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En un mundo donde el poder y el amor se entrelazan, un ambicioso candidato a la presidencia se enfrenta a un dilema inesperado: para asegurar su ascenso al poder, necesita una esposa. Con astucia y desesperación, decide recurrir a su exnovia, una valiente militar con un pasado lleno de secretos. Juntos, se ven atrapados en un juego peligroso orquestado por el comandante, amigo del candidato, quien ideará un contrato que los unirá en matrimonio por conveniencia. Sin embargo, el corazón de la militar está dividido; su mente busca respuestas sobre la misteriosa desaparición de su verdadero amor, quien supuestamente murió en el cumplimiento del deber. Mientras la trama se complica y las lealtades se ponen a prueba, ambos deberán enfrentar no solo sus sentimientos del pasado, sino también las sombras que acechan su futuro. Déjate llevar por una novela apasionante que explora el poder de los vínculos humanos y las decisiones difíciles que moldean nuestro destino. ¿Puede el amor florecer en medio de la manipulación política y los secretos del pasado? Esta entrega es la secuela del libro "La constante" pero puedes disfrutarla sin haber leído la novela, sin embargo, te invito a darle la oportunidad a esta romántica historia..
- ¿Está listo, Doctor? -preguntó una hermosa reportera rubia de labios carmín y maquillaje sencillo.
- Por supuesto...- respondió el candidato con una sonrisa amable.
- Entramos al aire en 3, 2, 1 -dijo el camarógrafo e hizo una señal que marcaba el inicio de la grabación.
- Hola, ¿qué tal? Nos encontramos con el Doctor Erick Jansen Montero, candidato a la presidencia de la república. Es un gusto tenerlo por aquí, Doctor -dijo la reportera muy sonriente mientras cruzaba sus piernas con sensualidad.
- Hola, Nelly. El gusto es mío; es un completo honor estar contigo y con tu audiencia -contestó el amable candidato, muy dispuesto a responder las preguntas que le hiciera.
Habló sobre algunas de sus propuestas de campaña y mencionó que su objetivo era llegar a la presidencia, resaltando su carisma y buenos argumentos.
- Muy bien, Doctor. Ya por último, quisiera saber algo. Usted aún es soltero, ¿no es así?
- Es correcto, Nelly -respondió con seguridad.
- Bueno, usted es Doctor en Derecho. Fue diputado, alcalde interino y senador recientemente; tiene una excelente carrera política y usted mejor que nadie debe saber que en la carta magna de la república está escrito que el presidente debe ser un hombre casado, ¿no es así?
El candidato soltó una pequeña risa.
- Estás en lo correcto, Nelly -respondió con una sonrisa.
- Entonces, ¿cómo planea llegar a la presidencia si no está casado? Tampoco le hemos conocido a alguna novia...
- Me gusta mantener mi vida amorosa alejada de los medios, ¿sabes? Pero te diré que sí tengo una novia; llevamos varios años juntos y estamos comprometidos. Si gano las elecciones, nos casaremos antes de que asuma el cargo; si no, será en la fecha que tenemos planeada -inventó el candidato, aunque su respuesta parecía honesta.
- Vaya, entonces está comprometido, Doctor. ¿Nos podría enseñar una fotografía de ella? -preguntó la reportera con insistencia.
- En su momento lo haré. Por respeto a su privacidad y al cargo que ella ocupa actualmente, lo seguiré manteniendo en privado -comentó el candidato.
- Entonces tendremos que esperar para conocer a la afortunada -la reportera sonrió y continuó- le deseamos mucho éxito en su campaña, Doctor. Le agradezco mucho su tiempo para la entrevista -la entrevistadora giró hacia la cámara- soy Nelly Bustamante; hasta la próxima.
- ¡Corte! -gritó el director.
- De verdad, muchas gracias por la entrevista. En particular te comento, Erick, que cuentas con mi voto en las elecciones -comentó la reportera volviéndose con sensualidad.
- Te agradezco mucho por creer en el cambio, Nelly; de verdad espero llegar a la presidencia.
- Pero llevas la delantera en las encuestas; el 75% de la población está contigo -comentó ella adulando al candidato.
- En efecto; eso es lo que arroja la encuesta, pero tendré que ver los resultados finales de las elecciones; aún no cantaré victoria -contestó con modestia.
- Seguiremos atentos a todo este proceso, Doctor Erick. Hasta luego -se despidió amablemente la reportera y depositó un beso en su mejilla dejándolo marcado con su labial. Erick sonrió con amabilidad y finalmente se retiró; aunque entró primero al baño para borrarse aquel beso; no tenía ganas de estar con ella más allá de aquella entrevista que saldría en un noticiero nocturno.
Por la tarde, Erick fue a un bar exclusivo donde poca gente entraba; regularmente solo aquellos de alta alcurnia. Se sentía cansado pero aún debía trabajar; por lo que tomó asiento en la barra y ordenó un whisky escocés en las rocas. Estaba bastante agobiado con todo el ajetreo de su campaña política. Una vez atendido, sacó de su portafolios un folder color azul cielo que contenía un contrato matrimonial; luego del interior de su saco extrajo un bolígrafo y empezó a leer detenidamente cada una de las hojas. Colocaba en ellas algunas anotaciones y tachaba algunos rubros.
Así pasaron unos minutos cuando escuchó que su entrevista se estaba proyectando en la televisión; todos miraban con atención mientras él solo veía de reojo a la pantalla y se reía con cada pregunta y respuesta que había en ella. De repente el barman se acercó a él.
- ¿Aún trabajando, señor candidato? -preguntó mientras secaba la cristalería.
- Así es; hay que trabajar duro para llegar lejos -comentó con una sonrisa.
- Cuenta con mi voto, Doctor -dijo el barman mientras se acercaba a su oído; Erick seguía sonriendo.
- Muchas gracias por la confianza; no se arrepentirá -respondió con humildad, lo cual hacía que cayera bien.
Escuchaba con regularidad esa frase y seguía sintiéndose agradecido por la aceptación de la gente.
* * *
En la otra punta de la ciudad, la Teniente Carolina observaba con atención la transmisión de aquella entrevista que había dado el candidato Erick. Vestía un impecable traje negro y brillantes zapatos del mismo color. Llevaba el cabello perfectamente recogido en un elegante chongo y lucía un maquillaje discreto. Su postura era firme, propia de un militar, y su mirada estaba fija en el televisor de la sala. Fue entonces cuando alguien interrumpió ese momento tan íntimo. Las pisadas eran tan peculiares que Carolina no necesitó voltear para saber quién era.
- Haces bien en seguir al candidato, Teniente- comentó un hombre muy mayor con un puro en la mano derecha.
- Aún no sigo a alguien en específico, Doctor Baruch- respondió la Teniente con su voz melodiosa pero con cierta sensación vacía.
El Doctor Baruch Díaz era un anciano de ochenta años, con un marcado parecido a Marx, incluso con una larga barba blanca como la nieve, estaba por finalizar su periodo como senador de la república. Sus ideales anticorrupción y planes para enfrentar a la mafia que lastimaba al país, le habían granjeado tanto seguidores como enemigos, lo que lo obligó a solicitar seguridad de élite al ejército, pues ya había tenido varias amenazas y altercados. Fue así como designaron a la Teniente Carolina y a otros elementos más para resguardar su integridad.
- El Doctor Jansen es una buena opción para nuestro país- comentó el anciano mientras miraba el televisor- Es ágil, carismático, buen negociador... Además de que compartimos ideales- expresó Baruch con gran inspiración.
- No creo que las ideas del candidato sean similares a las suyas, Doctor Díaz- interrumpió la Teniente para evitar escuchar más opiniones sobre el Doctor Jansen.
El anciano rió muy fuertemente halagado.
- No lo son, mi niña... no lo son- se dirigió hacia el pequeño bar del lugar, tomó dos copas y sirvió vino tinto Chileno en ambas. Luego le ofreció una copa a Carolina, quien la tomó con elegancia- Creo que son mejores. Es como si yo hubiera trazado el terreno y él tuviera la estrategia perfecta.
Carolina sonrió diplomáticamente, chocaron sus copas y bebieron su licor, luego el Doctor Baruch suspiró.
- Sería una buena opción para el cambio que esta hermosa nación está buscando- sonrió marcando mucho sus mejillas rosadas- Pero solo es una opinión. Recuerda, niña: el voto es libre y secreto.
- Gracias por el consejo, Doctor- sonrió agradecidamente pero en realidad quería cambiar de tema.
- En fin, mañana es el seminario que voy a impartir aquí y el domingo viajaremos a Colombia para dar el curso el lunes. No olvides tu pasaporte, niña- dijo paternalmente el Doctor Baruch; Carolina le recordaba a su nieta.
- No, Doctor. Mis papeles están listos- respondió amablemente.
- Bueno, Teniente, me retiro. Estoy muy cansado y hay muchas cosas que hacer mañana. Descansa- se levantó pesaroso y caminó hacia la puerta.
- Hasta mañana, Doctor- contestó amablemente y siguió bebiendo su vino mientras observaba las brasas de la chimenea.
- Uno, alerta; dos, alerta; tres alerta; cuatro, alerta; cinco, alerta- se escuchó en el audífono que tenía conectado a su oído izquierdo; todos sus elementos estaban alertas y revisando el perímetro.
- Teniente, alerta. Comiencen la guardia nocturna- ordenó Carolina.
- Entendido, señora- contestaron sus elementos al unísono.
Finalmente ella retiró su audífono y se estiró un poco; se sentía cansada así que se dirigió a la habitación contigua donde se hospedaba el Doctor Baruch. Una gran ventaja de ser de rango superior era que podía descansar en un buen lugar e incluso dormir un poco más que sus subordinados.
Una vez dentro de la habitación comenzó a desvestirse para ponerse su pijama e ir a la cama. Sin embargo, recibió una notificación en código en su dispositivo móvil; Carolina frunció el ceño al verla y al abrirla entendió que tenía una reunión inmediata con su superior. Por ello se vistió de nuevo y encendió la laptop frente a ella.
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