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Isabel es una abogada exitosa, estaba convencida que en algún bufete de Madrid había un abogado soltero, guapo y exitoso esperándola para casarse, sin embargo, el amor le tocó la puerta en el lugar menos esperado. Luka Qant es un hombre guapo de clase, aunque, su vida ha dado un vuelco muy grande y se fue por el camino más fácil: las fiestas y el sexo sin ataduras. Su mejor amiga, vendrá a su rescate, pero ¿a cambio de qué? Un pase libre hará que Isabel y Luka crucen sus caminos, pero Isabel a los hombres como él solo le tiene una respuesta. "No gracias" ¿Podrá Luka romper los estereotipos de Isabel y ganar su corazón?
PDV. Isabel.
Estaba saliendo del juzgado con mi mejor sonrisa tras ganar otro caso. En mi mente estaba mi porrista moviendo el trasero cantando "¡You won, You won!" Cuando mi teléfono repicó, observé la pantalla y era un número internacional, podía ser cualquier cliente que estuviera fuera, así que contesté.
– ¡Buenos días! – respondí, usando mi tono profesional.
– ¡Me casoooo! – escuché el grito al otro lado de la línea.
– Por Diooos, casi me dejas sorda – le respondí a mi amiga Pilar. – felicidades me alegro por ustedes, hasta que Luis Alberto por fin te dio el anillo.
– Ay sí, mi alma, tienes que venir a mi despedida de soltera.
– Por supuesto, no me la perdería por nada del mundo, pásame el día que tienes pensado hacerla y reviso mi agenda a ver qué tal.
– Nada de a ver qué tal, eres mi dama de honor / madrina / ayudante así que no puedes perderte nada. Tienes que venirte – chilló, con su acento cantado.
De nada han servido los seis años que tiene viviendo en Fráncfort, cuando hablamos, el acento español brotaba por todo su ser.
– ¿De dónde me estas llamando? Mi teléfono no reconoció el número – comenté al azar para que no continuara por ahí.
– Como te conozco, abogada – me la imaginé haciendo un puchero – no me cambies el tema su señoría.
– Pilar, te prometo que abriré un espacio para tu boda – me resigné, con ella a veces no se podía.
– ¿Qué parte de estar en todo, no escuchaste, Isabel María? – al decir mis dos nombres ya sabía que la estaba haciendo molestar.
– Tienes dos años que no tomas vacaciones, he tenido que ser yo quien ha ido a España, es mi boda y me lo debes, tienes que venirte un mes.
– ¿Un mees? – ahora fui yo quien grite mientras abría la puerta mi coche – ¿Te has vuelto loca? no puedo dejar la oficina por un mes – objeté. – Además, tienes que casarte aquí, esta es la tierra de ambos, es el trato.
– El mismo trato que tú tienes cuatro años rompiendo. – solté un suspiro pesado, llegaremos a viejas y me lo seguirá sacando en cara.
– Ok, lo siento ¿sí? Voy a manejar, estoy muy feliz por ti, te llamo al final de la tarde para que me cuentes los detalles ¿de acuerdo?
– De acuerdo, su señoría.
– Boba, te quiero, cuídate y salúdame al Luis.
– Te quiero.
Así colgamos y yo me dispuse a introducirme en el tráfico madrileño rumbo al bufete, aún me quedaba la entrevista con un prospecto de cliente y una reunión de socios. Al final de la tarde al llegar a mi piso, me quité los tacones de aguja negros y los puse en su espacio, justo al lado de la puerta en una repisa destinada para ello.
A mi piso solo se puede entrar descalzo, nadie va a traer la suciedad de la calle y con energías discordantes. Me fui a dar un baño, ponerme unos shorts de algodón grises y una camiseta rosa para irme a la cocina a prepararme una ensalada de pollo y por supuesto, llamar a Pilar a quien puse en altavoz mientras cocinaba.
– Ya te iba a llamar yo – contestó al segundo repique y me la imaginé torciéndome la boca.
– Mujer de poca fe. Ahora sí, ya tengo una copa de vino llena, cuéntamelo todo, ¿cómo fue?
– Bueno, en nuestro décimo aniversario me llevo a cenar al Radisson blue hotel, el que está en la Franklinstrabes 65, lo hemos visto juntas cuando viniste. Quizá ya lo olvidaste con el tiempo que tienes sin visitarme – aprovechó para recordarme nuevamente con su tono agrio.
– En fin. Cenamos de lo más divino, pagamos y cuando creía que nos íbamos pues no, mientras estaba distraída viendo el magnífico acuario cilíndrico que tienen en el lobby, Luis me llevó hacia el ascensor, ya para final de la cena estaba medio raro y al tomarme la mano estaba sudando así que le pregunté "¿Ey Luis, te sientes bien? Sabes que me encanta este hotel, pero no nos tenemos que quedar aquí "
– Sí tenemos, es nuestro aniversario. Vamos. Me dijo sonriente.
Una vez llegamos a la habitación me abrió la puerta y me pidió que pasara, me quedé parada apenas unos pasos de la entrada admirando la amplia sala con un mueble divisorio, que tenía un televisor giratorio, luego caminé hacia la parte donde estaba la cama y ¿qué crees? – me preguntó mientras yo me estaba masticando un bocado de ensalada.
– Dime – respondí con la boca llena.
– Sobre la cama estaba escrito con pétalos de rosas fucsia que combinaba perfecto sobre el cubrecama negro. "Cásate conmigo"
– Oh, que romántico – respondí con lágrimas asomadas en mis ojos.
– Y cuando me gire a ver a Luis estaba con una rodilla en el piso y mostrándome un hermoso anillo solitario.
– Pásame la foto ya – pedí.
– Mejor enciende la cámara para que lo veas en vivo.
Y al encenderla, mostró en su mano izquierda un solitario de oro blanco con un lindo brillante cuadrado sostenido por los cuatro lados.
– Ay, está lindo, me encanta Pilar, estoy feliz por ustedes – dije con un nudo en la garganta – Te extraño, hermana, quisiera que estuviéramos abrazadas brincando.
– Ay boba, no me vayas hacer llorar, yo también te extraño mucho hermana, sabes que eres más familia mía que cualquier miembro de mi real familia.
– Por cierto, tengo que llamar a María, ni se te ocurra decírselo tu primero o me matará – dijo refiriéndose a mi mamá. – Ay me están llamando. No sé quién será el inoportuno, pero puede ser del trabajo, te llamo pronto, te quiero su señoría.
– Te quiero, saludos al Luis – y así colgamos lanzándonos besos con la mano.
Yo me quedé sentada en la encimera de mi cocina terminándome la ensalada y saboreando el Cabernet Sauvignon del 2000 mientras los recuerdos de cómo Pilar se volvió como mi hermana llegaron a mi mente.
Soy la única hija de un matrimonio de abogados exitosos y me la pasaba jugando con mi niñera cuando no estaba en la escuela o en alguna actividad extra académica como las clases de inglés y alemán, apenas veía a mi madre para la cena y a mi papá prácticamente los fines de semana.
Una mañana mientras me mecía en mi columpio en el jardín de mi casa, vi que llegaba un camión de mudanza detrás de una camioneta tipo Vans gris, de ahí bajaron una hermosa y alta señora María Concepción, la mamá de Pilar; con su cabellera perfecta color rubio cenizo, ojos grandes y cara dulce, don Rafael un hombre blanco de cabello oscuro, ojos verdes, elegante y sonriente.
Luego abrieron la puerta trasera y sacaron en brazos a una niña de unos ocho años como yo, de cabello castaño claro y ojos marrones, me alegré instantáneamente porque ella podía ser mi amiga y corrí hacia la reja para ver cómo entraban a la casa de al lado, que hacía un año la estaban vendiendo. Me quedé ahí hasta que Pilar me vio y vino a mi encuentro con una muñeca parecida a ella.
– Hola, soy Pilar ¿y tú? – Saludó.
– Hola, soy Isabel, ¿vas a vivir al lado? – Preguntó
– Sí, es mi nueva casa, ¿quieres ser mi amiga? – quiso saber.
– Sí, sí quiero – respondí sonreída, solo tenía un par de amigas en la escuela y vivían lejos de mi casa. Ella sonrió y me entregó su muñeca.
– Espera un momento – le pedí antes de que se fuera – corrí hacia el banco al lado de los columpios para tomar una de mis muñecas preferidas, de cabello marrón como el mío y se la di, desde ese intercambio de muñecas fuimos inseparables.
Fui sacada de mi flashback por el sonido de mi teléfono que anunciaba un correo nuevo, lo revisé y era de uno de mis colegas con quien llevaba un caso en conjunto sobre la división de una empresa pidiendo unos documentos, se los envié y revisé mi agenda para la semana siguiente, lo único que no podía posponer era un juicio sobre un embargo el miércoles, así que tomé una decisión.
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