/0/1497/coverbig.jpg?v=d9fde15c37fd1ce00a9cbb771aef4a18)
A sus 23 años, Winter Blake es una joven estudiante con solo una menta; finalizar exitosamente sus estudios. Es en su ultimo año de carrera cuando inicia su estadia profesional a su carrera en Leyes. La buena suerte le permite realizar sus practicas en el departamento de crimines sexuales y violencia familiar, al lado del brillante abogado Beth Dather. Años bajo dietas extrictas, estres escolar y familiar, Winter saber que es el dolor y la desesperacion. Cuando se dispone a ser lo mejor de su vida aquellas practicas, un caso de violencia familiar entra al despacho, es cuando conoce el horror del ser humano. "Para capturar a un depredador, no puedes permanecer como la presa; tienes que convertirte en su igual en todo sentido."
El sonido de pasos se escuchó por el pasillo, mientras algunas voces burlonas se comenzaban a reproducir. Gritos y risas femeninas en todo el lugar y golpes contra barrotes. El olor nauseabundo había comenzado a ser normal para su nariz, acostumbrarse había costado, pero incluso comenzaba a ignorar el dolor de cuello que su incomoda almohada provocaba. Y no quería hablar de la comida en aquel lugar, había comido peores cosas en libertad, pero al menos habían tenido mejor saber que el pudin de quien sabe qué cosa que les servían en ese lugar.
El sonido de la reja deslizándose a la derecha le hizo abrir los ojos, giro la cabeza para ver de quien se trataba.
Sabia que no podía ser nadie buscando problemas, recibía burlas y coqueteos obscenos, pero nadie se atrevía a meterse con ella, no desde el incidente que tuvo lugar en las dos primeras semanas de su ingreso con una reclusa que no sabia respetar el espacio personal de los demás. Blake odiaba que alguien violara su espacio personal, tanto como a las personas en sí.
-Blake, a las duchas-ordeno la guardia.
Prontamente de pie, salió de la celda a paso seguro y semblante inexpresable, con su kit de aseo personal. Cada metro recorrido, sus oídos captaban los comentarios obscenos de sus compañeras de casa, algunos silbidos asquerosos y amenazas de muerte.
Quizás todo hubiera sido diferente, si hubiera tomado una decisión diferente.
Una vez ambas llegaron a las duchas, la mujer le dio un ligero empujón al interior y le dijo:
-Tienes diez minutos, una camioneta vendrá por ti en treinta. Apresúrate.
Girándose nuevamente, colocó sus cosas sobre una de las baldosas y comenzó a desnudar su cuerpo. Sus dedos maltratados y heridos ardieron con el contacto que la ropa, pero eso era algo a lo que ella se había acostumbrado toda su vida consciente.
Abrió una de las regaderas y el agua fría pronto cayó, provocando un leve temblor en su cuerpo, poco a poco pasando a caliente y nivelando el frío en su piel.
Cerro los ojos y suspiro contra los riachuelos de agua, moviendo sus manos para lavar su cabello oscuro.
Quizás, solo quizás, si ella se hubiera internado. Quizás, solo quizás, hubiera detenido a la bestia a tiempo.
Todavía podía escuchar las súplicas, los gritos, las respiraciones entrecortadas, la sangre caliente brotando a sus manos y el sabor de la gloria a la que aquello le llevaba.
Su estómago gruño en ese momento, tan alto, incluso más alto que el agua cayendo. Su boca se secó y comenzó a marearse.
Chasqueo con la lengua y siguió con su ducha. Internamente cantando.
Una vez limpia y con una toalla alrededor, salió al pasillo, donde la misma guardia le extendió un traje envuelto en su protector, y una caja con, posiblemente, zapatos.
-Date prisa, Blake.
Pero tomó su tiempo, todavía en silencio y tratando de mantener la calma. No por miedo, sino por la constante tensión en la que su cuerpo la hacía vivir.
El traje azul parecía mandado a hacer especialmente para ella. Amoldándose perfectamente a su figura. Se colocó, por último, zapatos negros de tacón y cepillo su cabello húmedo.
No había mucho más que pudiera hacer, de todos modos, volvería a ese lugar en unas horas.
¿Para qué tanta ceremonia?
Nuevamente de pie frente a la guardia, esta le dio el paso para que fuera primero. Ambas caminando a la salida del enorme lugar, escuchaba el sonido de las rejas siendo liberadas para darles paso.
En la entrada al reclusorio, cuatro hombres armados y en uniforme ya le esperaban, uno de ellos se acercó con esposas en mano, y sin resistencia alguna ella extendió sus manos.
Fue el segundo artefacto la que hizo tensarse. Una mascarilla de plástico duro, con recelo miro el objeto y luego al oficial.
-No soy un perro, oficial-dijo sarcástica-No voy atacar a nadie.
Este, no muy convencido, asintió, alejando la mascarilla de su campo de vista. Y ahora, esposada y lista, la hicieron subir a la camioneta que la escoltarían a la corte.
Cerro sus ojos una vez se encontró sentada y con la espalda en descanso. Frunció el ceño cuando un punzante dolor atravesó su estómago, fue el ruido en su interior lo que hizo ser el centro de atención de miradas tensas.
-¿Tiene hambre, señorita Blake? -pregunto amablemente el copiloto.
Sus compañeros guardaron silencio a la espera de una respuesta, la pelinegra le miro y negó.
-Estoy bien, gracias.
Lo siguiente de recorrido fue en silencio, a excepción de la radio que estaba tocando alguna canción de moda.
Las náuseas la golpearon e intento retener las arcadas, no era momento para tener una de sus pequeñas crisis. Pero el puño que subía por su esófago a la garganta comenzaba a doler y cortar su respiración, era muy difícil ignorar el dolor intenso que atravesó su estomago y la capa de sudor frio que cubría su frente. Habían sido esas crisis las que la habían metido en este lío después de todo.
Hoy era el primer juicio al que se estaba enfrentando, hoy iniciaban las consecuencias de sus errores.
Si bien, sus años estudiando leyes habían sido exactamente para estar en los tribunales, jamás imagino que terminaría en el lado acusado.
Hoy no estaba para defender, hoy estaba para ser sentenciada.
Entrando a la ciudad, Blake no pudo evitar no ver las calles que una vez ella había recorrido con tanta libertad. Ahora tan extrañas por los cuatro meses que había estado encerrada.
El recuerdo de su madre le llegó al pasar por una calle vieja y descuidada. Bajo su verde mirada a sus manos, maltratados y ásperos dedos fue lo primero en ver.
No parecía la mano de una mujer, no una delicada. Su mano era pequeña junto a sus dedos, pero tantos años de nervios y estrés habían terminado por dañar sus falanges.
Realmente no tenía muchos recuerdos de su madre, solo borrosas imágenes y voces distorsionadas. Había bloqueado muchos de sus recuerdos.
Había sido maltratada por ella, su madre fue bipolar, según le habían dicho. Alcohólica y bipolar, una combinación realmente inestable en una persona con una pequeña niña.
Blake fue diagnosticada con un problema estomacal a sus trece años por una mala alimentación durante su infancia. Había estado bajo tratamiento por algunos meses, llevando una dieta sana y llena de carne, pollo, pescado, frutas y verduras. Terapia cada semana para intentar llevar el suicidio de su madre, y los constantes maltratos a los que había sido sometida.
Se suponía que, con aquellos cuidados, la pequeña podría tener una vida mejor, más sana tanto física como mentalmente.
Nadie podía imaginar que una tierna imagen podría convertirse en el monstruo que ahora todos temían.
-Hemos llegado-anuncio el oficial al volante.
Blake vio el enorme círculo de personas que estaban alrededor del lugar, había camarógrafos y reporteros, personas con carteles de apoyo y otros que le deseaban una buena estadía en el infierno.
No se inmuto ante las personas rodeando la camioneta y el lugar. La puerta a su derecha fue abierta y el oficial le ayudo a bajar, los gritos de las personas no se hicieron esperar. Mas oficiales ayudaban para intentar controlar al público. Blake mordió el interior de su mejilla y arranco un pedazo de la maltratada carne, el sabor de la sangre invadió su boca rápidamente y sin demostrar ninguna emoción en su estoico rostro, avanzo por el mínimo camino que los demás le dejaban.
Y entre mas se acercaba, era más fácil distinguir lo que las personas gritaban.
"¡Eres un monstruo!"
"¡Arderas en el infierno!"
"¡Deberías ir a la silla eléctrica!"
"¡Ella salvo a mucha gente!"
"¡Libertad para Winter Blake!"
Sinceramente, el que personas fueran a defenderle la había tomado por sorpresa. Estaba segura que todos la deseaban muerta. Se había equivocado.
Su abogado le sonrió al verla aparecer, extendió su mano en saludo, pero poco a poco perdió la sonrisa al ver las esposas en sus manos. De igual modo, Blake levanto sus manos y saludo al hombre formalmente.
-¿Has dormido bien? -pregunta el hombre de traje y portafolio en manos-¿Cómo va el embarazo?
La azabache se encogió de hombros y desvió la mirada.
-Tan bien como se puede dormir en una litera de prisión estatal para mujeres-bromeo, luego bajo su mirada a su vientre todavía un tanto plano y suspiro-Va bien, todavía no puedo sentirlo, pero se que esta ahí. Todo bien.
El abogado Dather intento reír por el chiste que la joven chica había soltado. Sabia que Blake no era mucho de hacer bromas, realmente no era mucho de interactuar con la gente. Beth Dather sabía lo que la joven mujer pensaba en ese momento, sabia que todo estaba acabado para ella y ya no había motivo para no dejar salir una parte de la bestia dentro de ella.
-No importa que pase este día, Winter-intento darle apoyo, aun sabiendo que nada bueno para su amiga había ese día-Yo siempre estaré velando por tu bienestar.
Sus ojos verdes, después de tanto tiempo, hicieron contacta visual con él. Se sintió incómodo. Ella jamás había hecho contacto visual con nadie. Una vez le dijo, en sus pocas noches entre papeleo y nuevos casos, que odiaba el contacto visual pues pensaba que las personas podrían ver dentro de ella.
Quizás, ella sabia desde el principio que algo andaba mal consigo, y tenia miedo que los demás lo supieran.
-Deberíamos entrar ya-aclaro su garganta-Esta por iniciar el juicio.
Blake ingreso en la sala, donde ya había personas en sus respectivos asientos.
Era un juicio público, por lo que todo el mundo sabría el desarrollo y sentencia sobre su vida de ahora en adelante.
Sus ojos viajaron a la única persona que realmente le importaba en aquel lugar. Sus cabellos castaños claros peinados hacia atrás, metido en un traje negro a la medida, tan perfecto como la ultima vez que lo había visto. Habían sido aquellos ojos oscuros los que le habían hecho desfallecer. Y cuando sus labios formaron una sonrisa destinada a trasmitir tranquilidad, ella no pudo evitar regresar el gesto; una sonrisa más pequeña y sincera.
-Por aquí, Winter-señalo su abogado.
Ella fue escoltada por los oficiales a cargo y tomo su lugar designado, al lado de quien le defendería, o intentaría conseguir una condena menor.
Detrás de ella, en la segunda fila, el tomo asiento. Sus ojos jamás dejaron de verla, pero ella en ese momento no podía retener su mirada. Demasiado avergonzada para verle.
Podía soportar el rechazo de los demás, el que la juzgaran y la vieran como un monstruo. Todos, menos él. Porque él era lo único que realmente le había importando en este mundo asqueroso y manchado. El y la criatura que crecía en su vientre.
-Todos de pie para recibir a su señorita; el juez Anthony Paulsen.
El mencionado, un hombre mayor, ingreso en el lugar donde todos seguían de pie. Tomo asiento e inclino la cabeza ante todos.
-Pueden tomar asiento-pidió. Tomo sus lentes y recibió la carpeta que su joven secretaria le había tendido-Empecemos.
La secretaria aclaro su garganta y leyó en voz alta el inicio de la copia de la carpeta del caso.
-Caso 2389, el pueblo contra Winter Marie Blake.
El juez miro a la azabache, seriedad en sus ojos cansados, sobre una cama de arrugas y ojeras. Winter era buena para ver, quizás no para leer, pero a veces se perdía mucho viendo los pequeños detalles en las personas. Ahora, eso podía ser algo muy bueno, o algo muy malo. En su caso, algo extremadamente malo.
-De pie, señorita Blake-ella hizo caso sin quejarse, con elegancia y tranquilidad característica en ella-¿Cómo se declara la acusada? -pregunta el juez.
No le extrañaba. Winter sabía que era una pregunta normal en cada caso de este tipo.
No tenía motivo para mentir, la habían atrapado, la habían visto. Tampoco había motivo para parecer arrepentida. No estaba para nada arrepentida.
-Culpable.
La vida de Leanna estuvo llena de dificultades hasta que su tío Nate, que no estaba relacionado con ella por sangre, le ofreció un hogar. Se enamoró profundamente de Nate, pero este la envió al extranjero porque se iba a casar con otra mujer. Entonces decidió dedicarse a la andrología. A su regreso, se dio a conocer por solucionar problemas de impotencia, eyaculación precoz e infertilidad. Un día, Nate la arrinconó. "Ves a muchos hombres todos los días, ¿verdad? ¿Por qué no me revisas para ver si hay algún problema conmigo?". Ella se rio con picardía y rápidamente le desabrochó el cinturón. "¿Es por eso que estás comprometido pero no casado? ¿Eres impotente?". "¿Quieres probarme?". "No, no me interesas".
Cuando eran niños, Derek le salvó la vida a Norah. Años más tarde, Derek quedó en estado vegetativo tras un accidente automovilístico y Norah se casó con él sin pensarlo dos veces. Con sus conocimientos médicos, incluso lo curó. Durante dos años, Norah amó a su marido con todo su corazón, esperando poder devolverle su bondad. Pero cuando volvió su primer amor, él pidió el divorcio. Sin dudarlo, ella estuvo de acuerdo. Lo que pocas personas sabían es que ella, etiquetada como "abandonada", era en realidad una piloto de carreras, una famosa diseñadora, una genio hacker y una reconocida doctora. Lamentando su decisión, Derek le pidió perdón a Norah. De repente, apareció un encantador CEO, abrazó a Norah y le dijo: "¡Aléjate de mi esposa!". Sorprendida, Norah soltó: "¿Qué?".
"Tú necesitas una novia y yo un novio. ¿Por qué no nos casamos?". Abandonados ambos en el altar, Elyse decidió casarse con el desconocido discapacitado del local de al lado. Compadecida de su estado, la chica prometió mimarlo una vez casados, pero no sabía que en realidad era un poderoso magnate. Jayden pensaba que Elyse se había casado con él solo por su dinero, por eso planeaba divorciarse cuando ya no le fuera útil. Sin embargo, tras convertirse en su marido, él se enfrentó a un nuevo dilema: "Ella sigue pidiéndome el divorcio, ¡pero yo no quiero! ¿Qué debo hacer?".
Casarse con su mejor amigo fue un sueño hecho realidad para Kelly, pero todo tiene realmente una limitación. Pierce es el primer amor de Kelly, pero como su mejor amiga, sabía bien que siempre había otra mujer en lo profundo de su corazón. Lexi Gilbert. La mujer que Pierce nunca podría olvidar incluso si ya hubiera acordado casarse con Kelly. *** Kelly finalmente se dio cuenta de que su feliz matrimonio de los últimos tres años era solo un hermoso sueño cuando Pierce pidió el divorcio solo porque Lexi regresó. Ella sólo podría ser su mejor amiga incluso si estuviera encinta de su bebé. *** Dado que su amistad se había convertido en una jaula, Kelly decidió dejarlo en libertad, así como a la miserable misma. Pero ¿por qué entonces fue Pierce quien se negó a seguir adelante? Para empeorar las cosas, su diabólico hermanastro también intervino de manera dominante al mismo tiempo, pidiéndole que fuera suya. *** ¿Su príncipe azul contra su hermanastro diabólico? ¿Cómo podría Kelly salvar su corazón en esta batalla de amor y odio?
Después de tres años de matrimonio hermético, Eliana nunca había visto a su enigmático esposo hasta que le entregaron los papeles del divorcio y se enteró de que su supuesto esposo estaba cortejando a otra mujer sin importarle cuánto le costara. Ella volvió a la realidad y decidió divorciarse. A partir de entonces, Eliana dio a conocer sus diversos personajes: estimada doctora, legendaria agente secreta, hacker reconocida, célebre diseñadora, experta piloto de carreras y distinguida científica. A medida que se conocieron sus diversos talentos, su exesposo fue consumido por el remordimiento. Desesperado, suplicó: "¡Eliana, dame otra oportunidad! Todas mis propiedades, incluso mi vida, son tuyas".
Adamaris Campabell, sufre un accidente automovilístico, dónde su estado mental debido al golpe en la cabeza, pasa a ser el de una niña, aunque es consciente de algunas cosas, sus incoherencias avergüenzan a la familia Campabell, en especial a su padre. Quién ocultó aquella tragedia para que la empresa y la familia no se viera afectada siendo ella la heredera de la gran fortuna que dejó su difunta madre. La traición azota el corazón de Adamaris, quien al recuperar su estado mental se percata de los más vil, su hermana y ex prometido tiene un romance que ha sido aceptado por su propio padre, solamente por él beneficio social entre familias. Humillación, enojo y venganza, sentimientos que se despiertan en el corazón de la hermosa e inteligente Ada, por aquel falso amor de su prometido, por la cruel envidia de su hermana. Adamaris aprovecha la oportunidad que le ofrece la vida, cuando el destino coloca en su camino al hombre multimillonario y cruel que necesita una esposa que le dé un heredero. Adams Grey es prepotente, pero cauteloso en cada paso que da y Adamaris fue su ficha clave para contraer matrimonio y así, no permitir que su tío y primo tomarán posesión de la industria METALGREY. La cual deja grandes sumas de dinero y ha incrementado, gracias a él. Adamaris Campabell y Adams Grey se unieron por beneficio, él juró ayudarla a vengarse de los que le hicieron daño y ella, darle un heredero. Sin embargo el fingir amor complica la situación, el caos se desencadena cuando los que los rodean no quieren perder y aquel beneficio matrimonial se torna confuso y más para Adamaris. Su ex infiel la quiere recuperar ¿Será que Ada lo perdonará? ¿O Adams Grey se robó el corazón de Ada?