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- ¿Te sientes mejor? - preguntó una voz detrás de mí apenas Katia cerraba la puerta. - Vaya - me giré para enfrentarlo cara a cara - hasta que por fin te dejas ver, llevo semanas aquí sola y tú no eras capaz de venir a acompañarme - Lo miré directamente a los ojos verdes como el bosque que a pesar de a ver pasado tantos años me siguen cautivando como la primera vez - mi única compañía en este lugar fue una silenciosa rata, no tenía a nadie con quien hablar, estaba a punto de volverme loca. Él sonrió y enarcó una ceja pasándose los dedos por su suave cabello. - Daikar, estás ingresada en un manicomio y hablas conmigo, que soy producto de tu imaginación, así que... - No eres producto de mi imaginación, idiota - lo interrumpí - nadie quiere entender... - La única que no quiere entender eres tú - ahora me interrumpió él a mi, odiaba cuando lo hacía - sigues en negación, acepta de una vez lo que pasó por muy doloroso que sea. - ¡Basta ya, Ander! - levanté la voz - Para ti es muy fácil decirlo por que no eres tú el que...
Cierro los ojos tratando de encontrar en mi perturbada paz interna una pizca de valor.
Inhalo y exhalo pausada y repetidamente, hasta que la versión más valiente de mí decide levantarse del solitario rincón en el que permanezco sentada para hacerle frente a uno de mis más profundos miedos.
Me encamino tímidamente hasta llegar al centro del salón blanco como la nieve.
Suspiro al mirarlos a todos y sonrío ante el conocido auditorio.
La inquiriente mirada del individuo que está más cerca de mí me da la confianza que me falta para abrir mi cuaderno y dar inicio a mi cometido...
- ¡Hola! ¿Quieren escuchar una historia? - Las palabras salen estropeadas de mis labios.
Sin ánimos de ser dramática, creo que si alguien me pregunta por el segundo más tortuoso de mi vida relataría este sin duda.
Muerta de los nervios; me muerdo las uñas con miedo a recibir una negativa, pero pronto me doy cuenta de que ellos ni siquiera hacen el intento de responder, pero tampoco de irse, así que imaginando que no les parece tan mal la idea; opto por leerles la historia sin tomar en cuenta su opinión - Hay les va... - sonrío para ocultar mis eminentes nervios mientras abro mi cuaderno y me dispongo a leer en voz alta.
"Durante mis primeros dieciséis años yo era una chica tranquila y llevaba una vida normal, además no era muy popular, cosa que probablemente se debe a mi personalidad la cual es un poco incompatible con las personas de mi entorno; al menos eso creo yo; tomando en cuenta que mi penosa vida social y personal son un completo fracaso, además, siento que no soy suficiente para las personas que me rodean".
- Cliché - Me detengo cuando escucho una voz que además de la mía resonó en aquel cuarto acolchonado, completamente iluminado y estrecho; la verdad es que quien lo diseñó no tenía ni pizca de gusto para decoración de interiores.
Me apresuro en ubicar con la vista a la persona que me interrumpió, pero no tengo mucho éxito, creo que se debe a que todos tienen la misma apariencia y tono de voz, lo que me hace imposible identificar quién es. Decidida a hacerle caso omiso a la opinión sobre nuestra historia, prosigo con la lectura.
"Quienes muchas veces me utilizan para sus beneficios personales y luego de cumplir su cometido me apartan de su lado".
- Patético - me vuelve a interrumpir la misma voz... esa que me ha acompañado durante todo el tiempo que he permanecido en este horrible lugar, pero esta vez no paro con la lectura.
"Siempre me he dicho a mí misma que recibo ese trato de los demás por mi forma de ser, pues verán, yo soy inestable emocionalmente e indecisa y muy temperamental; chica lista, pero reservada y cuando digo las cosas soy demasiado directa, motivo por el cual hago daño a la gente sin pretenderlo; tengo algunas amigas que están un poco locas, pero son buenas personas y aunque apesta decirlo, siento que no puedo ser espontánea ni con ellas ni con nadie, una de las razones por las que hace tiempo atrás decidí volverme a ojos de la sociedad una persona totalmente diferente, para poder ser aceptada por la gente.
- Ese es tu problema - dijo el chico a mi derecha volviéndome a interrumpir, lo miro con cara de pocos amigos, pero estoy dispuesta a escuchar su opinión - la única persona que no se acepta tal cual es eres tú, y eso sí que es triste. Por alguna extraña razón te avergüenzas de tu forma de hablar, de actuar, de pensar, de sentir... y te has empeñado en pensar que las personas no te querrán o no te aceptarán si eres espontánea con ellos... si eres tú misma. Tú eres tu mayor problema, tu más grande traba... no tus amigos, no tu familia, no yo; tú. Tú tienes prejuicios contra tu propia persona. Te has envuelto en una coraza que te has empeñado en hacerla más y más grande conforme sientes que las personas se acercan a ti. Tú eres la única equivocada de toda esta historia. Además, pretendes que las personas sepamos lo que sientes o lo que te pasa con solo mirarte cuando tú no le has dado a nadie la oportunidad de que te conozca a ese punto. Tú eres tu único contratiempo pequeña, tú y exclusivamente tú. El día que entiendas y cambies eso, todos problemas se irán como polvo en viento - suspiró - aunque creo - tragó grueso - que ya es tarde para eso.
Me quedo mirándolo directamente a sus hermosos ojos verdes como el bosque. Siento una ligera punzada en mi corazón y torpemente levanto mi cuaderno sin mirar a nadie y lo abro para proseguir con la lectura, restándole mayor importancia al monólogo del chico, supongo que no quiero hacerle frente a sus palabras, ni siquiera puedo pensar en la idea de darle la razón aunque fuera internamente.
Miro mis manos ahora sutilmente mojadas por un líquido salado que emanaba mis ojos, fruncí el ceño, ¿en qué momento había comenzado a llorar? Limpio mis traicioneras lágrimas y sacudo mi cabeza en negación para continuar con mi lectura lo mejor que puedo en un patético intento de demostrarme que a pesar de mis lágrimas, las palabras de aquel muchacho no me han afectado en lo absoluto.
"Así que me guardo mis inquietudes y problemas para mí misma y procuro no dar a conocer mis verdaderas emociones, antes se me complicaba un poco porque soy bastante impulsiva y veraz, características que no van de la mano con la introversión; pero luego de un tiempo aprendí a ser introspectiva y aceptar las cosas tal y como son, así que para todo el mundo yo soy sensata; prudente; taciturna y nunca pierdo la cordura".
Suspiro.
"Tres meses después de cumplir mis diecisiete años de edad, mi vida dio un giro inesperado y lo peor es que no sé en qué momento fue; por tal razón es que les contaré la historia desde lo que creo; es el principio".
Levanto la mirada y les sonrío.
Por cierto, me llamo Daikar Dumois.
Después de dejarles el dato me doy una bofetada mental al darme cuenta de que ellos saben mi nombre.
Miro de reojo al muchacho que está a mi izquierda sentado cómodamente en el suelo, con sus largas piernas estiradas y apoyando la cabeza en la pared acolchonada, con sus manos entrelazadas detrás de su nuca y dejando ver su antebrazo desnudo con un tatuaje que me estremeció completamente; mientras que de mi ojo derecho brotó una solitaria lágrima que me hizo tener un flash de lucidez, pero al instante todo volvió a la normalidad en la que se encontraba mi vida desde hace dos meses, o quizás más, no estoy muy segura, el tiempo en este lugar se paraliza, quizás sea otro método de tortura, y desde luego es el peor.
La frase tatuada en la piel bronceada de aquel individuo dice: "Eclipsado por tu ser, mi polifacético Pajarito". Sonrío y centro mis ojos en las rojas letras de mi cuaderno raspando un poco la garganta para aclararme la voz y seguir mi lectura sin más interrupción... mientras leo trato de mentalizarme en el instante de mi vida que relato, logrando así sentirme como si estuviera viviendo lo que cuento.
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