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Esta es la historia de los ángeles Terrenales, la raza híbrida entre Etéreos (seres de luz sin una forma definida) y Humanos, y especialmente de Sadira, la última Terrenal nacida en décadas. El bebé que parecía ser un rayo de esperanza, terminará por convertirse a ojos de su reino en un rayo de incierta oscuridad, pues Sadira engendrará una energía oscura que ni entenderá ni podrá explicar. Su condición la obligará a exiliarse a la Zona Negra, un territorio boscoso del Cielo invadido por la Oscuridad, donde tratará de sobrevivir y aprender a controlar su nueva energía vital con el fin de retornar algún día al lugar del que procede y demostrar que sigue siendo el ángel que todos recuerdan.
«Hubo un tiempo, milenios atrás, en que la luz y la oscuridad trabajaban juntas para alcanzar un objetivo común: guiar y ayudar a los humanos en su paso por la Tierra. Con esa misión fueron concebidos ángeles y demonios, y se esforzaban día tras día en emplear las fuerzas que les fueron confiadas para el bien de los seres que custodiaban.
Podría decirse que incluso se complementaban, y donde una no tenía poder la otra la sustituía. La destrucción daba paso a la creación, de la misma manera en que el día sucedía a la noche. La muerte no se aparecía antes de lo estrictamente necesario, y la vida era siempre hermosa y placentera. Todo se mantenía en un apacible equilibrio.
Pero una balanza estable requería un poder repartido por igual entre luz y oscuridad. Y algunos no se conformaron con la mitad de una energía inconmensurable. Comenzó a propagarse la creencia de que si deseaban más poder solo debían debilitar al adversario. Sabían que, al ser sus fuerzas opuestas, la prosperidad de un reino significaría la decadencia del otro, pero no les importó. Y ninguno iba a permitir que fuera su esencia la que se debilitara.
Se sucedieron incontables guerras en las que ambos reinos trataron de inclinar la balanza a su favor. La lucha por el poder les corro...».
Sadira está absorta en la lectura pero de pronto un hombre de avanzada edad le toma el libro y lo cierra bruscamente. La joven da un respingo del susto; no se esperaba que volviera tan pronto. Alza la mirada y observa el atuendo del señor que la ha importunado: una túnica blanca que le llega hasta prácticamente los tobillos –la vestimenta tradicional–, y que hace juego con su larga barba canosa.
-Te he dicho mil veces que no puedes leer los libros de este estante. Es más, ni siquiera deberías estar en la biblioteca -pese a su intento, Marx no suena demasiado tajante. Al fin y al cabo, sabe que lo volverá a hacer en cuanto se le presente la ocasión.
-Los demás no me interesan -se limita a decir.
El hombre le dirige una mirada disconforme. Después, echa un vistazo rápido a la biblioteca, avanza por unos cuantos pasillos y rápidamente escoge un libro que piensa le pueden atraer. Lee el título:
–«Con qué conjuro iniciarse en la magia». Suena interesante, ¿no crees? –Sadira hace el gesto de ir a decir algo pero Marx se le adelanta-. Oh, no. Que va. Este de aquí es mucho mejor: «Las infinitas capacidades del poder de la Luz: Cómo descubrir la tuya». ¿No quieres averiguar qué clase de ángel eres, Sadira?
Sadira achina los ojos con pesadez. Tuvieron una conversación parecida hace unos pocos días.
-Ya sé qué clase de ángel soy. De una muy especial, de hecho. De esa que se preocupa por entender el pasado.
Marx suspira. Parece que es de fastidio pero en su rostro se puede entrever una mueca de felicidad. Aunque intenta disimular, sus palabras le confieren cierta esperanza. Sadira sigue pensando en el escueto texto que ha alcanzado a leer:
-¿De qué lado está ahora la balanza?
-¿Cómo?
-Vamos, sabes de lo que te hablo.
Por supuesto que lo sabe, pero se piensa por unos segundos si quiere responder. Finalmente lo hace de forma indirecta.
-¿Y de cuál crees? No es que el cielo esté pasando por un buen momento precisamente.
Sadira sabe perfectamente a lo que se refiere. Hoy en día su reino podría considerarse en completa decadencia. Tanto, que el poder de muy pocos ángeles llega realmente a florecer. Ella misma es la prueba del declive de la luz: Sadira es la última nacida en años. Concretamente, en dieciséis. La Fuente de Luz está tan débil que ya no es capaz de dar vida a nuevos ángeles terrenales. Y sin nacimientos que releven a las generaciones perdidas, la población no hace más que acercarse a la extinción. Sadira enmudece al repasar la situación; Marx se da cuenta e intenta quitarle algo de peso al asunto.
-Hemos atravesado situaciones peores, eso te lo puedo asegurar. Pero sí es cierto que no nos vendría nada mal una ayuda extra -Marx se aproxima a ella y extiende sutilmente la mano sobre su corazón-, como esta que guardas por aquí y que estoy convencido será tan especial como su portadora.
Sadira sonríe divertida y le ofrece un afectuoso abrazo que el hombre agradece especialmente. Aunque lleva poco tiempo viviendo con Marx, se ha encargado de hacerle sentir como en un verdadero hogar. O al menos ella reconoce esa sensación como tal, porque es algo que no había experimentado antes.
El día de su nacimiento marcó su infancia de una forma tajante. El propio Marx se molestó en detallarle uno a uno los hechos que tuvieron lugar aquel fatídico día para el cielo ante la incansable insistencia de Sadira.
El chorro de luz que emanaba desde lo alto de la fuente comenzó a brillar con una fuerza especial, anunciando lo inminente: un nuevo ángel terrenal estaba a punto de completar su formación. Los nacimientos se producían con menor frecuencia en los últimos tiempos, de modo que el acontecimiento se recibió con gran alegría. En la base de la fuente, donde se acumulaba la luz, el bebé que antes yacía sumergido comenzó a hacerse visible. Su piel lucía tersa y reluciente, e iluminaba tanto como el primer rayo de sol de la mañana. Lo primero que examinaron los presentes, una vez el brillo se difuminó lo suficiente, fue la segunda mitad del diminuto ser: sus extremidades inferiores eran piernas, y no una cola, lo que dejaba entrever que no se trataba de un ángel del agua. Pero nada importaba.
Una vez alcanzó por completo la superficie abrió los ojos por primera vez. Resultó ser una niña de aspecto entrañable, que comenzó a soltar algunos balbuceos mientras sonreía a su alrededor. Los numerosos ángeles que se habían reunido para la ceremonia pasaron uno por uno a conocer al nuevo miembro. Como todos sabían, y como marcaba la tradición, un nuevo ángel significa un nuevo vínculo. El elegido pasaría a ser la persona que le criara y le inculcara sus valores, por lo que sería para el bebé lo más parecido a un padre o madre. La propia luz de la fuente se elevó en las alturas, llevando al bebé consigo y acercándoselo a los presentes. El primer ángel de la fila lo recogió y se lo quedó en brazos.
En el momento en que cruzaron sus miradas, una especie de hilos luminosos que buscaban encontrarse surgieron de ambos seres, pero una vez se tocaron entre sí la conexión se desvaneció. Sabían lo que significaba; el enlace no se había producido y era turno del segundo. Aunque algunos fingieron tristeza, en el fondo se sentían esperanzados; más probabilidades había de que el turno llegara hasta ellos.
Pero tras numerosos enlaces incompletos, que se rompían al más mínimo contacto, ya todos comenzaban a sospechar lo inimaginable: el enlace de Sadira no se produciría. Y más allá de eso, el bebé se convertiría en el primer ángel no vinculado en la historia de los Terrenales.
Adamaris Campabell, sufre un accidente automovilístico, dónde su estado mental debido al golpe en la cabeza, pasa a ser el de una niña, aunque es consciente de algunas cosas, sus incoherencias avergüenzan a la familia Campabell, en especial a su padre. Quién ocultó aquella tragedia para que la empresa y la familia no se viera afectada siendo ella la heredera de la gran fortuna que dejó su difunta madre. La traición azota el corazón de Adamaris, quien al recuperar su estado mental se percata de los más vil, su hermana y ex prometido tiene un romance que ha sido aceptado por su propio padre, solamente por él beneficio social entre familias. Humillación, enojo y venganza, sentimientos que se despiertan en el corazón de la hermosa e inteligente Ada, por aquel falso amor de su prometido, por la cruel envidia de su hermana. Adamaris aprovecha la oportunidad que le ofrece la vida, cuando el destino coloca en su camino al hombre multimillonario y cruel que necesita una esposa que le dé un heredero. Adams Grey es prepotente, pero cauteloso en cada paso que da y Adamaris fue su ficha clave para contraer matrimonio y así, no permitir que su tío y primo tomarán posesión de la industria METALGREY. La cual deja grandes sumas de dinero y ha incrementado, gracias a él. Adamaris Campabell y Adams Grey se unieron por beneficio, él juró ayudarla a vengarse de los que le hicieron daño y ella, darle un heredero. Sin embargo el fingir amor complica la situación, el caos se desencadena cuando los que los rodean no quieren perder y aquel beneficio matrimonial se torna confuso y más para Adamaris. Su ex infiel la quiere recuperar ¿Será que Ada lo perdonará? ¿O Adams Grey se robó el corazón de Ada?
Fue engañada vil mente por su prometido y su hermanastra. Por lo que se vio obligada a contraer matrimonio forzado con el prometido de su hermanastra, a quien su hermana había rechazado porque estaba atado de por vida en una silla de ruedas de por vida. -No tuve más remedio que aceptar ser su sustituta porque ella está enamorada y embarazada de mi actual ex prometido y no quiere casarse contigo -dijo ella, mientras que el hombre en silla de ruedas se limitó a mirarla con el rostro desprovisto de cualquier emoción. -Supongo que no tengo opción -dijo el hombre fríamente. Cogió un expediente y se lo deslizó sobre la mesa. Ella sacó el documento y se quedó sin aliento cuando se dio cuenta de que era un contrato.
Amar y ser amada es lo que toda mujer sueña. Sin embargo, lo único que Debbie quería era el divorcio. Llevaba tres años casada con Carlos, un joven multimillonario a quien ni siquiera había visto la cara. Cuando por fin decidió poner fin a su irónico matrimonio e ir en busca de la felicidad verdadera, apareció su supuesto marido y le pidió que lo intentaran de nuevo. A partir de entonces, Carlos se sentía increíblemente atraído por el espíritu libre y salvaje de Debbie y se enamoró de ella. Él comenzaba a mimarla. Poco a poco, lo que había entre ellos se iba a convirtiéndose en una atracción irrefrenable. Esto es una extraordinaria historia de amor donde descubrirá que, a veces, el amor no está muy lejos de cada uno de nosotros.
Era una doctora talentosa de fama mundial, CEO de una empresa que cotiza en bolsa, la mercenaria más formidable y un genio de la tecnología de primer nivel. Marissa, una magnate con una plétora de identidades secretas, había ocultado su verdadera identidad para casarse con un joven aparentemente empobrecido. Sin embargo, en vísperas de su boda, su prometido, que en realidad era el heredero perdido de una familia adinerada, canceló el compromiso, incluso la humilló y se burló de ella. Cuando las identidades ocultas de la chica salieron a la luz, su exprometido se quedó atónito y le suplicó desesperadamente que lo perdonara. De pie, protector ante Marissa, un magnate increíblemente influyente y temible declaró: "Esta es mi esposa. ¿Quién se atrevería a quitármela?".
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Durante diez años, Daniela colmó a su exesposo de un amor inquebrantable, solo para descubrir que no era más que un chiste para él. Humillada, pero decidida, se divorció de él. Tres meses después, Daniela regresó a lo grande. Ahora era la CEO oculta de una marca líder, una diseñadora codiciada y una rica magnate de la minería, y su éxito se reveló en su triunfal regreso. Toda la familia de su exesposo se abalanzó sobre ella, desesperada por implorar su perdón y suplicar otra oportunidad. Sin embargo, Daniela, ahora querida por el famoso Sr. Phillips, los miraba con gélido desdén y dijo: "Estoy fuera de su alcance".