/0/15356/coverbig.jpg?v=50af65150d4f6d559f10787f71db6e3d)
Lisana vino al mundo con problemas de salud: al nacer fue diagnosticada con un soplo en el corazón. Entre sus familiares se murmuraba que era un verdadero milagro. Acostumbrada a que todos dedicaran mucho tiempo a atender sus necesidades y caprichos, se convirtió en una mujer dispuesta a transgredir las reglas de la sociedad en que vivía. Cuando conoció a Lucas, su vida cambió, se fue alejando de sus padres y cada vez era más frecuente que llegara a casa pasada la medianoche. Su familia hizo lo posible por apartarla de él, pero sus esfuerzos fueron inútiles. La arrastró a un mundo oscuro, muy diferente a la forma en que había sido educada. En una de las tantas fiestas a las que asistieron como pareja, aprovechó un descuido de Lucas para dar un paseo por la propiedad. Demoró el tiempo suficiente para sentir mucha sed y, cuando se disponía a regresar al salón, lo vio. Esa fue la noche en que conoció a Mateo y se empecinó en volverlo a ver, una y otra vez. Situación que se fue complicando conforme pasaban los meses. Mateo estaba enamorado de Dana, la mujer que amenazaba con quitarle al amor de su vida. No tenía dudas de que lograría arrebatárselo a Dana, pero ¿lograría que Mateo se enamorase de ella? ¿Lucas se quedaría tan tranquilo?
Esa mañana Lisana se acercó a la terraza de su habitación como lo hacía cada amanecer. Admiraba el tapete de vegetación que se alternaba con el naranja de los techos de las viviendas que se asomaban entre tanto verdor. A lo lejos, su mirada se detuvo en la casa de Lucas, aunque no quería acordarse de él, su pensamiento la traicionaba. Romper con su pasado era la decisión más acertada que había tomado en su corta vida, poner tierra de por medio le daría la ventaja que necesitaba para salvar su matrimonio.
La luz del sol tenía un brillo inusual que destacaba los reflejos de su larga cabellera. Vestía una elegante bata de seda, aunque no había dormido bien, ya estaba maquillada y peinada, lista para cambiarse de ropa y salir hacia el aeropuerto. Estaba revisando por cuarta vez el equipaje de su esposo cuando su madre entró a la habitación.
-Yo te hacía dormida, tu vuelo es en la tarde mi amor, ¿por qué no descansas un poco más? Ustedes dos necesitan despejarse, y además, tu padre y yo estaremos más tranquilos.
La mirada de Lisana se dirigió hacia el techo dejando ver lo blanco de sus ojos.
-Oye, mamá, ¿no ves que estoy ocupada? Quiero llevar las prendas indicadas, sobre todo quiero que a mi marido no le falte nada. Necesito que se sienta cómodo en nuestro nuevo hogar, todo tiene que ser perfecto.
-Si mi amor, te entiendo. Voy a pedir que te preparen un té para que puedas estar calmada-, la señora Ana sabía que si la contradecía no lograría nada, así que procuró ser paciente.
Con un gesto de su mano y arrugando los labios, se negó.
-Mira, ¿qué opinas? La verdad es que no sé si llevar este vestido -dice, mientras señala el vestido gris colgado cerca del espejo-. Pero, viéndolo bien, combina con el traje que he empacado para él. ¡Qué maravilla cuando estemos lejos de todo esto, lejos de esta pesadilla!
Su madre la observaba frunciendo el ceño, a sabiendas de que no estaba tan tranquila como le hacía creer. Su hija no podía engañarla bajo esa apariencia de normalidad.
-A ti todo lo que te pongas te luce, eres tan hermosa. Cuando te vi por primera vez supe que serías una verdadera princesa, la niña de mis ojos.
El teléfono sonaba sin parar y Lisana pudo presentir de quien se trataba. Su mandíbula se tensó y sus ojos miraron el aparato mientras deseaba que parara de aturdir.
Las ideas se cruzaban en su cabeza. Minutos antes, Mateo había salido al velorio del abuelo de Dana, lo que la puso de mal humor y muy nerviosa. Le advirtió que sería el último encuentro que tendría con esa mujer y ahora esto, aquella inoportuna llamada. Lo que planeaba era llevarlo lejos, aprovechando que Dana había anunciado que se casaría con Adán.
-Mira, ¿es que no piensas atender el teléfono?, ¿puedo responder? -dijo Ana.
Lisana suelta con brusquedad la ropa que tiene en sus manos y responde la llamada.
-Aló -dijo a secas.
-Soy yo, quiero que vengas en este momento.
Sus ojos se abrieron aún más al escuchar aquella voz. Algo se estremeció dentro de ella al confirmar que era Lucas.
-No, no voy a ir, no vas a verme más nunca -gritó, mientras le temblaban las manos.
-¿Qué estás diciendo? No sabes lo que dices. Tú necesitas un cariño mío, así se te quitan esos nervios que tienes.
Pensaba tan rápido que se quedó muda, no quería que ese hombre dañara sus planes y menos que sospechara que se iba a otro país para siempre.
El tono de él era suave y melodioso, seguro de cada una de las palabras que pronunciaba.
La madre de Lisana tomó el teléfono, mientras caminaba por la habitación visiblemente consternada.
-Oiga, habla la madre de Lisana, por favor deje tranquila a mi hija. No vuelva a llamar -dijo, bastante alterada.
-Señora, más le vale que no se inmiscuya en nuestros asuntos. Su hija y yo aún tenemos mucho por hablar. Nuestra historia debe continuar.
-No la moleste más, déjela tranquila, no voy a permitir que acabe con ella -alcanzó a decir mientras su voz se entrecortaba.
La señora estaba dispuesta a defender a su hija de aquel hombre.
-Dígale que la estoy esperando, que en media hora tiene que estar aquí en mi casa.
-No irá. Ya le dijo que no iría. No insista, se lo prohíbo.
-Vendrá, señora, porque Lisana sabe de lo que soy capaz, si no me obedece; si no pregúntale, ella se lo confirmará. Ese secreto que ella ha estado ocultando se va a saber, no tengo por qué callarme.
-No, usted no puede amenazarla, ella no está sola.
-¿Qué no puedo? -dice, entre una risa sarcástica tan insoportable que provoca náuseas en la señora-. Claro que puedo, doña. A mí no me importa que se sepa, es más, me resultaría muy divertido decirle la verdad en su cara a Mateo.
El caso es que Lisana quería alejarse de todo, en especial de la influencia que ejercía Lucas sobre ella, solo deseaba ser feliz con su esposo en un país lejano.
Ana se deja caer sobre la cama y suelta el teléfono, su rostro está pálido y la atención de su hija se centra en su bienestar.
-¿Te sientes bien?, ¡Mamá!, responde.
El rostro de Lucas resplandecía al escuchar el malestar que causaba en ellas y disfrutaba imaginando lo que estaba ocurriendo en aquella habitación.
Lisana tomó el teléfono y lo aventó contra la pared mientras gritó:
-¡Basta! ¡Fuera de mi vida!, ¡te odio!
Las lágrimas corrieron por sus mejillas y las retiró con brusquedad usando ambas manos.
-Voy a tener que ir, de otro modo puede aparecerse aquí y será peor. No voy a asumir el riesgo.
-No te arriesgues faltando tan poco, piensa, hija, piensa.
-Yo sé cómo manejarlo, no me tomará mucho tiempo. Quédate pendiente de todo, ya regreso.
Batiendo su pelo frente al espejo, se vistió con un enterizo del tono de su piel y se colocó los accesorios que reposaban en el cajón de su cómoda.
-¿Qué digo si tu marido pregunta dónde estás?
-Nada, no digas nada. La casa de Lucas está a pocas cuadras, voy y vengo rápido. Debe estar despertando de una noche de excesos, que sé yo. Estoy acostumbrada a entrar y salir ilesa de su turbulento mundo; deja que lo resuelva.
Con movimientos bruscos terminó de arreglarse, tomó el bolso y las llaves de su auto saliendo de la habitación.
Mientras atravesaba el pasillo para bajar a la planta baja, las palabras de su madre hacían eco en su cabeza. Lucas se negaba a salir de su vida, se había convertido en un obstáculo que se interponía en su camino a la felicidad. Sus padres se lo advirtieron desde que lo trajo a casa por primera vez y ahora cargaba con el peso de una decisión errada. Sin embargo, no podía dejar de admitir que sin su ayuda ella no sería en la actualidad la esposa de Mateo.
La complicidad de ambos traspasó los límites en su juventud, y en un inicio se ocupaban de travesuras menores. La adrenalina se apoderó de sus cuerpos y cada vez querían más. Las quejas de los vecinos alertaron de sus locuras, sin remedio. Sus irresponsables acciones escalaron hasta el punto de cometer un delito que los ataría, un secreto que juraron llevarse con ellos a la tumba y del que se jactaban cuando estaban a solas.
En la opulenta celebración del compromiso de Lucía y Mateo, todo parece perfecto: una noche de gala, un amor aparente y un futuro brillante. Sin embargo, detrás de la sonrisa encantadora de Mateo se esconde un secreto que amenaza con desmoronar todo lo que ha construido. Él no es el hombre ideal que Lucía cree conocer. En un giro inesperado, dos mujeres de su pasado, Dana y Clara, llevan en sus vientres los hijos de Mateo, un hecho que ha permanecido oculto bajo capas de mentiras. Mientras la fiesta avanza y las felicitaciones se suceden, Mateo se ve atrapado entre la imagen que ha creado para sí mismo y la creciente presión de enfrentar la verdad. El miedo a perder a Lucía lo consume, pero también lo acecha la sensación de que sus engaños están a punto de ser revelados. ¿Podrá Mateo escapar de las consecuencias de sus mentiras o se derrumbará la fachada de perfección que ha logrado mantener? La Fuga del Adorable Mentiroso es una historia de engaños, secretos y la lucha interna de un hombre atrapado entre el amor y el miedo a ser descubierto.
¿Qué esperas de tu primer día de trabajo? ¿Un buen salario? ¿Un buen ambiente de trabajo? ¿Posibilidades de ascenso? ¿Beneficios? Eso sería suficiente para celebrar. ¿Qué pasaría si consigues eso y algo más? El primer día de trabajo de Clara no se parecía a ningún otro. Se presentó a la entrevista para ocupar el cargo de enfermera, haciendo todo lo posible por ser seleccionada. El Jefe de Cirugía, quien sería su jefe directo, le pidió que atendiera a su primer paciente para lo cual se dirigieron al área de hospitalización. Tener cerca a aquel paciente la puso nerviosa, sabía que era amor a primera vista, y un roce de sus cuerpos encendió la llama. Viéndose a los ojos, trataron de entrar en razón, pero no pudieron. Él la tomó por la cintura para acercarla más a su cama, presionando su cuerpo contra el suyo. El tiempo transcurrió muy rápido y cuando su jefe regresó ella no había terminado de atender al paciente, a pesar de ello, estaba feliz. ¿Ese hombre traería felicidad o desgracia para su vida? ¿Clara se arrepentiría de su debilidad?
Pensé que mi matrimonio podría seguir adelante. El amor platónico también era amor, ¿sí? Pero, estaba totalmente equivocada. Resultó que mi marido no tenía nada malo de cuerpo, todo esto solo porque no fui de su gusto. Conmigo, era un hombre anormal en la cama. Pero con mi madre, ¡podría hacer todo lo que ella deseaba! Y el día, ¡los encontré en la cama juntos! Sin querer afrontar a ellos, decidí saltar del puente. Pero un desconocido me impidió, y me ofreció una propuesta especial. Y yo la acepté, y le entregó mi primera vez por capricho. Después de una noche loca, hui de su casa pensando que nunca volvería a encontrarnos. Luego fui a la fiesta de compromiso de mi tía, y ella hizo alarde de su fiancé frente a mí. Pero este era el mismo desconocido que pasó la noche conmigo. ¡¿Y él pronto sería mi tío político?!
Hace tres años, Avery quedó maltratada y sola por el hombre que más amaba, Dylan, pero ella completó valientemente la ceremonia de la boda mientras estaba embarazada. Tres años después, aunque estaban casados, con el tiempo se distanciaron. Avery se centró en su carrera y ya no creía tontamente en el amor. Pero su transformación instantáneamente hizo que Dylan entrara en pánico... ¿Y cuál es el secreto de hace 11 años que Avery siempre se ha mostrado reacia a revelar? *** "Fue a un bufete de abogados, se reunió con un abogado..." ¿Un abogado? ¿Avery está demandando a alguien? ¿OMS? ¿Existe algún litigio reciente contra la empresa? De repente, Dylan se rió entre dientes con frialdad: "¿A quién podría demandar? Soy el director ejecutivo de esta empresa. ¿Cómo es que ese asunto no me llega a mí primero?" La asistente tragó nerviosamente y habló en voz baja: "Señor, no hay ningún litigio contra la empresa. Se reunió con... un abogado de divorcios".
Belinda pensó que, tras el divorcio, separarían sus caminos para siempre: él podría vivir su vida como quiera, mientras ella podría dedicarse a disfrutar el resto de la suya. Sin embargo, el destino tenía otros planes. "Cariño mío, estaba equivocado. ¿Podrías volver conmigo?". El hombre arrogante, al que una vez ella amó profundamente, bajó humildemente la cabeza. "Te ruego". Belinda apartó con frialdad el ramo de flores que él le había regalado y respondió fríamente: "Es demasiado tarde".
Madison siempre había creído que se casaría con Colten. Pasó su juventud admirándolo, soñando con su futura vida juntos. Pero Colten siempre le fue indiferente, y cuando la abandonó en el momento en que más lo necesitaba, por fin se dio cuenta de que él nunca la había amado. Con la determinación de empezar de nueno y sed de venganza, Madison se marchó. Tenía por delante un sinfín de posibilidades, pero Colten ya no formaba parte de su vida. El hombre, por su parte, corrió a buscarla presa del pánico al darse cuenta de ello. "Madison, por favor, vuelve conmigo. Te lo daré todo". Sin embargo, fue su poderoso tío quien abrió la puerta y le dijo: "Ella es mi mujer ahora".
Era una doctora talentosa de fama mundial, CEO de una empresa que cotiza en bolsa, la mercenaria más formidable y un genio de la tecnología de primer nivel. Marissa, una magnate con una plétora de identidades secretas, había ocultado su verdadera identidad para casarse con un joven aparentemente empobrecido. Sin embargo, en vísperas de su boda, su prometido, que en realidad era el heredero perdido de una familia adinerada, canceló el compromiso, incluso la humilló y se burló de ella. Cuando las identidades ocultas de la chica salieron a la luz, su exprometido se quedó atónito y le suplicó desesperadamente que lo perdonara. De pie, protector ante Marissa, un magnate increíblemente influyente y temible declaró: "Esta es mi esposa. ¿Quién se atrevería a quitármela?".
Corinne dedicó tres años de su vida a su novio, pero todo fue en vano. Él no la veía más que como una pueblerina y la dejó sola en la boda para estar con su verdadero amor. Tras ser despechada, Corinne recuperó su identidad como nieta del hombre más rico de la ciudad, heredó una fortuna de mil millones de dólares y acabó llegando a lo más alto. Pero su éxito atrajo la envidia de los demás, y la gente trató constantemente de hundirla. El Sr. Hopkins, famoso por su crueldad, la animaba mientras ella se enfrentaba uno a uno a esos alborotadores. "¡Así se hace, cariño!".