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Un repentino giro del destino conectó a Helena con una persona prominente e influyente. A los ojos de los demás, parecía una tonta ingenua. En realidad, era una especialista de alto nivel, envuelta en capas de identidades ocultas. Charlie declaró: "Es bastante delicada y se hiere con facilidad. Si la traicionas, me traicionas a mí". Las familias de élite, vencidas por la destreza de Helena, le ocultaron estas verdades. Helena finalmente se liberó del control de Charlie, quien empezó a perseguirla en todo el mundo. Para él, ella era un pájaro de alas deslumbrantes, y su objetivo era ayudarla a alcanzar nuevas alturas.
Helena Gibson fruncía las cejas debido a la preocupación mientras miraba la prueba de embarazo. La tensión que había estado cargando pareció por fin disiparse cuando vio la sola línea, la cual indicaba un resultado negativo.
De repente, el sonido de la puerta del baño siendo abierta violentamente la sacó de su breve sensación de alivio.
Su rostro se cubrió de absoluto pánico mientras se giraba hacia el estruendo, y abrió mucho los ojos por el terror.
El hombre entró furioso y su impaciencia resonó allí al cuestionar: "¡Llevas demasiado rato aquí! ¿Ya tienes el resultado? ¿Estás embarazada o no?".
Temblando, ella palideció, y el pequeño lunar rojo cerca de su ojo se fue oscureciendo por el miedo.
Y es que el hombre se cernía sobre ella como un depredador opresivo y amenazante.
Este tenía los ojos enrojecidos y la voz áspera cuando la agarró del brazo fuertemente y le exigió: "Muéstrame el resultado. Ahora".
Con manos temblorosas, Helena la extendió hacia él.
Tras agarrarla, el hombre soltó una risa escalofriante y despectiva mientras sus ojos brillaban peligrosamente.
Eso hizo que ella se tensara, ya que reconocía la calma antes de la tormenta.
Sin embargo, la actitud de él esta vez fue desconcertantemente suave mientras le acariciaba la mejilla. "Está bien, cariño. Lo intentaremos hoy otra vez. Si el resultado no es distinto, puede que te deje allí para siempre".
Un destello de desafío brilló brevemente en los ojos de Helena, aunque su rostro seguía manteniendo una expresión aterrorizada y sus ojos se llenaron de lágrimas.
Complacido, el hombre apretó su agarre en la muñeca de ella para llevarla prácticamente a rastras a otra habitación.
La puerta se cerró de golpe de nuevo y se quedó resonando mientras las otras mujeres en la habitación giraban sus cabezas al unísono, también con completa desesperación en sus rostros.
Al igual que Helena, ellas estaban atrapadas en esta casa sucia, esperando su destino como meros objetos de placer para la élite en alguna isla remota de Eyrery.
Un mes antes, Helena había sido llevada allí a la fuerza.
Ella era la hija mayor de la familia Gibson, cuya fortuna dependía de los parientes ricos de su madre. Trágicamente, la mujer murió joven, y tres meses después, su esposo se volvió a casar, dándole a Helena una media hermana, Eunice Gibson.
La pérdida de su hija devastó al abuelo de Helena, provocando su deterioro y eventual muerte. Eso convirtió a la chica en un miembro olvidado de su propia familia.
Para evitar conflictos, esta se mantuvo apartada y no desafió a Eunice, quien de todos modos se alió con su madre para volverle la vida miserable mientras mantenía su vista fija en la fortuna de los Gibson.
Lo que empeoró toda la situación de Helena fue el accidente en el día de su veintiún cumpleaños, cuando ellas la drogaron y la vendieron a una isla remota.
Al reflexionar sobre su destino, su mirada se endureció.
Mientras avanzaba, las mujeres en el rincón al que se dirigía se movieron para hacerle espacio.
En circunstancias tan terribles, la unidad era esencial, pero nadie se atrevía a acercársele a ella, y todas tenían los ojos muy abiertos por el miedo.
El primer día que Helena estuvo allí, corrieron rumores de que la habían llevado a un club para que atendiera a un cliente de alto perfil.
Desde entonces, fue sometida a frecuentes pruebas de embarazo, evidencia de que los responsables estaban ansiosos por que ella concibiera, probablemente para chantajear al influyente hombre.
Esa misteriosa figura era, sin duda, alguien con muchísimo dinero.
Una mujer de pelo corto junto a Helena susurró preocupada: "Oye, ¿estás embarazada?".
Ella apretó los puños y sus pensamientos regresaron a aquella noche en el club, donde su intento de huir la llevó a un salón privado poco iluminado.
Allí la agarraron de repente y la empujaron contra un sofá. Entonces se encontró mirando fijamente a unos ojos penetrantes y helados mientras una mano le sujetaba la barbilla.
A pesar de que ella era capaz de defenderse, el cuchillo en su garganta la dejó impotente.
Lo que siguió fue una mezcla de violencia, dolor y ropa desgarrada, y lo último que vio antes de desmayarse fue un siniestro tatuaje en la mano del hombre en la penumbra.
Cuando recuperó la conciencia, estaba en el apartamento donde las chicas estaban cautivas, y fue cuando percibió la gravedad de su situación; eso era solo el comienzo.
Poco después, la escoltaron nuevamente fuera de allí, y mientras seguía en silencio al hombre, sus pensamientos se agitaban frenéticamente. Lo cierto era que no podía soportar otra noche en ese club; tenía que escapar. Ella necesitaba vengar su pasado y reclamar el legado de su madre.
Sin embargo, ese hombre estaba armado.
En un momento de desesperación, ella hizo su movimiento, y con repentina ferocidad, lo empujó a un lado y corrió hacia las escaleras.
Dado que eso lo tomó por sorpresa, él tropezó, pero luego se recuperó y gritó con rabia: "¡Maldita! ¿Crees que te puedes escapar? ¡Te mataré!".
Sin mirar atrás, ella bajó las escaleras a toda prisa, y al llegar al segundo piso, subió al alféizar de la ventana sin dudarlo.
Cuando la mano del hombre casi la agarró, ¡ella saltó!
El fuerte chirrido de los frenos chirriando rompió el silencio cuando su cuerpo golpeó el pavimento.
Cegada por las deslumbrantes luces del auto, Helena solo escuchó el sonido distintivo de zapatos de cuero acercarse hasta que se detuvo amenazadoramente ante ella.
Desorientada y con la vista borrosa, vio el brillo del cuero negro entrar en su campo de visión, y una voz escalofriante y baja declaró desde arriba: "Te encontré".
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