, pero nadie se había atrevido a expresarlo en voz alta.
En ese momento él lo había dicho. Pero, ¿qué importaba ya? No había nada que pudieran hacer para cambiar el pasado.
Burlándose de él, Janessa levantó la barbilla desafiante. "Ambos sabemos que todo lo que hacemos es aprovechar lo que nos conviene el uno del otro. Tampoco eres víctima en esto".
"¿Aprovechar lo que nos conviene?", replicó él con furia en los ojos. Dicho eso, se inclinó sobre su oreja y agregó con los dientes apretados: "Si eso es lo que crees, ¡no me molestaré en perder un segundo contigo!".
Mientras hablaba, la cargó por la cintura, la apoyó en el lavabo, le abrió la bata de baño y la besó apasionadamente.
Ella frunció el ceño ante la forma en que él la dominaba, por lo que la ira y el resentimiento que se habían estado gestando en su interior amenazaron con estallar porque ya no podía soportar más la humillación.
Al tiempo que él continuaba besándola, ella buscó a tientas algo detrás de sí misma, lo estrelló contra la cabeza del hombre, y antes de que cayera en cuenta de lo que había hecho, este se fue de lado y se golpeó el cráneo contra el estante junto a él.
Como intentó apoyarse contra la pared para suavizar la caída, se deslizó lentamente hasta el suelo, donde la sangre tiñó de rojo el agua que había allí.
Su esposa se estremeció al ver eso. Tan pronto como recuperó el sentido, saltó del lavabo a toda prisa y le giró el rostro hacia arriba.
Pasados unos pocos segundos, la sangre le empapó la camisa. Independientemente de cuántas veces lo llamara, él no le respondió nunca, así que la mujer llamó a la doctora de la familia Lu, Gracie Mo, temblando ante el cuerpo inerte de su esposo en el suelo.
"Doctora Mo, Rayan está herido...".
Ni siquiera había terminado de hablar cuando la persona al otro lado de la línea colgó para correr y llegar allí en menos de diez minutos.
No bien Janessa escuchó que tocaron la puerta, se envolvió en una toalla de baño y se apresuró a abrir.
La médica ni se molestó en mirarla, sino que se apresuró al baño con su botiquín médico a cuestas y una mirada frenética.
Por su parte, la mujer se quedó paralizada mirando a su esposo. "Traté de que la herida dejara de sangrar. No sé si...", explicó con la voz entrecortada.
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