/0/1369/coverbig.jpg?v=3dff1207a7b61ca2de715e78ad570f14)
La vida de un hombre común cambia de forma radical cuando conoce a una joven drogadicta de nombre Jazmín, a quien ayuda a escapar de un mafioso que la obliga a prostituirse. Así comienza una carrera criminal que los hará experimentar el romance, el peligro y la muerte; y de la que Héctor no saldrá con vida. Jazmín seguirá un camino de pesadumbre, hasta que conoce a Jackeline, una chica con amnesia que sueña con Jazmín cada noche. Cuando ambas se encuentran, Jazmín reconoce en ella a su antiguo compañero de aventuras. Ahora han rescatado a unas chicas abusadas en busca de protección; y deben decidir si seguir con aquella vida criminal o encontrar la paz por el bien de ellas.
Decía tener dieciocho años. En mi mente, era una niña. Su mirada a veces inocente y a veces maliciosa, su cuerpo de aspecto infantil y su metro treinta de altura, su pelo largo color castaño con las puntas quemadas por el sol, ocultaban a la ladrona profesional que se gestaba en su interior. La primera vez que la vi estaba en el lugar menos pensado: el asqueroso baño de un bar de mala muerte. Sentada sobre la tapa del inodoro, acurrucada y temblando por dos días de no satisfacer su adicción a ciertas drogas cuyos nombres no quiso mencionar; allí estaba Jazmín.
La más hermosa criatura que hubiera visto. Los ojos más dulces.
Oír música variada en el auto a lo largo de la ruta, su cabeza apoyada en mi regazo mientras duerme, pasar los dedos por su pelo ondulado mientras conduzco... Es algo que siempre me hace sentir bien. Son esos momentos que no se pueden pagar, momentos en que olvido que huimos de la policía, que nos esperan muchos años bien merecidos de cárcel si nos atrapan y que pueden matarnos en cada parada, en cada hotel, en cada esquina...
Mirando así las cosas, nunca hemos tenido mucho tiempo de descanso. El tiempo nunca estuvo de nuestro lado.
De hecho, ayer la fiscal de la provincia que investiga nuestro caso dijo a la prensa que habría una recompensa por información sobre nuestro paradero. Dormiremos en el auto por un tiempo. Por lo menos hasta que nuestros rostros dejen de aparecer en televisión todos los días.
Es temporada de cítricos, y los campos tienen un delicioso aroma a naranjas que llega hasta este descapotable que conseguimos casi regalado. Lo hubiéramos obtenido gratis si, a la hora de la negociación, hubiera sacado la nueve milímetros; pero eso sólo hubiera llamado la atención. Tuvimos suerte de que el vendedor no reconociese nuestros rostros de la tele. Cada desayuno tranquilos, cada noche juntos y, más importante aún, cada salida del sol que contemplamos con una sonrisa, es un regalo de los dioses y compensa todo lo sufrido. Libertad a cambio de lucha y sangre. No es algo exactamente bueno, pero...
Por otro lado, a veces miro con curiosidad a aquellos que viven en la monótona rutina diaria: se levantan, desayunan, cumplen con un trabajo las más de las veces miserable y mal pagado al que odian; y, cuando ya perdieron todo el día, se van a dormir. Toman somníferos para dormir y antidepresivos para no cortarse las venas, se emborrachan una vez a la semana para compensar por unas horas la carga laboral de la semana y se vuelven locos si no tienen una conexión a internet. Tienen la ilusión de ganar dinero, se compran aparatos electrónicos y sacan ropa a crédito. Y aún se preguntan qué es ese vacío que sienten por dentro. Sé que no soy nadie para juzgarlos; pero, de vez en cuando, siento lástima por ellos.
Asaltos en pequeños almacenes y autoservicios nos permiten vivir el día a día. Y los usuales cambios de apariencia nos ayudan a pasar inadvertidos. Unas veces soy su padre y otras su tutor; pero casi siempre que estamos en público mucho tiempo la gente sospecha. En verdad parece una niña, pero fuma, se emborracha y putea peor que muchos adultos que he conocido.
Cuando ella despierta en las mañanas, aunque hayamos pasado la noche bajo la lluvia o en un hotel lleno de ratas, el beso de los buenos días que me dan sus labios borra de mi mente todos los dolores y sustos.
Recuerdo cómo todo comenzó.
Eran pasadas las 12 de la noche, el calor y la humedad acosaban dondequiera que no hubiese aire acondicionado, y yo terminaba de pasar a máquina un informe contable para la jefa del área de la empresa en que trabajaba y cuyo nombre ahora ni recuerdo.
Fui el último de la oficina en irse, y no vi a nadie al salir. Ni siquiera al empleado de seguridad. Éste de seguro estaba durmiendo. Al salir, se largó a llover. Caminé apurado, ridículamente encorvado y cubriéndome pobremente con el maletín la media cuadra que hay desde la puerta del edificio hasta la avenida; y mis anteojos se cayeron a la calle. Los hubiera levantado, pero un taxi que no llegué a parar les pasó por encima. Estaba empapado, y seguramente también lo estaban los papeles que se hallaban dentro del maletín y que debía entregar a más tardar a las nueve de la mañana. Mis zapatos nuevos de cuero, mi traje, mi trabajo y hasta mi ánimo estaban arruinados. Me dije a mí mismo "adiós al ascenso". Aún más: Me preguntaba si me suspenderían o despedirían.
Luego de mojarme otro tramo caminando hasta un árbol bajo el cual me refugié, levanté la vista y vi del otro lado del asfalto un cartel luminoso que decía "ABIERTO DE DÍA Y DE NOCHE".
No tenía idea de qué era el lugar. Nunca lo había notado, a pesar de tener la parada del colectivo muy cerca de allí y de cruzar la calle corriendo justo por ahí todos los días. Solía estar tan preocupado que no tenía la percepción muy despierta.
Al entrar, sentí una ola de aire aún más caliente que el de afuera; y había mucho olor a humo. Pero, al menos, era un lugar seco; a excepción del alcohol derramado sobre la barra y el piso. El lugar tenía paredes rojas de madera, pisos que bajaban y subían uno o dos escalones por vez a medida que uno se adentraba, pequeñas alfombras sucias y viejas repartidas en distintos rincones, y muchos bancos de madera distribuidos en el salón. Me senté tímidamente en un banco que estaba junto a la barra y se veía bastante sucio, miré al barman y éste me dijo "¡¿No me diga que está lloviendo?!", provocando un estrépito de risas a mi alrededor. No había notado o no había querido notar las miradas que me dirigían desde todas direcciones. Lleno de vergüenza, me levanté y giré hacia la puerta, dispuesto a salir sin mayor solución. De cualquier modo, ya nada podría mejorar mi situación. O eso pensé mientras caminaba, cuando un trapo dio contra mi nuca. Volteé enojado y miré al barman que me decía entre risas "¡Séquese tranquilo! Allá en el fondo está el baño. Vaya y retuerza esa ropa un poco que se va a resfriar. Después viene y me dice si quiere tomar algo". No sabía si se burlaba aún o lo decía en serio. Pensé en irme ofendido, tratando de salvar un poco de dignidad, si es que quedaba algo de ella. Confuso y agradecido, tomé el repasador y me encaminé hacia el fondo.
Golpeé la puerta del toilette, único baño del lugar y sin discriminación de géneros. Nadie contestó. Al abrir la puerta carente de picaporte, todavía temblando, me hallé frente a una pequeña figura femenina que temblaba aún más que yo. Vestía una campera lila con capucha y calzaba unos pequeños zapatos negros. Recuerdo haber pensado cuán adorables se veían sus pies. Estaba sentada sobre la tapa del inodoro, acurrucada como una niña y temblando como si tuviese miedo. Su rostro estaba pálido, tenso y como compungido; y tenía la mirada perdida. Giró los ojos hacia mí y quedé atónito y sin aliento. Tenía una mirada tan profunda, casi como si fuese hipnótica, que no pude hacer más que quedarme viéndola un largo rato. Al verme allí paralizado, ella irguió lentamente su torso, corrió hacia atrás la capucha y quitó de su rostro unos mechones de pelo. Retrocedí un paso e iba a salir, cuando ella hizo señas con la mano para que me acercase. Supuse que necesitaba que la ayude a levantarse; pero, al acercarme, rápidamente me desabrochó el cinto del pantalón. Sorprendido, tomé sus manos y la detuve.
_ ¿Qué hacés? –le pregunté.
Me miró a los ojos.
_ Un bucal. Cincuenta pesos.
_ No quiero –dije, soltando sus manos.
_ Bueno, treinta –insistió.
_ Hacéme el favor y salí de acá que tengo que secarme un poco –le exigí, sin entender todavía por qué una chica tan pequeña se estaría prostituyendo.
Salió lentamente y entré.
Luego de retorcer mis ropas y secarme el rostro y el pelo con el repasador, salí del maloliente baño y vi que la chica estaba de pie frente a la barra, se tomaba de los brazos, temblaba y miraba a un hombre calvo que le tiraba besos. Él le mostró un billete de cien pesos. Inmediatamente fui hasta ella y la tomé del brazo antes de que fuese con él. A pesar de las protestas del sujeto, me la llevé a un rincón. Le hablé casi con susurros.
_ No deberías hacer esto. Sós muy chica, y ellos son unos degenerados. Si querés ayuda, decílo. Alguien te va a poder ayudar.
Hizo un gesto como de incredulidad.
_ Te merecés algo mucho mejor –continué.
Se pasó la mano por la cara y vi caer algunas lágrimas de sus ojos.
_ ¿Y cómo me podés a ayudar?
La protagonista de este radioteatro es una chica atrevida capaz de lo que sea, pero con pocas habilidades y aún menos sentido común. Enamoradiza, depresiva, maleducada y malhablada, con pocas pulgas o quizás ninguna, esta chica confundirá las cosas y las tergiversará hasta hacer el ridículo en cualquier situación que se le presente. La Exagerada, una obra con la que no dejarás de reír.
El marido de Vivianna se casó con ella por su herencia, y después de quitarle todo lo que tenía, la mandó a la cama de un acompañante y le tomó fotos. La amenazó con divorciarse con esas fotos y la obligó a salir de su casa sin un centavo. Dejó su país de origen en desgracia. Cuatro años más tarde, regresó a casa como Jefa de Diseño de Joyas y tuvo un hijo de tres años. Su niño genio le dijo después de bajarse del avión: "¡Conseguiré que el hombre más rico del mundo sea mi papá y te respalde!" Ella lo tomó como una broma, pero dos días después, su asistente le dijo que el hombre más poderoso del mundo se había robado a su hijo y la invitó a cenar. Al encontrarse, ese hombre sostuvo a su hijito y le dijo dominantemente: "Es mi hijo!".
Hace dos años, Ricky se vio obligado a casarse con Emma para proteger a la mujer que amaba. Desde el punto de vista de Ricky, Emma era despreciable y recurría a artimañas turbias para asegurar su matrimonio. Por eso mantenía una actitud distante y fría hacia ella, reservando su calidez para otra. Sin embargo, Emma amaba a Ricky de todo corazón durante más de diez años. Cuando ella se cansó y consideró la posibilidad de renunciar a sus esfuerzos, Ricky empezó a tener miedo de perderla. Solo cuando Emma estaba muriendo, embarazada, él se dio cuenta de que el amor de su vida siempre había sido Emma.
Rachel pensaba que con su devoción conquistaría a Brian algún día, pero se dio cuenta de que se había equivocado cuando su verdadero amor regresó. Rachel lo había soportado todo, desde quedarse sola en el altar hasta recibir un tratamiento de urgencia sin su presencia. Todos pensaban que estaba loca por renunciar a tanto de sí misma por alguien que no correspondía a sus sentimientos. Pero cuando Brian recibió la noticia de la enfermedad terminal de Rachel y se dio cuenta de que no le quedaba mucho tiempo de vida, se derrumbó por completo. "¡No te permito que mueras!". Rachel se limitó a sonreír. Ya no necesitaba a ese hombre. "Por fin seré libre".
"Estaremos casados por sólo un mes. Después de eso, nos divorciaremos de inmediato". A pesar de que su bisabuelo había arreglado su matrimonio antes de nacimiento, él no creía que una mujer tan informal y movida como ella merecía ser su esposa. Poco sabían en aquel entonces que estaban destinados a estar juntos. Hiram, el CEO joven y apuesto que nunca sintió atracción por ninguna mujer, y Rachel, la belleza que de alguna manera traía mala suerte a todos los hombres con los que salía, se casaron, contra todo pronóstico. ¿Qué será de su vida de matrinomio?
Irina Bykov tiene veinte años, desde los dieciocho años sabe que es un ser especial, que muchos temen, y otros desean, antes de saber lo que era, vivía muy feliz como la hija de la beta de la manada Krasnaya Luna, todos esperaban que ella fuera, la futura Luna, si la diosa así lo decidía. Fue por eso por lo que la noche anterior a su dieciocho cumpleaños, toda la manada estaba felices, esperaba que el futuro de la manada estuviera asegurado. Pero nada fue como ellos esperaban, ya que la verdadera naturaleza de Irina salió a la luz, en forma de una loba diferente, la más atractiva de todas las lobas que existían, pero también la más peligrosa, y poderosa. Bella, que era como se llamaba la loba de Irina, era una Gamma. El tipo de lobo más raro, y deseable, para cualquier Alfa de una manada. Ese fue el miedo, que el Alfa de la manada Krasnaya Luna, y la expulso de la manada Así que es por eso llevaba dos años pasando de mano en mano de cada Alfa. Ahora mismo se haya bajo el control de Malcon McDonald, el Alfa de la manada Green Mountains, que pretende hacerla su luna, para así poder controlarla, Así que mientras el castillo McDonald era saltado por varias manadas, la hermana maltratada del alfa la ayudó a escapar, para Pero en su huida, fue a caer en brazos de ese ser oscuro, del Alfa más poderoso, y peligroso de todos, el llamado Rey oscuro, Desmond Darkness, el Alfa del Clan de la manada más grande de todas, Blue Moon, que resultó ser su compañero elegido. provocado que entre ellos se iniciara una guerra sin cuartel, donde el Alfa la quería reclamar como suya, e Irina intentará luchar, incluso contra sus propios deseos y los de Bella, y en contra de esa atracción de mate, para poder alejarse de todos, y evitar así que las guerras por ella continúen. ¿Quién de los dos conseguirá lo que desea? ¿Cuantos más morirán por intentar tenerla? ¿Podrá el rey oscuro protegerla, y hacerla suya al fin?
Stella Richard se casó con Rene Kingston en lugar de su hermana Sophia por algunas razones. Pero desde el principio, ella sabe que su matrimonio era solo un contrato por tiempo límite y una vez que se cumplió el tiempo, ella tenía que irse. Para RK, este matrimonio fue solo una carga, pero para ella fue un regalo de Dios. Porque RK era el hombre al que había amado toda su juventud... Entonces, mientras tanto de su matrimonio, Stella hizo todo lo posible para que este matrimonio funcionara. Pero el día que descubrió que estaba embarazada, su esposo le dio el papel de divorcio y le dijo... "No quiero a este niño. No olvides abortar". Estas palabras salen de su boca, como una bomba para Stella, y cambiaron su vida... Ella firmó su nombre en el papel de divorcio y salió de la casa... Porque ella no quiere estar con un hombre tan frío... Seis años después... RK compró la empresa en la que trabajaba Stella. Pero Stella hizo todo lo posible por no tener nada que ver con él... Porque ella tenía un hijo y no quería que él se enterara de él... Pero un día, cuando Stella recogió a su hijo de la escuela, él la vio... RK, "¿Cómo te atreves a tener un hijo con otro hombre?" Stella, "No creo que tenga nada que ver contigo". RK estaba a punto de decir más cuando su mirada se posó en el niño a su lado... Su rostro se veía igual que cuando era joven...